Los alimentos deben ser sanos. Orgánico significa que no tiene químicos, agroquímicos, agrofertilizantes, pesticidas o semillas modificadas genéticamente. Es un alimento que respeta los ciclos naturales de la planta y de la tierra. Lo orgánico además tendría que empezar a ser entendido como un ecosistema y no como monocultivo.
He estado mirando documentales y leyendo cosas y es muchísimo más productivo un metro cuadrado de multicultivo comparado a la forma de producir los alimentos como hasta ahora lo hacemos. Esos movimientos de todavía no son masivos. Es insuficiente la cantidad de gente autosustentando su comida. Si todos probáramos de sembrar, cuidar y esperar hasta cosechar nuestro propio alimento, respetaríamos mucho más a la comida, la tierra, los productores y tendríamos momentos de meditación y conexión con la tierra que nos beneficiarían en varias cositas. Todavía no llegamos al punto especializado a las huertas urbanas y las formas autosustentables y ecoamigables con el ambiente, pero sí al por qué buscar lo orgánico:
- En la economía: apoyar al pequeño productor, comprarle directo, evitar intermediarios, apoyar las pequeñas economías, las empresas locales hacen que las ganancias se queden en la región. Comprarle los germinados de lenteja a una persona que sembró su materia prima hará que su ganancia se quede en el lugar. Si esos mismos germinados los obtenemos en un supermercado de cadena internacional la ganancia se irá.
Por otro lado el alimento sano nos ahorrará mucho en medicamentos, médicos, etc.
- En los nutrientes: los alimentos transgénicos modificados genéticamente la mayoría se producen en tierras desgastadas por el monocultivo o fertilizadas químicamente. El alimento que nace de esa tierra es diferente nutricionalmente a otro que fue abonado con compost natural y protegido por otras plantas en un ecosistema.
- En los colores: las tierras insulsas producen alimentos desabridos, incoloros, opacos y sin sabor. Las tierras nutridas y con rotación de cultivo dan frutos de colores intensos y llamativos.
- En los sabores: un alimento orgánico sabe más rico. Toma su sabor original, recupera su esencia.
- En la relación con el planeta: producir alimentos ecológicos debería ser entendido como la forma sana de darle y recibir de comer de nuestra tierra.
- En la salud: más nutrientes, menos enfermedades. El alimento sano nos hará ver y sentir mejor y como les dije arriba, nos ahorrará dinero en farmacia y doctores.
- En lo social: debemos tomar conciencia que el alimento orgánico no siempre debe ser llevado en bandeja hasta nuestra boca, sino que podemos producir parte de lo que comemos. Cosas básicas como tener hierbas de olor, tés, tomate o espinacas nos harán socializar con muchas personas diferentes. Y lo mejor es que el tipo de gente está en sintonía con la onda verde.
- En lo sicológico: el contacto con la naturaleza tiene un efecto sedante inmediato en nosotros. Hacer huerta es una excelente terapia para descargar y recibir, pensar, reflexionar o aprender de la naturaleza.
- En la forma de ver cómo el alimento llega a nuestra mesa: tener contacto con el productor, saber dónde está la tierra donde produce hará que tomemos conciencia del esfuerzo que implica todo el proceso desde que se prepara la tierra hasta que se cosecha. Cuando nos damos cuenta del tiempo que lleva producir un kilo de tomate, desperdiciaremos menos comida y hasta quizás decidamos empezar nuestro huerto.
El movimiento slow food a nivel mundial está apoyando a pequeños productores en varios factores como llegar al consumidor final, capacitarse, valorar su trabajo, promover el comercio justo, desarrollar técnicas eficientes de siembra y ser cada vez más ecológicos en todo el proceso del producto como así también en sus vidas personales.
Por último quiero remarcar el hecho de que los alimentos orgánicos no deben ser entendidos sólo como producidos por alguien más, sino que cada vez son más las iniciativas en escuelas, empresas, clubs o hasta supermercados que deciden sembrar.
Se podría decir que literalmente lo que tenemos que hacer es volver a producir alimentos como lo hacían nuestros abuelos.
