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Manu@l de viaje

RÉGIMEN ADMINISTRATIVO DE MACAO

MACAU | Wednesday, 5 October 2016 | Views [331]

Maestro de medicina tradicional Woo Yip On. Macao

Maestro de medicina tradicional Woo Yip On. Macao

Estaba emocionado, es la primera vez que voy a China y, según me dice mi hermano, resulta que no es China, es el Régimen Administrativo de Macao, antigua colonia portuguesa y en donde, por ejemplo, está permitido el juego. En definitiva un extraño limbo en el que ni siquiera te sellan el pasaporte. Pero, no nos engañemos, en el fondo estaba emocionado por que iba a descansar una semana en casa de mi hermano.

Lo de Macao, entre nosotros, ya lo sabía. No me imaginaba, en cambio, que fuera una ciudad tan limpia y aunque desde el piso 25 donde vive mi hermano los techos de metal se ven oxidados sus calles están relucientes gracias a los numerosos barredores, que veo desde el primer día.

No me equivoco si digo que los habitantes de Macao tiene un buen nivel de vida. A todos los niños, por ejemplo, se les puede ver con un Iphone 6 o similar, además siempre comen en restaurantes a la salida del colegio, lo que supone un gasto adicional para sus familias. Lejos quedan los problemas económicos que sufrieron en los años 50 a raíz de la crisis de su principal fuente de ingresos en aquel entonces, la pesca. Y es que Macao llegó a contar hasta con 20.000 barcos pesqueros que cubrían la demanda de sus ciudades colindantes.

Caminar entre sus barrios es un privilegio, pues la diversidad y los contrastes que se encuentran es única en el mundo y después de pasar unos días allí no me extraña que la UNESCO haya declarado también a Macao Patrimonio de la Humanidad. En esta ciudad puedes oler el incienso que los devotos encienden tanto en pequeños altares a ras del suelo en medio de las calles como en sus tranquilos templos chinos (el más famoso el llamado A-ma Temple), o tener que esquivar a los cientos de turistas, en su mayoría chinos, que admiran y fotografían lo que queda de la fachada en ruinas de St. Paul, una antigua catedral. Hay fortalezas con sus cañones y un faro, que aún sigue en funcionamiento, construido por los portugueses pero también hay cuidados jardines japoneses y antiguas mansiones de dirigentes Mandarines, como la de Zheng Guanying, famoso por su obra agorera: “Words of Warning in Times of Prosperity”. No puedo no amar este título para un libro.

Puedes pasar de caminar entre una calle comercial moderna estilo europeo a caminar entre cientos de pequeños locales chinos, vendiéndote su grasienta comida o tradicionales baos. Los edificios modernistas y racionalistas se mezclan también con enormes rascacielos y las típicas casas-cárceles de Macao, creando una ciudad de dos alturas.

El mercado rojo, que nada tiene que ver con los mal afamados barrios rojos de muchas ciudades, es de construcción occidental (similar al típico mercado madrileño) pero los alimentos que se venden y las costumbres que se ven están lejos de parecerse a lo que conocemos en España: pequeñas peceras con peces vivos para venderlos frescos, pollos de color negro, vendedores sin camiseta o exposición gratuita de diferentes órganos colgadas en ganchos, como si de la orgullosa colección de un asesino psicópata se tratara. Al contemplar el mercado rojo comprendo un poco más a los vegetarianos y su opción de dieta gana muchísimos puntos. Menos mal que todavía esos puntos no superan a los que otorga una sola panceta a la brasa, que venden en cualquier puesto callejero.

Pasear por los parques, donde la gente hace su vida de ocio, es una experiencia totalmente China: se les puede ver practicando Tai Chi, meditando en silencio, corriendo, apostándose su pensión (si la tienen) a las cartas y jugando apasionados a las damas chinas. Pero, por el contrario, pasera por ciertos barrios es volver a Europa. El barrio de San Lázaro usa el resbaladizo empedrado portugués, que también vi en Sao Paulo, el teatro Dom Pedro fácilmente lo puedes encontrar en París y cuando hablas del cementerio protestante en lo primero que piensas es en el cadáver de un alemán rubio de 2 metros.

Subiendo a la pequeña colina de Barra Hill se accede a la iglesia de Santa Sancha, como la que puede haber en cualquier pueblo de Castilla León, desde la que se puede contemplar el mismísimo Seattle, o por lo menos una torre parecida a la suya. Y si te despistas de camino, puedes encontrarte a las puertas de un gran casino.

Por que, como he ya he dicho, en Macao se juega. A los chinos les gusta el juego y eso lo sabe el bueno de Anderson. No puedo asegurar nada, pero dicen que los casinos facturan el triple que en Las Vegas y que cuando se construyó el complejo del Galaxy pensaban amortizarlo en 10 años y tan solo tardaron 3 en hacerlo. Y es allí, en el Galaxy, donde comienzo mi experiencia de lujo y apuestas. Un enorme complejo, que aparte de casino, tiene mil tiendas (todos los casinos son en el fondo centros comerciales), chalets con su piscina privada y una piscina común que simula un río, en la parte superior del mismo, para los 4 hoteles que tienen alrededor . Entre ellos el Ritz, donde decidimos aprovechar su oferta de jueves: el aperitivo. Un Todo Incluido de 2 horas de buffet  italiano y cócteles por unos 30 euros. Damos buena cuenta de todo ello mientras las agradables camareras nos dan conversación para mantenernos entretenidos (nada escapa al azar en el Ritz). Después vemos el Venetian que no deja de ser un gran centro comercial con canal y gondoleros cantarines, más bien cutre pero que los chinos adoran, en una de sus plantas. Vemos también el recién estrenado Parisian, con su torre Eiffel a escala ½ y sus emocionados chinos apostando a juegos incomprensibles para mi, pero que según parecía no requerían más habilidad que la concentración y poder mental del jugador para ganar la partida. No dudaban en estrujar las cartas al mostrarlas para una mayor efectividad de su poder.

También hay que destacar el Museo de Historia de Macao. Un museo inesperadamente moderno donde explican la vida de sus gentes y la historia por la que han pasado de una manera entretenida y didáctica. También se aprende detalles vitales e indispensables como la ceremonia de la eucaristía en tiempos coloniales y la procedencia de la palabra té. La raíz de esa palabra en todos los idiomas es puramente china, dependiendo si proviene del chino cantonés que lo denominaba te o si lo hace del chino mandarín que lo pronunciaba chá. De ahí que por ejemplo los españoles lo llamemos té, los ingleses tea y que, por el contrario, los indios lo llamen chai y los portugueses chá.

Pero mi experiencia en Macao, no sólo se limita a pasear por sus calles, comer sus comidas y apostarme mi presupuesto de hospedaje en los casinos, también decido visitar a un especialista para que me revise el oído. Aún seguía dándome problemas y es que, por lo visto, coger aviones sin parar no ayuda a la recuperación de una infección de oído. Ya que la medicina moderna no ha surtido efecto y he cubierto el cupo de antibióticos que puedo tomarme no tengo más remedio que acudir al doctor Woo Yip On. “Mestre de medicina tradicional China” reza en portugués su cartel, pero para mi es tan solo Woo, después de la confianza que cogí con él tras sesiones de acupuntura, cremas pringosas, masajes de cabeza y oído e ingerir brebajes desconocidos que sabían a rayos, si es que los rayos supieran a algo vomitivo (que lo dudo). Se convirtió en una rutina diaria, como quien va al bar a tomarse una caña mientras charla con los parroquianos. En mi caso el parroquiano era Woo y la birra sus repugnantes chupitos de veteasaberquémejunje. Pero, como pasa en los bares, unas cuantas visitas después mis problemas quedaron resueltos. En el fondo la medicina tradicional funciona, de ahí que se siga usando en muchos países del mundo, en ocasiones hay que confiar en los profesionales locales que llevan miles de años usando la misma ciencia de manera efectiva.

No. En realidad no, en realidad mi historia de esperas en hospitales es aburrida y no tiene sentido contarla en este post. Sólo deciros que me sorprendió lo limpio de los hospitales, que estaba como Bill Murray en Lost in Traslation y que en ocasiones también me sentía un poco como Asterix en La Casa Que Enloquece, subiendo y bajando escaleras para rellenar formularios, pagar, hacerme pruebas o yendo a la consulta, entre otras cosas.

Tags: macao, medicina tradicional

 

 

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