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Drawing Room Blues

Capítulo 5: Bir çay, lütfen: The Palace of Exile

TURKEY | Saturday, 29 September 2012 | Views [710]

El siguiente destino en mi tour pour el este de Turquía era Kars, una ciudad cerca de la frontera con Armenia, y cuyo principal atractivo turístico son las ruinas de Ani, una antigua ciudad que en su momento de gloria fue la capital de un imperio y una de las más importantes ciudades de la región. A Kars llegué en la tarde, y duré un rato tratando de ubicarme con mi guía por las calles de la ciudad, hasta que decidí improvisar un poco y por pura suerte me topé uno de los hoteles recomendados en la guía. Entré y pregunté por los precios, que me parecieron decentes, y de una vez me instalé en el lugar. Como ya iba siendo de noche, pues no hice gran cosa más que ir a cenar. Ya para este punto del viaje generalmente iba por una cena barata, un dürüm o algo así como de unas cuatro o seis libras, pero luego me daba un gusto y me iba a comer baklava de postre, y justo esto hice. Recuerdo que en el lugar de baklava el niño que me atendió me preguntó que de dónde era, e hizo una cara bien graciosa cuando le dije que era de Costa Rica, pero me atendió bastante bien. Luego del postre, me fui a comprar una cerveza en un súper, para tomarme una birrita mientras descansaba antes de dormir en el cuarto. Me sentí como si estuviera comprando drogas cuando me dieron la cerveza en una bolsa negra súper envuelta. También ya para esta altura del viaje se me había hecho más o menos un vicio tomar jugo de melocotón, así que me compré uno también.

En fin, al día siguiente había arreglado transporte para ir a Ani, así que luego de desayunar de manera muy apresurada (me levanté muy tarde), me metí en el bus con algunos otros turistas, y nos fuimos a Ani. Al llegar ahí me di un tour de unas tres horas por las ruinas, que tenían un aire bastante... fantasmal, por ponerlo de alguna forma. La murallla y la entrada son bastante grandes y se conservan muy bien, pero ya adentro cuesta un poco creer que en algún momento eso fue una importante capital. Habían edificios y ruinas bastante hermosas, como una iglesia de estilo armenio, una catedral que luego se convirtió en mezquita (como tantas otras en la región), y hasta un castillo bastante grande en una colina, que, por desgracia, está fuera del límite de lo que se le permite acceder a los turistas, y que, por lo tanto, tuvimos que ver desde lejos. Por ahí habían otras ruinas, pero mucho menos conservadas, e incluso había un templo dedicado a Zoroastro.

Luego de completar mi tour por las ruinas, volvimos a Kars, donde fui a almorzar (Kars no era tan conservador como Erzurum, entonces no tuve tantos problemas para encontrar un restaurante abierto), y luego me di un paseo por la ciudad, vi varias mezquitas interesantes, y fui a otra de esas citadels/castillos en una colina, donde tenía una vista bastante bonita de la ciudad (por dicha, por que el camino de subida era realmente pesado). Ya en la noche salí nuevamente a la caza de una cena barata, pero no descuidé mi dosis diaria de baklava, en el mismo lugar de la noche anterior, donde me atendió el mismo niño y su familia, aparentemente bastante contentos por recibirme de nuevo.

Para la mañana siguiente ya sabía que tenía que levantarme temprano para irme a Doğubeyazıt. No dejé de aprovechar el desayuno del hotel, y me fui rápidamente a la parada. No me di cuenta hasta luego, pero por salir tan de prisa luego del desayuno, dejé perdido mi chunche para guindar la ropa lavada, una pérdida que me dolió bastante, pues de una manera bastante estúpida estaba bastante contento/orgulloso de este pequeño accesorio. Al menos sí llegué a tiempo para tomar el bus a Iğdir, donde tenía que cambiar y tomar otro minibús, esta vez sí a Doğubeyazıt.

A eso de mediodía terminé en Doğubeyazıt, una de las ciudades más cercanas a la frontera iraní, y donde la principal atracción turística es el Monte Ararat, de importancia bíblica pues supuestamente fue ahí donde terminó la arca de Noé. Hubiera sido bonito poder escalar la montaña más alta de Turquía, de unos 5000 metros y pico, pero para hacerlo hubiera tenido que pedir un permiso que duran como dos meses en otorgar, así que bueno, lo tuve que ver de lejos. Luego de asegurar mi hospedaje en la ciudad, compré algunas cosas para comer, y fui a buscar un dolmus para el , un palacio idílicamente colocado en una colina a unos cinco kilómetros de la ciudad. Era un viernes, el día más sagrado del Islam (equivalente al domingo en el cristianismo), y quizás por eso, o porque los taxistas querían hacerme pagar un taxi hasta ahí, no pude encontrar el tal dolmus, pero decidido a no pagar caprichos, me dirigí caminando hacia la colina, total eran sólo cinco kilómetros, y la vista del monte Ararat a mi izquierda hacia que la caminata fuera bastante agradable. Así caminé como 3 kilómetros, hasta que me di cuenta de la pendiente que iba a tener que subir para llegar hasta arriba. Sin amedrentarme, empecé a caminar, pero topé con suerte y unos tipos que conducían cerca ofrecieron hacerme ride, y pues lerdo ni perezoso, acepté. Luego de unos diez minutos en el carro, los tipos estos me dejaron en la puerta del palacio, y no aceptaron ni una sola de las liras que les ofrecí.

Agradecido por el gesto, pagué mi entrada y entré al palacio, que tenía un aire muy à la Las Mil y Una Noches, con una arquitectura sobresaliente, y una vista muy llamativa de la ciudad y de las montañas cercanas desde algunos de los cuartos. Algunas paredes tenían decoraciones talladas en piedra, con detalles muy hermosos. Estando dentro del castillo, un tipo me empezó a hablar en alemán, y cuando contesté que no hablaba alemán, me respondió en inglés, me preguntó que de dónde era, y luego pues me invitó a pasar a una escuela de tejido de alfombras que administraba, para ver a las muchachas tejiendo alfombras y tomar una taza de té. Acepté la propuesta, y luego de terminar mi visita al palacio caminé rumbo a la ciudad, apreciando la vista de las montañas y del monte Ararat mientras trataba de no lastimar demasiado mis rodillas, y haciendo luego una desviación para visitar la escuela de alfombras. Aunque obviamente presentí que la invitación tenía más fines comerciales que sociales, igual fui y vi el impresionante trabajo de unas cuatro muchachas mientras tejían una alfombra que sería terminada en unos dos años más, contando con el trabajo de las cuatro. El dueño/admiinistrador del lugar fue bastante persistente para que comprara una alfombra, pero para su mala fortuna, pues conmigo no pegó, pues la verdad si con costos me permito lujos como almorzar, mucho menos me iba a poner a comprar una alfombra. Por pura curiosidad pregunté el precio de la más grande y hermosa de todas las que vi, y casi me voy de bruces cuando me dijo que valía veinticinco mil dólares. Convencido de que no iba a comprar nada, finalmente el dueño se rindió y me ofreció mi taza de té, que tomé en compañía de otros turcos, y de unos franceses que curiosamente había visto en Kars, en mi tour por Ani. Luego de tomar mi té me fui a la ciudad, busqué qué comer por la noche, y luego decidí que no había mucho más que ver en Doğubeyazıt, por lo que decidí ir a la otogar la mañana siguiente y tomar un bus hacia Van.

El monte Ararat a lo lejos.

El monte Ararat a lo lejos.

Tags: asia, dogubeyazit, kars, turquía

 
 

 

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