Lisboa nos dio la bienvenida muy temprano, después de un vuelo al que llegamos muy ajustados de tiempo, y en el que aprovechamos para recuperar un poco del sueño que perdimos al levantarnos a las 4 de la mañana. De primera entrada, Lisboa nos recordó de cierta manera a Latinoamérica, tanto por buenas como por no tan buenas razones, pero afortunadamente son las buenas las que recuerdo más.
Lisboa fue también la primera ciudad donde no teníamos nadie conocido (mis intentos de hacer couchsurfing fallaron), entonces tuvimos que buscar hospedaje de bajo presupuesto. Francamente, cuando voy a un hostal por lo general espero lo peor y casi que cualquier cosa es ganancia, lo que sí es esencial es que el lugar sea limpio. Afortunadamente nuestra elección para Lisboa fue excelente, el hostal Lisbon Home no sólo tenía un muy buen precio, sino que nos sentimos muy a gusto, muy en casa. Las habitaciones eran bonitas, el wifi era funcional, conocimos bastante gente muy amable e interesante, nuestras compañeras de cuarto eran consideradas y pura vida, y para rematar, la cena que hizo la madre del dueño del hostel tenía ese toque de cocina de mamá (aún si no era la nuestra).
Nuestra ruta turística en Lisboa tuvo que ser, por fuerza y no por elección, un poco más corta que las demás, lamentablemente sólo contábamos con 3 días y 2 noches para conocer la ciudad. En el primer día nos concentramos en Belém, que es una de las partes como más "tradicionales" de la ciudad, me di gusto comiendo pasteles de nata, y nos paseamos bajo el agradable clima de playa que hacía ese día, que nos cayó excelente luego de días bastante fríos en París y Londres. Por la noche decidí aventurarme un poco el nightlife de Lisboa con algunos amigos que hice rápidamente en el hostel, y pude conocer un poco las calles de Bairro Alto, donde la gente compraba sus bebidas en los bares y luego llenaba las calles conversando, tratando de evitar a los vendedores que vendían todo tipo chucherías inútiles. Lamentablemente, entre el precio de las cervezas, que nunca me calzaba con el rojillo que está acostumbrado a pagar uno en Chepe, y la lluvia que cayó en algún punto de la noche, pues como que se nos aguó un poco la fiesta.
Para el día siguiente, como estábamos un poco cansados de museos, decidimos dirigirnos a un Oceanarium que nos recomendaron mucho. La verdad al principio tenía mis dudas, pero en retrospectiva debo decir que el lugar me gustó muchísimo, la verdad es que vi bastantes bichos que no veo uno así como en cualquier lado, y está muy bien hecho el lugar, recomendado si alguna vez llegan a esta ciudad. Como nos quedó un poco de tiempo, pudimos conocer el Castello de São Jorge, unas ruinas de un castillo en la parte antigua de la ciudad, donde disfrutamos de muy buenas vistas de la playa y de Lisboa. Esa noche, para culminar una estadía sumamente agradable, nuestra cena fue arroz con pato (del que lamentablemente no tome fotos), y tuvimos la oportunidad de conocer varia gente en la mesa, fue bastante curioso, sólo nos hacía falta alguien de Oceanía para tener representantes de los cinco continentes en la mesa, todos cambiando entre los idiomas que sabían o tratando de entender los que medio sabían, aprendiendo un poco de los otros, tomando, en fin, por un momento el mundo se me hizo bastante pequeño en esa mesa. Desafortunadamente, por decisiones tontas no pudimos culminar la noche tomando con ellos tranquilamente en los bares de Lisboa.
Al día siguiente tuvimos que levantarnos apresurados para tomar nuestro tercer vuelo en menos en una semana. El siguiente destino: Barcelona.
