Pasados unos años de cualquier episodio de nuestras vidas, es algo en particular lo que nos queda en los recuerdos. Que notablemente éstos serán no materiales. Así por ejemplo, si nos piden que recordemos los tres momentos más felices de nuestras vidas, seguramente recordemos personas, festejos o alguna anécdota que nos hizo sentir plenos como un cumpleaños, un viaje, el nacimiento de un hijo o el día en que conocimos a ese/a compañero/a especial.
Cuando dentro de unos años pensemos en el mundial de fútbol 2014, y recordemos que fue en Brasil, para todos, pero sobre todo para aquellos afortunados que vivieron personalmente el mundial, inmediatamente se les instalará una sonrisa en su cara. Y es que pensar en Brasil, y no sólo en la instancia de un evento como el mundial, es pensar en la alegría que naturalmente transmiten los brasileños. Algo que parece simple pero que es tan maravilloso como decir que el sol salió y está alto y brillante, que el mar tiene unas olas hermosas para surfear, que hay muchos peces para pescar, que van a salir a hacer ejercicio y tomarse un jugo, eso, es un saludo cotidiano de los brasileños, que sonríen y contagian la felicidad de vivir.
Ver un partido en uno de los majestuosos estadios es imponente, pero ¿que tal vivir ese mismo partido en las calles? Miles de personas de los cinco continentes que no consiguieron o no quisieron entrar a las canchas, disfrutan junto al pueblo brasileño mirando los encuentros deportivos en las pantallas gigantes esparcidas en la calles, y en la playas. Así, todo se vuelve una fiesta de hermanos, donde reina el baile, la música y los tragos como la clásica caipirinha que con su azúcar enseguida pone a todo el mundo en el canal energético brasileño, en que los pies se levantan solitos del piso, se muestran los dientes, se comparte la bebida mínimo con los de alrededor y se intercambian cantícos mundialistas.
Ojalá los hinchas se llevaran ese ambiente de positivismo y hermandad a cada rincón del planeta y lo practicaran todos los días. Para que así, finalmente y para siempre, el legado que deja el pueblo brasileño y que pudo mostrarlo en el mundial de fútbol 2014, sea que hay que vivir la vida feliz, agradecer y compartir con nuestros hermanos.
