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Manu@l de viaje

LOMBOK. LA AUTENTICIDAD DE LAS GILI.

INDONESIA | Saturday, 10 September 2016 | Views [604]

Proa frente a las otras Gili. Lombok

Proa frente a las otras Gili. Lombok

Sería injusto no escribir sobre la hermana pequeña de Bali, la isla de Lombok. Aunque, para ser totalmente justo tampoco podemos llamarla hermana pequeña pues Lombok, por suerte, tiene su propia personalidad y la autenticidad que Bali ha perdido.

La transición, no obstante, la hago paso a paso y en primer lugar desembarco en la popular Gili Air. La más pequeña de las tres Gili´s del norte de Lombok, recorrerla de norte a sur tan solo son 15 minutos. Aunque recorrerla, para llegar a mi alojamiento, con calor, humedad y la mochila a mi espalda parece eterno. Merece la pena, el hospedaje tiene un precio asequible, piscina, bungalows coquetos, una pequeña tienda de ultramarinos cerca y está en la zona norte, una zona tranquila de la isla y apartada de la playa.

Las tres islas, me atrevería a decir, son lo más visitado de Lombok pues los turistas que paran en Bali atraídos por sus exóticas playas y su vida nocturna no dudan en subir a los fast boats para llegar a ellas. Así llegué a Gili Air, en un fast boat repleto de turistas ansiosos de fiesta que se dirigían a Gili T., la que ofrece más vida nocturna de las tres. En Gili Air, en cambio, se bajan todas las parejas…y yo.

Aunque es la menos ocupada de las tres, la isla está preparada para el turismo, para parejas y familias felices. Se trata de una isla idílica donde pueden encontrarse, en casi toda la línea de costa, restaurantes románticos que ofrecen vistas a playas preciosas, al mar azul turquesa, a Lombok o a la puesta de sol (en el lado opuesto de Lombok). Entiendo perfectamente por qué la gente quiere venir a esta isla.

Por si esto fuera poco también hay una zona, en el sur, donde hacer snorkel es un auténtico placer. Los peces (y alguna tortuga), atraídos por la protección y comida que ofrece la barrera de coral, abarrotan esta zona. Sumergir la cabeza en esta agua es dejar de lado todo lo que ocurre alrededor, olvidarte del transcurso del tiempo, olvidarte de las parejitas felices, de los turistas ingleses y los chalecos salvavidas naranja fosforito que, también, abarrotan esta zona de la isla.

Hay miles de peces de diferentes colores y formas, que no puedo mostrar en fotos pero que intentaré describir detalladamente lo mejor que pueda. Los hay pintados como payasos, con una sonrisa perpetua y ojos saltones; los hay diminutos de un azul intenso; los hay, también, con rayas en horizontal, vertical o en diagonal. En este desfile tampoco falta Bruce, de Buscando a Nemo, ni enormes bancos de peces destellantes. Los hay mas grandes, como besugos, que con diferentes colores recorren el fondo marino, a la hora de la cena veremos a muchos de ellos dispuestos en las mesas donde los ofrecen para asar a la parrilla. Encuentro también uno, el más singular de todos, que observo durante un largo tiempo. Su cuerpo no es plano, como el de la mayoría, sino que es abultado en la zona de la cabeza pero que acaba plano de una forma abrupta. Es de color marrón claro pero moteado con pequeños círculos blancos perfectos. Y, lo más divertido, es que todas sus aletas (laterales y dorsales) se mueven realizando giros de 360º lo que confiera a su cuerpo, en principio tosco, una gracia y agilidad insólita.

El atardecer, aunque no se puede ver el sol, es espectacular. Parte del cielo y las nubes se vuelven rosas anaranjadas sobre un fondo azul y el mar, absolutamente en calma, forma un calidoscopio simétrico en el horizonte.

Aunque, como digo, la isla está preparada para el turismo hay un momento en el que me encuentro solo, perdido entre los pequeños caminos interiores. Son pocos minutos hasta que llego a al homestay, pero son esos momentos de tranquilidad, en silencio y en la poca espesura que puede crear un bosque de palmeras, los que valen el viaje hasta la isla. Después, inspirado por el paseo, intento retratar, auque de manera inútil, las estrellas y palmeras con mi cámara fotográfica (se ve que necesito más práctica).

Encuentro, también, en la isla, mi lugar en las playas que la rodean. Se trata de una zona de fina arena con sombra en la que no hay bares ni sombrillas ni turistas pero que comparto con pescadores locales, de los de caña y anzuelo. Uno de ellos me muestra, orgulloso, la pesca del día y me ofrece una porción de la fruta que está tomando, que aún, a día de hoy, no he vuelto a ver ni probar.

Cuando parece que me he hecho a esta isla, el médico me diagnostica otitis y me prohíbe bañarme. Es sin duda una maldición que me obliga a replantearme mi futuro inmediato. Privado de inmersiones y de su vida acuática es cuando decido huir de la isla maldita y realizar el trekking al volcán Rinjani (que necesita su propio diario).

Acaba el trekking de Rinjani y, creí que no iba a pasar en todo el viaje, necesito un día de no hacer nada. Un día de playa, sin ninguna otra pretensión que estar tirado en la toalla, dormir, leer, un pequeño baño, comer o como mucho alguna conversación intrascendental.  Fácil, en Kuta Lomok (al sur de Lombok) hay varias playas a tiro de scooter que ofrecen exactamente eso. Elijo Mawun beach, una playa semicircular protegida por dos pequeñas colinas, por el medio de las cuales entra el agua de una manera tranquila. No hay olas, eso hace que tampoco haya surferos y que seamos cuatro gatos los que disfrutemos de las maravillosas vistas, el agua cristalina y la arena blanca de una de las mejores playas de Lombok. El día pasa rápido y mis músculos agradecen el sol y el merecido descanso que proporciona 6 horas de no hacer nada.

El día siguiente es más exigente, pero no por ello menos placentero. La excursión requiere una hora de scooter hasta Lembar, desde donde contratamos un barquero que nos lleve a ver las otras Gili (Gili significa isla en la lengua local), que nada tienen que ver con las Gilis del norte, muchos más grandes y, por tanto, más explotadas. Las Gili en cuestión son: Gili Nanggu, Gili Sudak, Gili Kedis. La última, la más pequeña de todas con apenas unos 10 árboles y una pequeña playa de náufrago, es donde pasamos casi todo el día, sintiéndonos multimillonarios en nuestra propia isla (aunque es cierto que turistas entraban y salían de nuestras posesiones). Gili Nanggu en cambio es una isla privada, aunque permiten la entrada pagando una pequeña cantidad. Es en esta isla donde también es posible hacer snorkel y, aunque los peces no son más bonitos que en Gili Air, es espectacular la gran cantidad de corales que están cultivando en esa zona de la isla. Un proyecto del gobierno que está replantando la zona con cientos de diferentes tipos de corales de zonas cercanas para crear un fondo marino diverso y colorido.

Antes de dejar la zona pasamos con la barca por un santuario de enormes estrellas de mar. Estas, en concreto, son marrones y con pinchos negros en toda su superficie superior que le dan un aire de personaje maligno del Supermario Bross.

La vuelta en scooter al homestay Bananas, en Kuta Lombok, es el principio del fin de mi estancia en Indonesia. Un recorrido que incluye un nuevo trayecto en taxi a Lembar, un intento de llegar al aeropuerto en la cabina de un camión, un ferry nocturno de 5 horas de duración, un taxi-moto que nos transporta, a mi mochila y a mi, al aeropuerto, una breve conversación con una turista a la que ofrezco mis dotes de psicólogo y un desayuno occidental a base de bacon.

Abandono la isla con la sensación de que Bali en algún momento fue como Lombok: con atractivos turísticos salvajes y auténticos, pero que en algún momento todo se torció por el comprensible empeño de la industria hotelera y de restauración para complacer al turista, perdiendo así su verdadera identidad como pueblo. Abandono Lombok con el presentimiento que acabará convirtiéndose en otra extensión fiestera y playera de Australia, Nueva Zelanda, Inglaterra o España. Ya ha empezado y las Gili´s del norte ya saben de que hablo.

Tags: beach, estrella de mar, gili, lombok, playas, snorkel

 

 

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