Ah, Berlín... die
Hauptstadt von Deutschland, e irónicamente quizás una de las
ciudades menos alemanas del país, al menos según lo que oí, y creo que también según lo que vi también. A Berlín llegamos procedentes de Hamburgo, y rápidamente nos dimos
a la tarea de llegar al hostal para esta ciudad. Lamentablemente, yo
cometí un error de apreciación a la hora de reservar, y terminé
reservando en un hostal que estaba bastante lejos del centro, y que
realmente no resultó ser un hostal, pero la verdad estuvo bien,
teníamos una habitación privada por un muy buen precio, y teníamos
cocina, por lo tanto, decidí economizar un poco con una de mis
recetas estelares: pasta con pesto, con pesto ya listo. Ese día
veníamos un poco cansados y llegamos un poco tarde, entonces decidimos simplemente quedarnos
birreando en el hostal con unas birras
que compramos en el súper, mientras Ledezma y yo teníamos largas conversaciones
sobre cómo arreglar el mundo.
Para el día
siguiente, decidimos volver a hacer uno de los Walking Free Tours,
por las razones ya mencionadas (buen bang for the buck), y
aprendimos bastante de la larga historia de la capital alemana.
También, por pura suerte, nos volvimos a topar con nuestras amigas
uruguayas de Hamburgo, y bueno, luego del tour pues nuevamente nos
fuimos a caminar con ellas para conocer algunos otros rincones de
Berlín que no fueron cubiertos en el tour, como la parte más larga
del muro que todavía está en pie, y que hoy tiene graffitis muy
interesantes. Posteriormente nos despedimos de nuestras amigas y nos
devolvimos al hostal para cenar. En una de las muestras más
extremas de confianza que he visto en el viaje, el dueño del hostal
nos dejó todo el lugar para nosotros solos, pues dijo que se iba a
navegar y que nadie más llegaba el fin de semana. Ledezma y yo nos
sentimos parte de un extraño experimento social.
En Berlín también tenía
planeado encontrarme con mi buen amigo Paolo, que emigró
recientemente a Alemania para hacer un proyecto de doctorado en
tierras teutonas. Ya en la noche nos pusimos de acuerdo con él y
nos vimos, y nos lanzamos a conocer un poco la vida nocturna de
Berlín. Es curioso, francamente no hicimos gran cosa mas que
caminar por acá y por allá, pero realmente me gustó lo que vi, los
S-Bahn que llegaban a la parada venían cargados con todo tipo de
gente lista para pegarse la fiesta, incluso había un carajo que
traía un boombox en un coche, y que por lo tanto llevaba la
fiesta con él. Es realmente difícil de describir la energía que
sentí esa noche en la ciudad, y de nuevo, sólo caminamos por aquí
y por allá, no nos metimos a ningún bar ni nada, pero el paisaje en
las calles era simplemente fascinante, tipas góticas, carajos punks,
gente común y corriente, todos llegaban y se perdían por ahí,
caminaban entre los bares, compraban birras en los mercados y se iban
caminando con ellas... creo que suena como a La California o algún
barrio de moda para tomar en tiquicia, y sí, tiene algo de eso, pero
no sé, la gente venía como tan animada, como si fuera un festival o
algo así, y simplemente era viernes en la noche. Ese espirítu de
la ciudad, que resulta difícil de describir acá o en cualquier lado
sin haberlo sentido, y la interesante mezcla de ciudad moderna con
parques y edificios un poco más viejos, hizo que Berlín se ganara
un lugar entre las tres ciudades que más me gustaron de Europa.
Para el día
siguiente nos preguntamos si ir a un campo de concentración o ir a
Potsdam, una ciudad cercana a Berlín donde están los palacios de la
vieja realeza alemana y otros puntos de interés turístico. Al final optamos por la segunda opción, y
nos reunimos con Paolo, compramos algunas cosas para hacer un picnic
y nos fuimos a Potsdam. Me parece que fue una decisión acertada,
realmente quedé impresionado con los castillos y bellos parques de
Potsdam, hicimos un picnic en un parque muy bonito, nos paseamos por horas entre jardines, edificios históricos
y agradables bosques, aunque tuvimos que buscar refugio en un
momento por un aguacero fugaz que se vino. Luego regresamos a
Berlín, donde fuimos a más parques cerca del castillo de
Charlottensburg. Lamentablemente se hacía tarde y al día siguiente
teníamos que tomar un tren muy temprano, entonces decidimos ir a
cenar a un bar que se veía bastante alemán, donde comimos, nos
tomamos una birrita, y nos echamos una mejenga de la Euro. El resto
de la noche transcurrió sin contratiempos, bueno, si no contamos el
hecho de que me caí de la cama, algo que no me pasaba desde que era
un niño. Tuvimos que levantarnos muy temprano para tomar el tren
hacia el siguiente destino: Holanda.