A Trabzon llegué
muy temprano, luego de descansar en la noche en el bus.
Francamente esperaba no poder dormir un carajo, pero la verdad es que
después de luchar un poco por encontrar la posición ideal, pues
logré dormirme relativamente bien y pude descansar algo, lo
suficiente como para no tener que llegar de inmediato al hotel y
tener que desplomarme para compensar por el sueño perdido.
En el camino de
venida, conocí a Ella, una muchacha australiana que resultó ser la
única otra turista que se aventuraba conmigo más al este de
Capadocia (la gran mayoría de turismo extranjero de Turquía se
concentra en Istanbul y la costa mediterránea, y bueno, también en
Capadocia). Con ella hablaba un poco en las paradas que se hacían
cada cierto tiempo para que la gente comiera y/o fuera al baño. Por
cierto, tuvimos algunos minutos de estrés cuando nos bajamos del bus
para ir al baño, y al volver a la parada, no vimos a nuestro bus
donde se había quedado. Afortunadamente un carajo turco que vio
nuestro desconcierto nos indicó que el bus se había movido a otro
lado.
Pero bueno, ya en
Trabzon, localizamos un minibus para ir al centro desde la otogar,
y fuimos por un poco de desayuno mientras Ella trataba de localizar a
su host de CouchSurfing. Yo, en parte por vagancia y en parte por
otras razones tontas, hasta el momento no había tratado de hacer
CouchSurfing en Turquía, pero al ver que Ella lo había hecho sin
mayores problemas, pues luego traté de empezar a buscar hosts, sin
mucho éxito hasta que volviera a Ankara. Ella finalmente logró
ponerse de acuerdo con su anfitrión, y yo me fui a conseguir un
hotel. Encontré uno decente a un precio no tan caro, y ese día la
verdad no hice gran cosa. Aunque logré dormir algo en el bus, como
que igual estaba un poco cansado y no hice mucho en la tarde. Ya
luego de que anocheciera, pues fui a buscar mi cena, y descubrí las
delicias de las lokantas, que son restaurantes donde tienen
comida ya hecha que mantienen caliente en baños de María.
Francamente la cena de esta noche fue una de las que más me gustó
en toda mi estadía en Turquía.
Al día siguiente
me puse de acuerdo con Ella para ir a algunos puntos de interés de
la ciudad, como el museo Hagia Sophia, que es otra iglesia, sólo que
pues no tan imponente como su tocaya de Istanbul, y fuimos también a
la Atatürk Villa, que fue una casa que el pueblo de Trabzon le
regaló a Atatürk, y en la que Atatürk pasó sólo una noche, si
mal no recuerdo. Por ahí también anduvimos cerca del puerto y
caminando sin mayor rumbo, conversando sobre bastantes temas. Ella
había pasado unos 10 meses viviendo en Palestina, entonces hablamos
bastante sobre la situación de ellos y temas relacionados. Ya más
entrada la tarde Ella se devolvió a la casa de su anfitrión y yo me
fui para mi hotel. Luego salí a comer y según yo también iba a ir
por una birra, pero no contaba con que los bares estaban cerrados por
Ramadán.
Para mi último día
en Trabzon, me fui con Ella y una pareja de alemanes, que también se
quedaban con el mismo anfitrión que Ella, al monasterio de Sümela,
un monasterio cerca de Trabzon que está como encajado en la montaña,
de una manera bastante impresionante. Es curioso pensar que yo tenía
la idea de que Turquía era un país muy seco y con un montón de
desierto, pero el camino hasta este monasterio me hizo ver lo
equivocado que estaba, pues eran montañas completamente verdes, me
recordaron un poco a Costa Rica. Fue una visita bastante
interesante, sólo por el hecho de ver que hayan podido construir
algo así de grande en semejante lugar, casi como encajado a la
fuerza en la montaña. Si alguna vez termino hartándome de la
civilización final y definitivamente, me puedo imaginar viviendo en
lugar así.
Luego de la visita,
volvimos a Trabzon, donde yo volví a mi hotel por mi bulto, e
inmediatamente me dirigí a la otogar con rumbo a Erzurum, mi
siguiente destino, siempre adentrándome un poco más en el este de
Turquía. Allá llegué nuevamente bastante tarde, y como no sabía
si habían minibuses, pues tomé un taxi y me dirigí al hotel que
recomendaba mi confiable guía, que estaba bien por el precio.
Para el día
siguiente, me fui a tratar de conocer un poco la ciudad, y me
encontré con la sorpresa de que esta ciudad era sumamente
conservadora, y por lo tanto, pues TODOS los restaurantes y lugares
para comer estaban cerrados, así que de cierta manera hice un
semiayuno algo forzado por las circunstancias. Tampoco fue que no
comí del todo, pues me fui a un supermercado y compré unas galletas
o algo así para comer, pero bueno, ciertamente pues no fue lo mismo
que ir a comer un poco más decentemente. Ese día pasé un poco
angustiado, con sed, con hambre, pero ya en la noché salí por ahí
a cenar, y me llevé una de las sorpresas más agradables que me he
llevado en todo el viaje, una experiencia que realmente me conmovió
de una manera especial. Como habían grandes salones de té y había
un montón de gente tomando té, pues me antojé y me senté y pedí
uno. El problema es que realmente no conocía la mecánica de pago,
y cuando pregunté si se pagaba enseguida o luego, pues el tipo que
repartía el té no me entendió, y ahí medio se quedó tratando de
entender, yo no pude hacerme entender tampoco... hasta que los
vecinos de la mesa de a la par intervinieron y arreglaron el
problema. Enseguida, me invitaron a sentarme a su mesa. Dudé por
un segundo, pero terminé aceptando la invitación.
De primera entrada,
pues me hicieron las preguntas típicas, me preguntaron que de dónde
era, y bueno, de ahí empezaron a hacerme más preguntas
interesantes. El que más hablaba inglés también era bastante
religioso, y pues ahí me preguntó, por ejemplo, que qué opinión
teníamos en Costa Rica del Islam. Fue un intercambio bastante
interesante, con todo y una barrera de lenguaje más o menos
considerable. Luego de estas preguntas, los muchachos estos me
preguntaron si querían ir con ellos a ver algunos de los puntos más
interesantes de la ciudad, a lo que respondí afirmativamente, con
algo de temor, debo admitir, pero la verdad recordé que no llevaba
conmigo nada realmente importante, sólo veinte liras y mi cámara
fotográfica. Pagaron por el té, incluído el mío, y no me dejaron
pagar aunque ofrecí hacerlo varias veces, y luego me preguntaron si
quería dondurma, un helado típico turco, al que también me
invitaron. Caminé con ellos por un buen rato, me mostraron algunos
lugares de la ciudad, algunos ya los conocía, otros no, pero lo que
realmente me llamaba la atención fue la interacción con ellos, no
tanto ver los edificios más bonitos de la ciudad. Me resultaba
difícil de creer que estuvieran tan fascinados, se veían
auténticamente interesados en lo que tenía que decir y en conocerme
en general. Se tomaban fotos conmigo, no sé, fue gracioso,
simpático, sorprendente y bastante interesante, todo al mismo
tiempo. No obstante, lo mejor de toda la experencia lo dejaron para
el final, cuando me invitaron a comer a su casa. Como era Ramadán,
lo más prudente para poder resistir las largas horas de ayuno era
hacer una comida antes de que salga el Sol, así que me invitaron a
desayunar en su casa con ellos, lo cual obviamente acepté.
Estos muchachos
eran estudiantes, y su casa era bastante humilde, pero dentro de su
humildad, me hicieron sentir casi que como un rey. Al llegar, pues
seguimos conversando un rato sobre varias cosas, y en algún momento
uno de ellos se excusó para ir a orar un momento. Luego llegó uno
de sus compañeros de cuarto, que era un tipo de Turkmenistán.
Luego me dijeron que la comida ya estaba lista, y pues me senté a la
mesa con ellos. El desayuno era el típico desayuno turco, que la
verdad hoy añoro con cierta nostalgia, y vaya que comí. Cuando mi
taza de té se vaciaba, ellos sin preguntarme mucho la volvían a
llenar. Comí primero con esa prudencia típica como de buena
educación, pero ellos me dijeron que no había comido mucho, y
volvieron a llenar mi plato unas dos veces con más comida hasta que
finalmente se convencieron de que estaba lleno. A parte de lo bien
que me sentó semejante festín luego de haberla pasado un poco mal
durante el día por la falta de comida, debo admitir que esta fue una
de las experiencias más gratificantes de todo mi viaje, ser testigo
de generosidad tan desinteresada y tan auténtica. Pues sí, en
algún momento me hablaron bastante del Islam y todo, pero la
conversación nunca se sintió forzadamente proselitista. Al
terminar de comer, pues ya eran casi las 4 am, y ellos se ofrecieron
a acompañarme a mi hotel. Los dejé a medio camino, porque la
verdad me pareció que era abusar demasiado de su generosidad, y me
despedí de ellos sin encontrar la manera adecuada de agradecerles
todo lo que habían hecho por mí esa noche. Lo único que lamento
de esta noche fue que como salí sólo con mi cámara y con un poco
de dinero, pues no tuve como apuntar los detalles de contacto de
estos muchachos, y aunque yo les di mi correo electrónico, a la
fecha no he recibido ningún correo de ellos. De cualquier manera,
donde quiera que estén sigo completamente agradecido por todo lo que
hicieron por mí.
Al día siguiente
me levanté un poco tarde y me dirigí a un lugar llamado Citadel,
de donde pude sacar algunas cuantas fotos de toda la ciudad. Luego,
sin más cosas muy turísticas que visitar, y convencido de que
difícilmente iba a superar la experiencia de la noche anterior, me
dirigí a la otogar para tomar mi bus con destino a Kars.
PD: Sí, estoy agrupando ciudades, pero si alguna vez espero ponerme al día, voy a tener que hacer trampa.