Roma... la Ciudad
Eterna fue un conjunto de sentimientos encontrados, y un destino
donde desafortunadamente algunos factores externos afectaron
negativamente nuestra percepción de una de las ciudades con una
historia más rica en toda Europa. Aún así, pues definitivamente
es uno de esos lugares de visita obligatoria que no
decepciona, y en el que también corrimos con la suerte de encontrar
varias sorpresas muy agradables.
A Roma llegamos
bastante tarde, con la idea de aprovechar bastante el día en Venecia
(que como conté en la entrada anterior, pues fue un día algo
accidentado). Al llegar a la estación Termini nos perdimos un toque
buscando nuestro hostal de turno, pero rápidamente lo encontramos
tras preguntar un poco. Sobre el mentado hostal, pues yo ya había
leído que era un hostal para gente que venía a pegarse la
fiesta, pero como de todas maneras los reviews no eran tan malos
y era de los mejores que vi en Roma, pues pensé que lo de la fiesta
tal vez no iba a ser tanto problema o al rato no iba a caer mal. Al
llegar, nos dimos cuenta de que el establecimiento este era más un
bar que un hostal, y no había área común que no fuera el bar. De
momento no le di mayor importancia, y como llegamos tan tarde,
básicamente nos fuimos a dormir de inmediato.
Al día siguiente
improvisamos nuestro itinerario y compramos un “Roma Pass” que
nos daba transporte público ilimitado por tres días y entrada
gratis a dos atracciones turísticas. Decidimos empezar con el Museo
Capitolini, donde, además de contar con importantes obras entre sus
exposiciones regulares, nos encontramos una exposición sumamente
interesante de “los archivos secretos del Vaticano”. No vimos
ningún secreto de estado ni cuando se va a acabar el mundo ni nada
por el estilo, pero habían objetos muy interesantes, como una carta
de una emperatriz china escrita al papa en un lienzo de seda, cosas
relacionadas a los juicios de Galileo, en fin, creo que es la mejor
exposición que me he topado en un museo hasta el momento. Luego del
museo turisteamos por ahí y caminamos entre varios puntos de interés
de la capital italiana, como la Fontana Trevi, Piazza di Popolo, las
“Escaleras Españolas” y otros por ahí. Ya de vuelta en el
hostal, nos dimos cuenta de uno de los primeros problemas que tuvimos
ahí, el wi-fi era bastante flojito y servía más o menos cuando le
daba la gana, o simplemente estaba demasiado saturado.
Al día siguiente
fuimos al complejo de ruinas romanas que incluye el Coliseo, el Foro
Romano y las ruinas del palacio Palatino. Es una lástima que las
ruinas no se conservan en un mejor estado, pero el Coliseo es
realmente impresionante aún en su estado actual, un estadio con
capacidad para cincuenta mil personas es aún hoy en día un proyecto
arquitectónico grande y complejo. Recuerdo que ese día hacía un
clima sumamente agradable para visitar ruinas al aire libre y
sentirse un poco sumergido en la historia de una colina que fuera
básicamente el centro del mundo. Desafortunadamente nuestras noches
no eran tan rejaladas, porque en nuestro cuarto del hostal tres de
nuestros compañeros eran unos canadienses que llegaban bastante
tarde, bastante ebrios, y hacían bastante bulla cuando finalmente se
iban a dormir. Curiosamente nuestro otro compañero era un fotógrafo
freelancer que se levantaba a las 4:30 AM para ir a tomar
fotografías a las principales atracciones turísticas de Roma, pero
sin los turistas, y creo que tampoco apreciaba mucho el
comportamiento de nuestros otros compañeros.
El martes decidimos
concentrarnos en dar vueltas por la ciudad, y terminamos en el sector
de Travestere, que me pareció agradable porque no había tanta gente
como en el resto de la ciudad, además de que se veía, por decirlo
así, más antiguo, más calmado, con calles irregulares que parecían
ser de hacía algunos siglos. Nos topamos con una interesante
exposición de fotografías que nos llamó bastante la atención.
El miércoles lo
dejamos para ir a conocer los puntos de interés del Vaticano. Al
llegar pudimos ver al Papa como un punto blanco en la distancia,
mientras daba una audiencia que según tengo entendido da todos los
miércoles. Ahí estaba finalmente la famosa plaza de San Pedro y la
Basílica del mismo nombre que en tantas películas ha visto uno.
Esperamos un momento a que terminara la audiencia del papa y nos
dirigimos al Museo Vaticano, una de las colecciones de arte más
impresionantes del mundo, y una que incluye una de las obras de arte
más reconocibles del mundo: la bóveda de la Capilla Sistina, la
famosa pintura de la creación y Adán y eso. Es innegable el valor
artístico y la belleza de ésta y mucha otras obras que están en
este museo, no obstante, esta visita me dejó reflexionando sobre
algunas cosas. Es el museo más caro al que he entrado en Europa, y
fue posiblemente el más concurrido también de todos, o al menos en
el que más me atacó la claustrofobia. Toda la visita se sintió
como una carrera de todos los turistas, incluidos nosotros, hasta
cierto punto, para ver la bendita bóveda de la Capilla Sistina.
Hubo alas del museo que mucha gente simplemente se saltó. Los
frescos de los “apartamentos de Rafael” son sencillamente
impresionantes, personalmente me gustaron más que lo que vi luego en
la Capilla Sistina. Al llegar a la Capilla Sistina en sí pues me
topé con varias situaciones que fueron las que luego me hicieron
pensar un poco. Para empezar, como lo mencioné antes, toda la
visita al museo se siente, tanto por como está planificada como por
la manera en que se mueve la gente, como un gran preámbulo para la
Capilla, y mucha gente obvia quizás muchas cosas muy interesantes
antes y después de la parte de la Capilla. Lo otro que me puso a
pensar fue la prohibición de tomar fotos en el lugar, y varias cosas
que se desprenden de esta regla. Creo que todo el mundo hace caso
omiso a la regla y toma fotos, con varios grados de disimulo, porque
hay varios guardas que tratan de que la gente no tome fotos.
Mi hermana trató de tomar una y una guía de un grupo portugués
casi le pega con una sombrilla que andaba. Otra gente por otra parte
se tomaba fotos en grupo, fotos para arriba, para abajo, con o sin
flash, en fin... y entonces me pregunto, ¿por qué prohibir tomar
fotos si todo el mundo lo va a hacer? ¿Por qué la gente, entre los
cuales me imagino habían muchos católicos más o menos
practicantes, simplemente no le hace caso a la regla? Si el lugar es
tan sagrado, ¿por qué dejar pasar a tantísima gente de
manera tan atropellada? ¿Qué nos lleva como turistas a
buscar esas fotos de lugares y cosas que han sido fotografiados miles
de veces, por los mejores fotógrafos y con los mejores equipos, a
pesar de que está prohibido, independientemente de las razones de
dicha prohibición? Pero bueno, supongo que como todo el mundo, yo
estaba ahí porque hay que ir al museo del Vaticano si uno va
a Roma. Para terminar de hacerla ese día, nuestros compañeros de
cuarto del hostal decidieron transportar la fiesta hasta el cuarto,
haciendo bastante bulla hasta altas -o bajas más bien- horas de la
madrugada, y sin invitarnos tan siquiera.
Para el día
siguiente estaba planeada nuestra salida hacia Grecia, la última
parada del viaje para mi hermana, y la última parada en lo que yo
concebí como la primera fase del viaje. Para terminar de llevarme
una mala impresión del país (o más bien de la actitud de mucha
gente), ese día fue bastante desafortunado. Calculamos para llegar
hora y treinta antes de que el avión saliera, que quizás fue
nuestro primer error, pero no contábamos con el verdadero desorden
que había para tomar el bus hacia el aeropuerto, y perdimos el bus
que pensábamos tomar inicialmente. Quizás en ese momento debimos
tomar un taxi hacia Fuminicio, y en retrospectiva, la verdad me
arrepiento de no haber tomado esa decisión, pero lo cierto es que
esperamos el siguiente bus y llegamos con unos 50 minutos de tiempo
al aeropuerto. Nos perdimos un poco inicialmente, duramos un buen
rato pasando por seguridad, y cuando parecía que íbamos a llegar
hasta con 10 minutos de tiempo, al llegar al gate nos dijeron
que el vuelo ya había salido, y que la hora indicada de salida es la
hora en la que el avión ya tiene que estar “en las calles”. En
un país donde la puntualidad suele ser la excepción más que la
regla (como en Costa Rica), este exceso de eficiencia resultó la
gota que derramó el vaso de la mala suerte, y nos costó como 8
horas de tiempo y una cifra no tan despreciable de dinero (aunque
dado el tiempo con el que compramos el tiquete, pues la verdad el
precio no estuvo TAN mal). Nuevamente las aerolíneas baratas
me jugaban una mala pasada que desafortunadamente no ha sido la
última. Lo que he aprendido de este viaje es que entre más viajo
en avión, más me gustan los trenes, aunque sean más lentos y
muchas veces hasta más caros.
Pero bueno, eso fue
Roma, donde la mala suerte y algunos factores ajenos mancharon
nuestra experiencia en una de las ciudades más importantes en toda
la historia occidental. El el aeropuerto e quedé pensando que tiré
una moneda (cinco céntimos de euro) en la Fontana Trevi, con lo que
supuestamente garanticé mi regreso a Roma. Espero tener mejor
suerte la próxima vez.
PD: Gracias Cerati,
me la pusiste facilísima.
PPD: Luego de haber escrito esto alguien me dijo que la razón por la cual no se pueden tomar fotos en la Capilla Sistina es que una empresa, japonesa si mal no recuerdo, ayudó económicamente para la restauración y ahora son dueños de los derechos de imagen o algo así. Me da pereza verificar la historia y reescribir mi profundísima disertación, así que así se queda, ya duro suficiente posteando.