Mi llegada a Etiopía se asemejaba bastante a lo que me había imaginado en Madrid. Además del retraso del vuelo desde Dubai, se añade la espera para obtener el visado, que si eres español es tan fácil como pagar 50 dólares, y la espera a que salieran las mochilas. Un tiempo mayor del que cabría esperar para un aeropuerto internacional y para la considerada como mejor aerolínea africana.
En la pequeña sala de recogida de equipaje se aglomeran más de 300 personas del mismo avión, innumerables maletas por los pasillos, quizás extraviadas de anteriores vuelos, y carritos que entorpecen aún más el paso entre la maraña para acceder a la cinta transportadora. Todo parece caótico, pero no. Los trabajadores del servicio aeroportuario de portadores se escapan del caos y con su visible chaleco naranja fosforito se mueven con agilidad para dar a sus clientes las maletas que les han pedido recoger. Están al acecho al principio de la cinta para dar salida a su mercancía lo antes posible y así aliviar un poco la aglomerada sala de espera.
Aún habiendo tenido un retraso considerable la persona que debe venir a recogernos no aparece y tan solo gracias a Benjamin, un empleado de otra agencia de viaje, conseguimos contactar para que vengan cuanto antes a por nosotros. En la espera, otra vez esperando, Benjamin nos cuenta las primeras batallas de Etiopía. Entre ellas que ese día era el fin del año etíope, para ellos acaba el 2009. ¡Genial! Este año tendremos dos celebraciones de fin de año.
Tras la ventanilla del coche vislumbramos un día nublado y con llovizna que crean una Addis Ababa sombría y grisácea, incluso podría decirse que estuviéramos en Bruselas (Addis es también la capital de la Unión Africana, al igual que Bruselas de la Unión Europea) sino fuera porque más del 50% de los edificios están en construcción. Bueno, para ser realista, dejaron de estar en construcción hace muchos años, ahora tan solo son esqueletos de hormigón y acero en medio de una ciudad que se adivinaba próspera hace años.
Entre los edificios terminados se encuentra un edificio de mas de 15 plantas con un centro comercial, en el que se ubican los headquarters de Ethio Tour & Travel, lo qué más adelante será conocido como “cuartel general de Bisrat” y donde pasaremos nuestra noche de fin de año.
En la misma oficina conocemos a Bisrat, G/Manager se puede ver escrito en la puerta de su despacho, y a parte de su séquito de “sirvientes”, y tras múltiples intentos fallidos por pagar nuestro próximo tour y silencios el los que nos preguntábamos “¿Hola? ¿Estoy aquí? ¿Alguien hace caso a sus huéspedes?”, Bisrat manda llevarnos a su guesthouse para dejar las cosas y, cuando parece que por fin podemos descansar un poco, el sonriente chavalín que nos había acompañado no encuentra la llave, que debería estar alojada en su lugar secreto: el marco de la puerta.
Tras otra larga espera vuelve con las llaves. El apartamento no es muy cómodo ni está limpio, pero tiene una wifi decente. Demasiado para un apartamento gratis en el centro de Addis, junto al Hilton y el Intercontinental. Trasteando en Internet y a la espera de que alguien nos diga que hacer, pues las dos habitaciones están ocupadas, se hace de noche y decidimos volver a la oficina. Aprovecharemos para pagar, si podemos, y recopilar información. Aunque Bisrat hace mil llamadas para conseguir que el datáfono funcione (hombre de negocios movido por una premisa “show me the money”), aún no conseguimos pagar, pero sí algo de información y una SIM card.
En resumen son las 8 de la tarde y prácticamente no hemos hecho más que ir de un lado a otro y esperar, esperar mucho. En ocasiones me sentía como Asterix en “La casa que enloquece”. En cualquier caso, hemos conocido a Bisrat, un personaje y el jefe que más adelante nos dará soluciones a todos nuestros problemas y demandas. Además, nos recomienda un sitio al que él acostumbra a ir, para pasar nuestra cena de Nochevieja etíope particular comiendo “good value for money” comida tradicional etíope. Así pues, en el “Top One” comemos una deliciosa comida Etípoe (Tibs y el omnipresente injera) y celebramos el fin de año con unas cuantas cervezas y música festiva de fondo.
Antes de ir a dormir hacemos la última visita a la agencia, son las 11 de la noche, es fin de año y Bisrat sigue trabajando, él y sus “sirvientes”, preparados con sus mejores ropas para cuando el jefe les deje marchar a sus fiestas de fin de año. El semblante de uno de ellos, feliz, cambia radicalmente cuando Bisrat le pide que nos lleve a ver los fuegos artificiales al centro. Es tan radical el cambio de humor del chaval que declinamos la invitación, sabiendo que para él sería una gran putada. Bisrat es así, soluciona los problemas del cliente, a costa de una total disponibilidad de su gente.
Ya en el apartamento, echamos del salón a un surcoreano okupa-chupa-wifi (que previamente habíamos dejado entrar en “nuestra casa” pues nos lo habíamos encontrado sentado al lado de la puerta con una manta encima intentando conectarse a nuestra wifi) y decidimos metemos a dormir en la habitación que parece más recogida y ordenada (aun con maletas en ella).