Nuestra estadía en Bélgica fue una
decisión que en un inicio lamenté un poco. Las circunstancias eran
las siguientes: teníamos que ir de Amsterdam a París, entonces me
pareció una muy buena idea hacer una parada en una ciudad de
Bélgica, y me hablaron muy bien de Brujas, una encantadora ciudad
apenas para tomar fotos para postcards.
Lo único malo es que esta idea nos salió un tanto cara porque el
sitio de trenes belgas no nos dejó comprar los tiquetes con
antelación, y tuvimos que llegar a la estación a comprarlos para el
día siguiente, lo que nunca es buena idea si uno quiere que le salga
barato.
De
todas maneras, pues ya estábamos ahí y nos dirigimos al alojamiento
de turno, un hostel/bar que estaba bastante decente, aunque nos costó
un poco encontrarlo. Una vez instalados, pues dejamos nuestas cosas
y nos fuimos a explorar las principales vistas de la ciudad, pues la
verdad no teníamos como muchísimo tiempo que digamos. Compramos
algunas chucherías para comer rápidamente en el mercado de al lado,
y nos fuimos a ver las principales plazas, iglesias y parques de
Brujas. El paseo me hizo desistir un poco de la idea que había sido
un error venir, la ciudad es realmente bonita, aunque bueno, es un
poco demasiado turística,
y sí, yo sé que somos turistas también. Luego de hacer un tour lo
más extensivo posible con el tiempo que teníamos, nos fuimos de
vuelta al hostal.
Cuando llegamos por
primera vez al hostal, nos habían hablado de una degustación de
cerveza que se oía prometedora, aún cuando por un momento pensé en
la mala experiencia del “Pub Crawl” de Lisboa. Una vez que me
aseguré que la idea era diferente, pues nos apuntamos para la
degustación, y un tipo con una historia interesante empezó a
hablarnos de las bondades de las cervezas belgas, que realmente
estaban muy buenas. Y luego... algo pasó que le dio sentido a toda
la visita. Ahí estaba ella, vestida para seducir, y vaya que me
sedujo con la primera mirada. Luego ella se acercó un poco, y
estaba a la par mía. Parecía inmóvil, pero para el ojo experto,
ella coqueteaba, con su silencio sólo aumentaba mi curiosidad.
Jamás me lo hubiera esperado, la manera en como me conquistó, fue
amor a primera vista, o al primer trago, más bien, porque en ese
momento descubrí mi nueva cerveza favorita: Delirium Tremens.
Posiblemente algunos la hayan probado, pero si no lo han hecho y
alguna vez tienen la opotunidad de probarla, háganlo con toda
confianza, y casi podría asegurarlos que se enamorarán también.
Luego vinieron otras, pero mi corazón le fue fiel a esa seductora
rubia, que con otros dos besos profundos me mandó a la cama feliz y
contento.
Lo más
sorprendente de todo fue que al día siguiente no sentí una gran
resaca, podría jurar que hasta me sentí mejor que el día anterior,
bueno, exceptuando el hecho de que tuve algunos problemas encontrando
mis anteojos. Superadas estas vicisitudes, nos encaminamos a la
estación para dirigirnos a París.