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Drawing Room Blues

Capítulo 1: L'Europe à emporter: El Barco

ITALY | Friday, 8 June 2012 | Views [675]

Venecia es un conjunto de cosas increíbles: la ciudad en sí, su historia, la facilidad para perderse aún consultando un mapa cada diez minutos, el precio que se dejan cobrar por un viaje en góndola, y la cantidad de gente que se encuentra uno en la Plaza de San Marcos a básicamente cualquier hora del día.

Pero bueno, para empezar como siempre con los detalles logísticos, a Venecia llegamos muy tarde, a eso de las 11 de la noche, y bueno, en realidad no llegamos a Venecia, sino a un pueblo cercano que era donde estaba el bed and breakfast donde nos hospedamos. Decidimos hospedarnos ahí porque cualquier otra cosa significaba un golpe significativo al presupuesto, y antes de buscar hostales pensé que nos caería bien unas noches donde tuviéramos una habitación sólo para nosotros. Mónica, la dueña italiana del lugar fue por nosotros porque de otra manera no hubiéramos podido llegar tan tarde, y rápidamente empezamos a conversar sobre Venecia, Roma, y sobre turistas víctimas de esas típicas trampas diseñadas especialmente para uno que no está completamente al tanto de la situación. Como llegamos tan tarde y veníamos bastante cansados de Barcelona, ese día casi que llegamos y nos fuimos directo pa'l sobre.

Fue hasta el día siguiente que fuimos a la famosa ciudad de Venecia. Al estar razonablemente lejos de la ciudad, teníamos que tomar un bus hasta ahí, no sin antes recorrer unos 3 kilómetros en unas bicicletas que habían visto mejores días. Independientemente de su condición mecánica, debo decir que los paseos en dichas bicicletas son, quizás extrañamente, de las cosas que más recuerdo de mi estadía en Venecia. Habían como pequeños trozos de algodón que caían de árboles cercanos, el sol brillaba de manera agradable, y yo pedaleaba con la mayor tranquilidad del mundo, a pesar del insistente sonido de los pedales que no probaban aceite en un buen rato, y ese cuadro inesperadamente romántico se me quedó grabado de una manera bastante particular en mi memoria (también recuerdo los viajes de vuelta, que era básicamente lo mismo sólo que en noches bastante oscuras, y en sectores sin iluminación artificial, y nunca averiguamos cómo se prendían los focos de las bicicletas, si es que servían en primer lugar). Pero bueno, al llegar al centro del pueblo tuvimos que luchar contra nuestros instintos costarricenses, pues teníamos que dejar las bicicletas “amarradas” a un lugar para “parquearlas” durante todo el día. Evidentemente teníamos un candado, pero la malicia tica no tarda en hacer efecto y pensar si eso será realmente seguro; en Costa Rica fijo alguien llega con segueta a ganarse las cletas si nota que llevan horas solas. Luego efectivamente tomamos el bus y nos encaminamos, ahora sí a la mítica capital de la Serenissima.

El laberinto de canales que fuera la capital de una de las grandes potencias renacentistas, y hoy es una de las capitales del turismo italiano, no decepciona y es sin duda alguna un lugar única y una vista impresionante. Quizás lo malo es que eso no es ningún secreto, y la ciudad, que es relativamente pequeña, está completamente repleta de turistas, sobre todo en las áreas más importantes del circuito turístico. Aparte de las naturales molestias de estar en un lugar con demasiada gente, supongo que las cantidades masivas de gente simplemente terminan por agotar la paciencia de la mayoría de residentes, que son los que atienden en restaurantes, bares y atracciones turísticas, donde nos topamos una actitud menos amable que en los demás lugares donde habíamos estado hasta el momento. No obstante, igual nos dimos a la tarea de descubrir el encanto de Venecia, y como siempre, pasamos por los obligatorios must-sees: la Plaza de San Marcos y su Basílica, el Palacio Ducal, que me recordó un poco a Versailles por su cantidad de frescos y otros lujos, el Puente Rialto, la isla de Murano y muchas piazzas grandes y pequeñas que terminan por armar ese bizarro rompecabezas flotante que resultó ser Venecia. Nos perdimos incontables veces, a pesar de que yo juraba seguir el mapa o de que seguíamos los rótulos con indicaciones, pero como lo leí antes de llegar, la verdad perderse así es parte de la experiencia de la ciudad, y fue así como encontramos lugares bonitos que la gran masa turística parece ignorar. El exorbitante precio de los viajes en góndolas nos hizo optar por dejar esa experiencia para una próxima visita (además de que por alguna razón lo veo como una experiencia para una pareja... de novios/esposos y no de hermanos), y nuestro transporte fueron los vaporetti, que son botes que vienen a ser los buses en Venecia.

En fin, Venecia nos gustó por su carácter único, pero lo cierto es que también nos cansó un poco. El último día tuvimos que hacer filas como por una hora y media para poder dejar nuestros bultos en la estación de tren, y por encantador que sea perderse la verdad nos agotamos muchísimo dando vueltas y devolviéndonos para ir donde realmente queríamos ir, y pues a decir verdad nos cansamos un poco de la actitud no muy amable de alguna gente que nos atendió. Aún así, pues igualmente fue una parada sumamente interesante en nuestro viaje, no son muchas las ciudades que sobreviven sin calles en pleno siglo XXI.

El puente Rialto y las góndolas de Venecia... clichés italianos desde 1700 qué te importa.

El puente Rialto y las góndolas de Venecia... clichés italianos desde 1700 qué te importa.

 
 

 

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