Es un movimiento que nació en 1989 de la mano de Carlo Petrini con el propósito de salvaguardar el extraordinario patrimonio alimenticio, las diferentes expresiones del territorio y de las culturas.
Se origina para hacerle frente al fast food y desde entonces trabajan para mantener la biodiversidad, no solo de las especies, frutas y verduras, sino también de la diversidad cultural que conforman los pequeños productores, pescadores y transformadores.
En los años 90´s se dieron cuenta que no era suficiente con defender los productos y métodos de producción, sino que además había que defender a las comunidades y sus economías que son los que ayudan a producir y proteger esos productos.
Fue en ese momento que decidieron crear un evento en el que reunieran a las diferentes comunidades de todo el mundo para que mostraran sus costumbres y se retroalimentaran de las de otros pueblos. A este encuentro se lo llamó Terra madre y cada dos años se reúnen en Turin.
Luego este movimiento comenzó a esparcirse haciendo adeptos en todo el mundo, y se convirtió en la expresión de un sentimiento en común. ¿Y cuál es ese sentimiento en común? Que la madre tierra nos trajo juntos a una hermandad universal. Pero que además todos tenemos el deber de defender la naturaleza, la biodiversidad, la calidad del agua, del aire y la fertilidad del suelo. Porque no se puede hablar de comida sin hablar de medio ambiente. No se puede hablar de salud sin hablar de la calidad de la comida, todo está interconectado.
Es imprescindible tener una visión holística en la cual cuando hablemos de comida, también lo hagamos de ecología, cultura y economía. Entender que pese a las diferencias espirituales, culturales y geográficas, todos vivimos en el mismo planeta.
Y esto es lo que ha convertido a slow food en un proyecto internacional que actualmente involucra a más de 170 países.
Resumido en sus 3 puntos de base, slow food propone que la comida de calidad debe ser buena, limpia y de comercio justo.