Muchas cosas han pasado, y nuevos caminos se presentan ante mí por recorrer,
ansiosa por patear mi propia historia.
Comencé a publicar artículos en esta página web el año pasado, cuando me encontraba
recién llegada a Brazil. En aquel momento Brazil cubría todas mis expectativas,
mis energías, y mis sueños.
Hoy, habiendo pasado esa etapa, estoy a punto de emprender una nueva.
¿Quién hubiera pensado que iba a ir a México, ahora?
Me acuerdo cuando en 2008 y 2009 planeábamos entre fantasía y realidad, la
posibilidad de ir a México con Laura y Flavia. Me interioricé, analicé, lo
pensé, por primera vez me lo planteé como destino para saber lo que mas me
gusta, trabajar en turismo.
Luego, las vueltas de la vida hicieron que no fuera, ninguna de nosotras
pudo ir. Me quedé en Villa la Angostura, que loco, en ese momento mi plan B fue
Brazil, se me cruzó Matías, pensé que juntos podíamos hacer algo mas adelante,
me seguí quedando en ese paraíso de la Patagonia Argentina un año y medio
más, luego habiendo terminado con Matías finalmente se pudo concretar lo de Brasil, y, cuando menos me lo
esperaba, cuando me relajé, cuando estaba haciendo la evaluación de lo que
había sido mi temporada en Brasil, pedí algo que fue peligroso, o por lo menos
eso pensaba en ese momento.
Había tenido trabajo, alegría, conocido gente de todas partes del mundo,
aprendido portugués, me había visitado mi familia, había aprendido un montón de
cosas de cultura general, algún que otro hombre había pasado por mi cama, pero
no por había sentido eso, algo especial por ninguno de ellos, un romance, eso
pedí, solo un romance de esos días inolvidables de verano en la playa, sol,
mar, caminatas y relax.
No se asusten (como yo lo hubiera hecho si me contaban el final de la
historia), esto no es una historia de amor, es la realidad sobre cómo emprendí
este viaje inesperado a México, y de cómo la vida nos va llevando por sus
pruebas, mientras nosotros nos empeñamos en planificar otras telarañas.
Faltando 10 días para irme, entrando en la semana santa, Gustavo, el único
huésped que teníamos en el hostel, me invita a jugar al pool. Ahí me cuenta que
es mexicano, que hace 7 meses que está viajando en su moto. Le digo que soy muy
mala jugando, y que además no me gusta, pero no importa, jugamos 3 partidos.
¿Gané, perdí? No me acuerdo ya, él tampoco era muy bueno jugando. La charla
transcurre sin ningún sobresalto, pero fue muy distendida y amena. Luego cada
cual sigue en sus cosas, y entrada la noche, mientras mirábamos tele, cuando no
parecía haber plan divertido para hacer, me invita a ver una peli. Le digo que
sí, después de todo él era el único huésped y yo le tenía que proporcionar
algún tipo de oferta turística.
Mientras mirábamos la película, se me cruzó por mi mente que podía llegar a
tener otras intenciones, sobre todo porque como estábamos mirándola en mi note
book nos habíamos tenido que acercar ya que la pantalla era pequeña. Pero,
claro estaba que yo, como siempre hasta ese momento, no iba a dar el primer
paso, así que seguía en el plan peliculero que por cierto estaba divertido.
Termina el film y Gustavo amablemente me acompaña a llevar las tazas a la
cocina, me ayuda a enchufar los cables de los parlantes que había desenchufado
previamente, y cuando me dispuse a hacer la mía, poniendo la alarma del celular
que me prestaba Yanina para despertarme, sigilosamente viene y me da un beso.
Ese primer beso selló lo que serían una seguidilla de encuentros
clandestinos nocturnos, y prontamente diurnos, donde nos dedicamos al disfrute
por el tiempo que durara, o por lo menos así era mi filosofía, no pensar en el
tiempo que establece la cabeza, sino que sea pleno mientras dure.
Recuerdo una noche en que me preguntó si me gustaría compartir un tramo de
su viaje en moto hasta las Cataratas del Iguazú, sabiendo que tenía intenciones
de ir para allá cuando terminase mi trabajo. Le dije que no, que tenía
demasiado equipaje para su moto. Él me respondió que yo no me preocupara por el
equipaje, que de eso se ocupaba él.
Accedí en los días siguientes a ir durante el día a conocer el sur de la
isla que desde que había llegado hacía casi 6 meses atrás quería, pero por el trajín
diario todavía no había podido. Fue nuestro primer viaje en moto juntos. Y
recuerdo, con detalles precisos, luces, caricias y paisajes que fui recorriendo
hasta la playa de Naufragados.
Le siguió en otra ocasión que le respondiera con sí o con no a una
respuesta. Asentí, y me preguntó si tenía ganas de viajar con él hasta las
Cataratas de Iguazú, a lo que respondí que sí, y bueno, quedamos en que
iríamos.
El viaje hasta Foz do Iguazú fue hermoso, nos tocó lluvia en los primeros
tramos, pero no me importó porque yo estaba feliz, y además porque la
vegetación iba cambiando constantemente, y yo me deleitaba observando su metamorfosis.
De la sierra al campo, de la selva a las montañas, que increíble la diversidad
de paisajes tiene un país, siendo que generalmente nos llegan masivamente sólo
algunos de los atractivos que tiene.
Las Cataratas fueron alucinantes, descomunales y recomendables. Hicimos
ambos lados, el de Brasil un día, y el Argentino el otro. Sin desmerecer pero
debo concordar con la gente que dice que si tuvieran que elegir uno, se
quedarían con el lado Argentino, que es desde donde se ven mas gigantes, y se
puede apreciar la garganta del diablo, además de que uno queda encima, por
debajo o con un contacto mas directo con los saltos de agua.
El mismo día luego de haber visto las cataratas del Iguazú me tomé un ómnibus
con destino a Buenos Aires donde me encontraría con mi amiga Laura para ir
Uruguay como ya teníamos planeado desde hace un tiempo, quedándose él para
continuar su viaje por el litoral de Argentina.
Siempre mantuvimos contacto, teniendo como posibilidad que él viniera hasta
Uruguay. Y así fue, pasaron 4 días y nos reencontramos nuevamente en Punta del
Este. Claro está que con mis valores de no sacar el foco de atención de lo que
inicialmente eran mis planes, procuré incorporar a Gustavo a nuestro viaje sin
desatender a Lau. El domingo por la noche nos fuimos nosotras a Montevideo a
recorrer la capital, llegando él con su moto el lunes por la tarde.
Esa noche recuerdo que íbamos a dormir en cuartos separados, pero, como sin
importarnos, terminamos durmiendo en el sofá del living del hostel.
Al día siguiente nosotras regresamos a Buenos Aires, y él se quedó unos días
más. Yo tenía que hacer trámites en Buenos Aires, y acompañar a Lau a terminar
nuestro viaje. El jueves al mediodía de esa misma semana fui a la terminal de
Puerto Madero a buscar a Gustavo que llegaba con su gran moto en el ferry que
había cruzado por el Rio de la Plata. Me había traído de regalo una caja de té
porque días antes le había comentado por chat que no me las había querido
comprar para ahorrar dinero.
Esos días él se alojó en Martínez en los de unos amigos del petróleo, yo me
estaba quedando en lo de Roy, el ex novio de mi hermana. Aunque, ya para el
viernes por la noche Roy me había dado permiso para que Gus se quedara a dormir
en la casa. Esos días llevamos la moto a arreglar, me presentó a unos amigos
pilotos mexicanos, le presenté a mis amigas de la facultad de Santa Fe Cele y
Mili, fuimos al cumpleaños del novio de Cele el sábado por la noche, hicimos un
asado con amigos y retroproyector en lo de Roy, y paseamos por Palermo Soho. El
lunes por la noche me acompañaron Roy y Gustavo a la estación de ómnibus
Retiro, despidiéndonos para no saber cuándo volver a vernos.
Bueno, sí, aunque a esta altura cuando pienso y escribo parece que no fue
nada, y es que realmente no fue nada de tiempo que pasamos sin vernos,
cuando el jueves de esa misma semana me preguntó si podía pasar por San
Jerónimo mi pueblo en la provincia de Santa Fe a la casa de mis papás a
visitarme. No me imaginaba que iba a ser tan pronto, estaba recién llegada
luego de seis meses en Brazil. Además, de que él hasta ese momento en sus
planes tenía bajar hasta Neuquén, para visitar unos amigos y ver de conseguir
trabajo a esperar que pasara el invierno para que una vez que se haya ido el
hielo de los caminos de la Patagonia poder sí continuar su viaje "X los
caminos del sur" http://xloscaminosdelsur.wordpress.com/
Previa aprobación no muy conforme de los dueños de la casa por el estado de
la relación entre el "amigo" mexicano con el que me había venido
desde Florianópolis hasta Iguazú y yo, ese sábado a las 3 de la tarde llegó.
El fin de semana en San Jerónimo pasó lindo y rápido, cena de sábado por la noche
con hermanos y cuñados en la casa de los recién casados Julieta y Pablo,
asado familiar dominguero, mates, anécdotas, álbumes de fotos, intercambio de motos con
Alfre mi hermano, paseos por el campo en bici, en fin, vida apacible de pueblo.
El lunes por la tarde en bici nos cruzamos a Roy que estaba en
San Jerónimo, y nos reímos mucho de que Gustavo ya estaba en San Jerónimo.
Esa semana el miércoles fue feriado, y con mis papás nos fuimos a Paraná a
visitar a mi hermana Carolina y su marido Juan Pablo. Fuimos a la costanera a
tomar unos mates, recorrer y mostrarle un poco la ciudad a Gustavo.
Al día siguiente Gustavo y yo partíamos para el rally de Córdoba. Esa mañana
me levanté más temprano que de costumbre y me bañé, cosa que no hago
habitualmente por las mañanas. Además, me puse un pantalón de nieve para viajar
que me serviría a falta de pantalón técnico de motociclista. Con el ruido que
hacía el pantalón cuando caminaba mi papá no se hizo mas el que no entendía
nada y me preguntó que hacía, le dije que me estaba preparando para ir a
Córdoba. Se enojó, me dijo que si iba no regresaba, y se fue. Le dije que iba
igual. Nos despidió mi mamá, pues mi papá ya no regresó para saludarnos.
Llegamos a Villa Carlos Paz a las 3 de la tarde justo en la hora de la
largada del rally, pero entre que no habíamos almorzado, había una cola
tremenda que para cuando llegáramos no solo que no íbamos a ver nada por la
cantidad de gente sino además porque ni sabíamos si para cuando largaran íbamos
a haber llegado previamente, y que la entrada era cara, decidimos comernos un
rico auténtico choripán Argentino (igual caro, pero ahí, barato no iba a ser
nada). Luego nos alojamos, y por la tardecita salimos a recorrer la ciudad. ¿Y
a que no saben a quién nos encontramos? A Roy con un grupo de gente de San
Jerónimo que estaban haciendo cola para un restaurant. Charlamos un rato, y
luego seguimos nosotros en la búsqueda de uno también. Al día siguiente fuimos
al rally, no a la sierra, sino mas cerca en Icho Cruz a pocos kilómetros de
Carlos Paz donde había unos tramos pavimentados. Estuvo muy bueno ver esas
máquinas pasando a toda velocidad levantando polvo y haciendo ruido a motor
preparado.
Al día siguiente luego de hacerle unas cosas a la moto con unos amigos
motociclistas nos fuimos para la ciudad de Córdoba. Al día siguiente iríamos a
Alta Gracias a conocer la casa-museo de Ernesto Che Guevara, por cierto
recomendado.
Terminada la escapada por las sierras cordobesas, al lunes siguiente me
volví a San Jerónimo Norte a casa de mis padres, mientras Gustavo seguiría
camino hasta Neuquén para ver de conseguir trabajo durante los meses que durara
el invierno para una vez que se vaya el hielo poder seguir en la moto hasta
Ushuaia.
Mantuvimos contacto por e-mail, skype y facebook, y después de un mes en que
él no consiguió trabajo y planeaba regresarse a trabajar a México, Colombia, o donde
le saliera alguna oportunidad, quedamos en reencontrarnos en Córdoba para
vernos, y hablar.
Con todo lo que me habían hablado mis amigas tenía la cabeza llena de cosas.
Yo intentaba mantenerme tranquila y poner paños fríos sobre la
situación. Sólo teníamos sábado y domingo esta vez. Apenas llegué ese sábado en
una de las madrugadas más frías de ese invierno nos dedicamos a ponernos al día
y pasear por la ciudad. El domingo por la mañana, tocaría hablar sobre qué
haríamos de esta relación. Se planteó que nos queríamos seguir viendo, pese a
que cada uno tenía sus rumbos. La invitación oficial de ir a México mientras él
estuviese allá surgió, quedando inconclusa la respuesta.
Otra vez a nuestras vidas, las cosas de mis planes de ir a Canadá a trabajar
a fines de 2011 que no iban nada bien, hasta que decidí que tenía que tomar una
decisión. Finalmente, entre días de confusión por el futuro y lo que hasta ese
momento habían sido mis planes, postergué lo de Canadá, y
compré boleto por 3 meses a México.
Hice mis exámenes de Recursos Humanos, y el 27 de agosto viajé con destino
final Distrito Federal de México.
Las primeras semanas, como todo período de adaptación a un montón de
situaciones nuevas, fue duro e intenso. Nuevo país, ciudad, vivir con Gustavo y
ver que onda entre nosotros, el tema del trabajo, mis gastos, el dinero.
Apenas llegué no tuve la presión de ponerme inmediatamente a trabajar.
Habíamos tirado la idea desde Argentina de ponerme a vender ensaladas de frutas
y de verduras frente a una de las sucursales de las empresas petroleras, las
mismas para las que Gustavo trabajaba. Nos dedicamos a instalarnos, conocer la
ciudad, averiguar precios de materia prima, envases, bicicletas (el que sería
mi medio de transporte para trabajar). Mientras tanto retomaba mis estudios que
había abandonado unas semanas y tenía que ponerme al corriente.
Chocarse con la realidad fue un tanto dura el primer día en que fui a vender mis ensaladas de frutas y verduras (jícama, zanahoria y pepino con limón y chile), había puesto muchas expectativas, no sé si tanto por lo monetario sino creo mas por demostrar que podía y quería hacer algo durante mi estadía. Ese día me fue mal, ya no recuerdo exactamente, pero llevé algo así como 6 ensaladas de fruta y 4 de verduras. Vendi ¿una y una? Regresé a la casa con la cabeza baja, intentaba animarme, que era el primer día, que aunque mi producto era bueno y vendía una buena imagen (me refiero a que aquí en soy "guera" blanquita para ellos, y bonita segun los parámetros de la belleza de ser suvia y con rasgos extrangeros). Pero de todas maneras me resultó difícil no sentirme un poco defraudada y que se me cayeran algunas lágrimas.
El día que llegué le pregunté a uno de los de seguridad que estaba en la calle dirigiendo el tránsito, dónde podía ponerme a vender, y amablemente me dijo que ahí enfrente, donde no había casas ni edificios, sino preciada sombra y un alambrado cubierto por una lona. Pasaban dentro de la empresa dos hombres a los que les ofrecí mi producto, se acercaron, y me compraron una. Luego, entre que recién había llegado y estaba inexperta, mientras le ofrecía a otras personas que pasaban, descuidé la conservadora que llevaba en la bicicleta ya sin las tiras que había descubierto con mi primera venta, y se me cayó la conservadora al piso. Una ensalada de verduras salió y calló a la calle, echandose a perder. Desilusionada por la mala primera impresión, me dirigí al quería mi lugar habitual de mis ventas, justo enfrente de la puerta de la empresa.
Pronto se me acercarían personas buena onda que me darían algunos consejos, como que tenía que poner un cartel ofreciendo lo que vendía, porque claro está que la gente no es adivina. Llevaría entonces en la segunda semana un cartel hecho por mí en cartulina, con letras negras cortadas con tijeras, y fotos de frutas recortadas de las ofertas del supermercado.
En las primeras semanas de venta fue un tanto desalentador, porque producía la que en ese momento era la cantidad que consideraba conveniente, y casi todos los días me sobraba, volviéndome a mi casa con ventas que en vez de haber sido ganancia, me permitian salvar costos.
En la tercera semana Gustavo comenzó a llevar en promedio cinco ensaladas de verdura de lunes a viernes a su trabajo, donde las vendía entre sus compañeros mas cercanos. Eso ayudaría a tener ventas fijas y salvar los costos seguro. Mientras, mis ventas se extendían hasta el mediodía, habiendo bajado la cantidad que llevaba, y vendiendo casi todo. Por cierto, comí mucha fruta en esas primeras semanas para no tener que tirar o frizar todo lo que me sobraba.
La cuarta semana fue la que dió el vuelco, de repente empecé a vender todo lo que llevaba, a subir entonces la cantidad de lo preparaba, pero no sino para comprobar en las siguientes semanas que me sería difícil establecer un patrón de ventas porque en las semanas siguientes las ventas bajaron, no sin ser tan bajas como las de las primeras, pero de todas maneras eso hizo que sea complicado establecer un promedio que me permitiera no tener pérdidas cuando no vendía todo lo que llevaba.
De todas maneras, una vez que faltara un mes para que termina mi estadía en México, decidí que todos los esfuerzos serían en vano, y me dediqué a disfrutar lo que hacía, aunque me tenía que levantar a veces a las 5:30hs para poder llegar frente a donde vendía a las 8:15hs. Me dediqué a leer, me compenetré en la desigualdad reflejada por Eduardo Galeano en "Las venas abiertas de América Latina" y a estudiar por las tardes para continuar mis estudios de Recursos Humanos que tendría que rendir cuandor regresara a Argentina, y a viajar, por supuesto.