El siguiente
destino del viaje era un país escandinavo, para conocer un poco los
países más nórdicos de Europa, aprovechar para visitar a nuestra
amiga Eugenia, y para que Ledezma cumpliera su peregrinaje hacia la
Meca de su culto personal: la fábrica de Lego y sus oficinas
centrales.
Lamentablemente el
camino hasta allá no estuvo exento de problemas, y me llevé el
tercer gran colerón con las aerolíneas en lo que va del viaje,
aunque al menos este fue el menos caro de todos los problemas. Por
razones que desconozco, el vuelo se atrasó... 5 horas, y por lo
tanto, perdimos el tiquete de tren que diligentemente habíamos
comprado para ahorrarnos algunos euros y no perder mucho tiempo. Lo
único rescatable en este caso fue que al menos nos dieron unos
cupones para poder comprar comida en el aeropuerto de Praga. Pero bueno, una vez
aceptada nuestra suerte, llegamos a Copenhague, y de ahí tomamos un
tren hasta Odense, que es donde vive Eugenia. Al llegar a Odense
ella nos estaba esperando en el andén, y nos fuimos a su casa
para poder cenar y descansar un poco del viaje.
Al día siguiente
Ledezma debía partir para su LEGO® tour, así que yo me fui con él
a medio conocer el pueblo un rato, y luego regresamos por sus cosas.
Él se fue y yo decidí tomar una siesta antes de continuar mi paseo
por el apacible pueblo de Odense... una siesta que se prolongo como
hasta las 6 de la tarde, cuando ya me dio mucha pereza salir.
Fue hasta el día
siguiente que me sentí suficientemente repuesto como para salir a
turistear, y me fui para el zoológico local, que tenían
bastantes animales interesantes, como camellos, tortugas gigantes,
pinguinos... casi de todo. Recuerdo que estando ahí me llegó un
mensaje de Ledezma, que de primera entrada se lamentaba por que no
podía comprar nada en la tienda de empleados, a pesar de los
descuentos ridículos de la tienda. Tres minutos después
recibí un nuevo mensaje, esta vez todo en caps, luego de que Ledezma
se diera cuenta de que le ofrecían envío gratis por DHL hasta Costa
Rica de una cantidad determinada de cajas. Luego de mi visita al
zoológico, regresé a la parte más céntrica de Odense para caminar
un rato con Eugenia y su amiga venezolana, Cristina. Posteriormente
fuimos a un bar barato, donde los amigos de Eugenia trataron de
quebrarme con un bombardeo de shots, que por dicha pude resistir.
Eugenia y yo nos retiramos antes de que continuara la bebida,
teníamos planeado levantarnos relativamente temprano al día
siguiente.
Nuestra misión al
día siguiente era reunirnos con Ledezma en Legoland. Tuvimos que
levantarnos temprano y tomar un tren y un bus para llegar hasta ahí,
y topamos con pésima suerte porque al menos en la mañana hizo un
clima espantoso, y nos mojamos. Afortunadamente el clima mejoró un
poco luego y pudimos disfrutar del parque, pero a mí esa mojada me
costó el primer resfrío del viaje, y pasé todo el fin de semana
hecho una verdadera porquería. Creo que lo mejor del parque son los
modelos en Lego que tienen de varios edificios daneses, y en general
del mundo, realmente impresionante esta parte del parque. También
hay un par de montañas rusas interesantes, y un extraño instrumento
de tortura al que le llaman juego, un brazo robótico programable
donde Eugenia casi que me licuó el cerebro con unos extraños
movimientos, a pesar de que yo le advertí que no soy el mejor
compañero para estos juegos. Al final de la jornada pues nos
reunimos con Ledezma, quien aún cuando envió la mayor parte de sus
cosas por DHL, igual venía con su bulto notablemente más cargado.
El fin de semana ya
teníamos planeado que nos iríamos para Copenhague, la capital
danesa. Nos fuimos bastante temprano con Eugenia y Cristina, y allá
en Copenhague nos recibió un tico amigo de Eugenia, José, que nos
trató como si fuéramos compas de toda la vida, otra muestra más de
generosidad y hospitalidad que me ha tocado ver en este viaje. Jose
nos mostró un poco la ciudad antes de tener que retirarse para un
compromiso previo que tenía, pues había quedado de ver el partido
de Dinamarca – Holanda con unos conocidos. Nosotros hicimos lo
propio y nos fuimos a buscar un lugar para ver la mejenga, y nos
encontramos una interesante exposición de esculturas de arena
también. El partido nos lo echamos en una pantalla que pusieron al
aire libre, en medio de la tensión de todos los daneses, que ganaron
pero que pasaron echando agua del bote toda la mejenga. Luego la
gente se tiró a la calle a festejar, pero lamentablemente ya para
ese entonces realmente me aquejaba el resfrío y me sentía hecho una
porquería, y no me pude sumar a las celebraciones danesas.
Para el domingo,
día final de nuestra estadía en Copenhague y en Dinamarca, nos
tiramos a la calle en cletas, bajo la guía de Jose, que nos explicó
un poco las reglas para no hacer tantas caballadas en las calles.
Anduvimos casi que por todo Copenhague, pudimos ver el estadio de
fútbol, la famosa sirenita (una de las atracciones turísticas más
underwhelming que he visto hasta el momento, en realidad), y
otros puntos de interés, para terminar la tarde, antes de ir a tomar
nuestro tren, en Cristiania, un lugar bastante extraño de definir...
es una pequeño barrio donde muchas cosas son permitidas, y
donde hay 3 reglas: disfrutar, no correr, y no tomar fotos.
Pero bueno, luego
de echarnos una birrita rápidamente en Cristiana, corrimos a dejar
nuestras bicicletas y de ahí nos fuimos a la estación. Dinamarca
también me dejó una muy buena impresión en casi todos los
aspectos, excepto en el económico, porque vaya que todo nos salía
muy caro allá, aún si lo ponemos en perspectiva europea.