A Praga llegué con
el trasero un poco cuadrado, luego de tomar un tren que duró unas 7
horas de Budapest hasta Praga. La verdad no se pasó tan mal,
aproveché para dormir y hacer mi forro de checo, como lo hice en
Hungría con el húngaro, lamentablemente luego se me perdió y luego
no lo volví a encontrar. Pero bueno, en realidad lo que más me
preocupaba era la logística para poder encontrarme con mi siguiente
compañero de viaje, el famoso Luis Ledezma, que aprovechó un
compromiso suyo para venirse a viajar un rato por Europa
también.
El problema
logístico no era para menos, Ledezma tenía tan sólo algunas horas
para -según yo- conseguir un SIM prepago y mandarme un mensaje
diciéndome cómo nos íbamos a ver. Por lo menos ya teníamos un
hotel reservado, pero yo por guebón ni me tomé la molestia de ver
cómo llegar al mentado hotel. Eso me mantuvo preocupado buena parte
del viaje en tren, hasta que finalmente Ledezma se logró comunicar
conmigo de una manera algo ingeniosa. Al llegar a la estación, y
luego de perderme un poco, encontré el hotel y ahí estaba
esperándome el famoso Ledezma. Como los dos estábamos algo
cansados del viaje, y como de por sí ya era tarde, pues decidimos no
hacer gran cosa, nos acomodamos y luego salimos a caminar por las
calles de Praga, una ciudad que me resultó bonita y donde nos
perdimos bastante, pero bueno, como ya me ha quedado más que claro,
eso es tan sólo una parte más de la experiencia. En varias
ocasiones algunos tipos empezaron a hablar con nosotros para
promocionar alguno de los muchos clubes para caballeros de la
ciudad.
Al día siguiente,
decidimos ir a un pueblo que está relativamente cerca de Praga que
se llama Kutná Horá. El objetivo ahí era ir a una particular
capilla que está toda decorada con los restos de un montón de
pobres desgraciados que murieron en alguna guerra hace mucho tiempo.
Llegamos al lugar y duramos un poco llegando a nuestro objetivo, pues
nos perdimos una vez más (por la falta de fe de Ledezma en la
señalización vial local) La capilla esta es uno de los lugares
más... tenebrosos en los que he estado en el viaje, me
atrevería a decir que hay un olor bastante característico en el
lugar. Además de visitar esta capilla, aprovechamos para visitar
una iglesia bastante grande en honor a Santa Bárbara. Ya de vuelta
a Praga, pues aprovechamos para caminar un poco más por la ciudad, y
a la hora de comer tuve un gracioso incidente por subestimar el
picante en los platos europeos. Para complicar aún más las cosas,
justamente en Praga fue la primera ciudad donde fui víctima de
algunas molestias estomacales.
Al otro día,
el objetivo fue visitar el área del castillo de Praga, que es
posiblemente la principal atracción turística en Praga. Optamos
por comprar el tiquete de visita corta, y visitamos cinco puntos de
una manera relativamente rápida. De pura casualidad, nos topamos un
museo de juguetes, donde obviamente Ledezma tenía que ir. De
todas formas estuvo entretenida la visita, y habían juguetes de
veras bastante significativos, como la primera Barbie, por ejemplo.
Luego, yo quise ir al museo de Kafka, que quedaba cerca del área.
Este museo también estuvo interesante, aunque bueno, luego me quedé
pensando qué pensaría Kafka de la manera en la que se presentan las
cosas. Ya para terminar nos dirigimos a cenar a un pequeño
restaurant/cervecería donde tenían sus propias birritas, y donde
obviamente procedimos a hacer una buena degustación con una
agradable cena.
A pesar de que
sentí que conocí Praga muy por encima, en contraste con Budapest, por ejemplo, pues definitivamente
fue una ciudad bastante llamativa, donde la verdad no tomé
suficiente cerveza, ahora que lo pienso.