Transilvania no es
realmente una ciudad, es más bien una región de Rumania (que dicho
sea de paso ha tenido una historia algo tumultuosa, ha cambiado de
manos varias veces) que es normalmente asociada con cosas oscuras,
con vampiros y brujas. Es también una región que quedaba
convenientemente ubicada para mis propósitos de hacer una ruta
turística hasta Praga, próximo lugar donde tenía que estar.
Esta fue la primera vez que estuve realmente solo en el viaje, y
debo decir que aunque al principio estuve algo preocupado, pues la
verdad la experiencia fue bastante buena, aunque sólo fuera por un
par de días que estuve viajando sin mayor compañía.
La primera ciudad a
la que me dirigí se llama Sibiu, y está a unas 5 horas en bus de
Bucarest, de donde salí bien temprano, como a las 7 y 45 de la
mañana. Luego de un viaje en el que pasé dormido el 75% del
tiempo, llegué a la encantadora y pequeña ciudad, que tenía un
aire particular, y donde vi por primera vez los que denominé los
techos “Big Brother”, techos que tenían ventanas que parecen
ojos, que podrían a sudar a los más paranoicos. Luego de llegar,
me movilicé al hostel de turno, un pequeño lugar con unas 16 camas
y con una de las soluciones de baño más... originales que he visto
en el viaje hasta ahora. Luego aproveché para ir a comer comida
típica rumana a un restaurante cerca del pueblo, y posteriormente
hice uso de mi encanto natural y mi extrovertida personalidad para
hacer unos amigos en el hostal, con los que pasé el resto del día.
Terminamos en un concierto/show de un grupo de músicos/cómicos
bastante interesantes, y luego cenamos una pizza en uno de los pocos
restaurantes que quedaba abierto. Uno de los tipos que conocí tenía
2 años y 7 meses de estar viajando, y le quedaba sólo una semana de
viaje. Él decía que iba a ser difícil, pero que ya iba siendo
tiempo de volver a la vida real.
Al día siguiente
me movilicé de nuevo, esta vez a la Ciudad de Cluj-Napoca, para irme
acercando más a Hungría. En esta ciudad tuve algunos problemas
para llegar al hostel, pero una vez que llegué me llevé la
agradable sorpresa de que el personal era realmente excelente, y los
encargados rápidamente se hacían compas de todos los huéspedes.
Ese día según yo iba a caminar por todo lado para tomar fotos aquí
y allá, pero en cambio terminé saliendo con un grupo de gente del
hostel, entre ellos la dueña y su novio, un estadounidense que
trabajaba como hostel consultant, uno de los trabajos más
singulares que haya visto en la vida. Primero fuimos a un
restaurante donde por fin puede probar el Papanasi, un postre típico
rumano que son como donas fritas con natilla y jalea de mora, no muy
light que digamos, pero bastante bastante bueno. Luego,
salimos a echarnos unas birritas, y anduvimos por varios lados, poco
a poco el grupo se fue desgranando, hasta que quedamos sólo el
hostel consultant, un holandés y yo, tomando la última birra
en un bar de jazz cerca de las 4 am de la mañana.
No pude dormir
mucho porque tenía que tomar mi tren hacia Hungría a eso de las 10 de la
mañana, pero bueno, rápidamente tomé mis cosas al día siguiente,
y me marché a la estación de tren, con muy buenos recuerdos de esta
primera experiencia viajando solo, y con el deseo de que sean ratos
como este más la regla que la excepción cuando llegue el momento en
el que tenga que viajar solo.