4 de Septiembre 2016
Camino de bodas, resuen y peleas.
La atmosfera cuando subo al barco que me trasporta de Gili Air a Lombok ya es distinta. Los pasajeros ya no son ingleses con ganas de fiesta sino trabajadores que regresan a sus casas después de la jornada. El camino hasta Senaru, desde donde comienza el trek, nada tiene que ver con las carreteras repletas de motos y coches de Bali. Hay coches y motos, pero se puede circular con facilidad sino fuera porque nos cruzamos con tres bodas en el camino. Según me asegura el conductor, durante las bodas se corta la carretera, tan sólo uno de los sentidos, pues un festival de chicos y chicas, por separado, recorren con música y bailando desde la casa del chico hasta la de la chica. Es un momento alegre y los participantes saludan sonrientes a los coches que, despacio, pasan junto a la comitiva. Vestidos con trajes típicos y con la música en directo es un excelente momento para contagiarse de su espíritu festivo y relajarse camino del volcán.
Una vez en Senaru paramos en la casa del jefe que prepara la travesía. Charlando con él y su familia me siente cómodo y gracias a su hospitalidad me siento, por momentos, como en casa. Nos despedimos pronto para dormir y así estar descansado para la inminente caminata de tres día y dos noches, no sin antes avisarme que donde duermo habrá ruido por una fiesta local. ¿Por qué? Si quiere que descanse ¿Por qué me lo dice? Ya ha encendido la mecha de mi curiosidad y nadie puede convencerme de no acercarme, con mi cámara, a conocer su fiesta local.
Todo está muy oscuro en la fiesta, pero parezco intuir dos personas con una brecha en la cabeza. Me quedo perplejo, dudando si la sangre que veo en la cabeza es real pues ríen como si nada les ocurriera. Más tarde, al día siguiente, me cuentan que la fiesta local empieza con un “stick fight”. Resumiendo, se dan de palos de cintura para arriba en una batalla a dos con un endeble escudo como única defensa.
Sorprendido por la sangre en la cabeza (aún sin saber el significado) conozco a Alam. Me invita, sin dudar, a pasar un tiempo sentado en la parte de suelo que le corresponde. Me presenta a familia y amigos mientras insiste en que beba resuen, un destilado casero de arroz. Parece que tengo escrito en la frente con luminosos de neon: “Bebedor de brebajes alcohólicos sin ningún control sanitario”. No puedo beber “eso” y con ello jugarme no poder hacer la excursión al volcán. Así se lo hago saber a Alam (y al resto) y aunque creo que comprende mi preocupación no ceja en su empeño. Finalmente caigo y pruebo un poco. Después comienzan los brindis con cada uno de sus amigos, algunos repiten. Intento controlar y bebo “little by little” mientras ellos se lo beben de un trago. Sin pedírselo y con el poco inglés que saben me cuentan su vida. La mayoría son portadores en las ascensiones al Rinjani, de hecho Alam también sube, como yo, al día siguiente. No tienen mucho pero me lo ofrecen todo. Desde cigarrillos con un sabor dulce hasta una brocheta de pollo (espero que fuera pollo) ultrapicante. Todo riquísimo, todos contentos. Me ofrecen también bailar en su fiesta local. Por 10.000 rupias puedo hacerlo con una bailarina local. Por lo visto en esto consiste la fiesta local: Darse de golpes, beber para olvidar y bailar con chicas por dinero. No es de extrañar que el número de mujeres sea notablemente inferior.
Cuando comienza el baile Alam ya está durmiendo plácidamente sobre el suelo y me acompaña Giorgio. La obsesión de Giorgio es que baile e insiste con seriedad en que tiene una responsabilidad para comigo. Repite lo mismo varias veces mientras sigue bebiendo, abrazándome y sonriendo. Finalmente decido no bailar, puede que haya sido un error no hacerlo, pero bailar mientras le pago a una bailarina frente a un pueblo entero me resulta, como poco, extravagante (por no decir jodidamente fuera de lugar). Nos despedimos con promesas vacías de borrachos y vuelvo al hostal en plena oscuridad con una sonrisa estúpida, no sé si por el resuen, por la sensación de pertenencia a un grupo o por conocer un poco más esta cultura.
Sí, me he jugado la ascensión, pero no podía dejar pasar la oportunidad de relacionarme con los auténticos héroes de Lombok: los portadores.