Luego de una ruta
no muy ortodoxa, el siguiente destino en el viaje fue el regreso a la
lógica lineal del camino. A Hamburgo llegamos procedentes de
Copenhague, en un tren que nos preocupó bastante, pues debíamos
hacer un cambio ya dentro de territorio alemán que nos dejaba una
ventana de 6 minutos, por lo que el margen de error era muy poco.
Afortunadamente, a pesar de los nervios iniciales, pudimos hacer el
cambio sin mayor problema, aunque la ventana resultó ser como de 3
minutos. A nuestro hostel en Hamburgo llegamos ya muy tarde, y pues
nos fuimos directamente a dormir, no sin antes darnos cuenta de que
el baño del cuarto contaba con una disposición espacial quizás
demasiado optimizada.
Para el día
siguiente decidimos ir al Hamburg Miniature Wunderland, una de las
atracciones más perseguidas por Ledezma, y donde yo también la pasé
muy bien, fue realmente sorprendente ver el nivel de detalle de las
maquetas del lugar, por todo lado habían pequeñas sorpresas. El
aeropuerto con un tablero real de llegadas y salidas fue
sencillamente impresionante, y para terminar de hacerla, dentro del
lugar se hacía de noche cada cierto tiempo, lo que le daba
otra cara completamente diferente a las maquetas. Ledezma salió aún
más cargado de mercancía de ahí, pero con sus ya famosas
habilidades para acomodar carga, logró llevarla sin mayor problema
por el resto del viaje. Luego, nos reunimos con el célebre Jorge
Elizondo, antiguo colega de trabajo de ambos que emigró a Hamburgo
gracias a una interesante oportunidad laboral. George nos
mostró un poco del Reeperbahn, el red light district de
Hamburgo, donde vimos cosas a la vez chocantes e interesantes, y
posteriormente nos echamos unas cervecitas en un concierto de un par
de grupos indie, donde el primero resultó ser un poco muy
indie, sobre todo para el exigente gusto de Ledezma. El
segundo me recordó lejanamente a Sigur Ros, y estuvo bien. Esa
noche tuvimos algunos problemas para regresar al hostal, dado que
terminamos la reunión un poco tarde, y tuvimos la dicha de compartir
con un interesante personaje de la noche, un tipo alemán que en su
embriaguez resultaba molestamente amistoso.
Al día siguiente
nos levantamos un poco tarde debido a nuestra salida del día
anterior, y nos dirigimos a un planetario que estaba en un parque de
la ciudad. Lamentablemente, el único show estaba en alemán, y
aunque decidimos no amedrentarnos por el idioma e intentar entender
algo, los cómodos asientos y el cielo estrellado tuvieron un efecto
algo anestésico y terminamos dormidos una buena parte del show.
Para nuestro último
día completo en la ciudad, decidimos tomar un “Free Walking Tour”,
que son tours que funcionan a base de propinas, y que ya conocía de
Barcelona. Es una manera interesante y relativamente económica de
conocer un poco mejor las ciudades, y topamos también con suerte de
tomar un tour en español, para variar un poco del inglés por
defecto (como ya lo he dicho en otras ocasiones). El tour estuvo
bien, y de paso conocimos a unas muchachas uruguayas con las que
pasamos caminando el resto de la tarde, hablando un poco sobre
nuestras experiencias como turistas latinoamericanos en Europa, más
que todo. Esa noche jugaba la selección de Alemania contra Holanda
en la Eurocopa, pero de manera un poco desafortunada quizás, esa
noche también había reservado boletos para una ópera en el teatro
de ópera local. La ópera estuvo bien, aunque la obra de turno
resultó un poco pesada, y la introducción fue difícil de superar
sin cabecear un poco. Luego de la ópera, quisimos contactar a
nuestras amigas uruguayas para ir por algo de tomar, pero la
logística resultó imposible por problemas telefónicos, y tuvimos que contentarnos con echarnos
el resto de la mejenga en una de las pantallas gigantes en la ciudad.
Afortunadamente para nosotros, y para ellos, los alemanes ganaron y
las calles se llenaron de gente festejando... aunque bueno,
francamente creo que en Costa Rica la fiesta hubiera sido mucho más
fuerte, pero bueno, no estamos acostumbrados a victorias de ese tipo,
francamente.
Y eso fue todo en Hamburgo, pues nos tocó partir con rumbo a Berlín la mañana siguiente, luego de unos ligeros
malestares con nuestros compañeros de cuarto en el hostal. Hamburgo
nos dejó una muy buena impresión, de una ciudad “muy alemana”,
y afortunadamente su famoso mal clima nos fue favorable durante
nuestra estadía.