Estábamos preparándonos para despedirnos de Calcuta y comenzar el viaje alredor de la India cuando AdC nos invitó a conocer el otro proyecto en el que trabaja junto con el Brother. Se trata de un dispensario médico y una cabaña para los niños de un pequeño poblado en Sundarbans.
Sundarbans es el inmenso delta a través del cual una gran cantidad de ríos de India y Bangladesh, entre ellos el Ganges, confluyen para encontrarse en el océano Índico. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en 1997 pues, entre otras muchas razones, es el bosque de manglares más grande del mundo y la mayor reserva de los archiconocidos tigres de bengala. Tigres que por suerte, o por desgracia, no llegamos a ver pues, aunque actualmente no haya gran número de ellos en libertad (un pobre total de 180), siguen siendo peligrosos y causan la muerte a más de 30 personas al año en la profundidad del bosque.
Según me cuentan los lugareños, hace años el gobierno Indio capturó a muchos de los tigres existentes y los trasladó a otros parques naturales del país. De esta manera lo terrenos, libre de tigres, fueron entregados a campesinos de la zona para que aprovecharan el potencial de las tierras y, de paso, generaran riquezas entre los habitantes de un área, como no, pobre de la India.
El plan no funcionó como pensaron y aunque la zona se trabajó y se convirtió, mayormente, en arrozales productivos no dio la riqueza esperada a sus habitantes. El plan, en mi absoluta ignorancia, carecía de una estrategia clara y los trabajadores no contaban con el apoyo o conocimientos necesarios para sacarle mayor rendimiento económico a sus cosechas. No sé mucho sobre agricultura, pero las tierras están desaprovechadas el 50% del año pues tan solo se puede cultivar arroz durante unos meses al año y durante el resto tampoco son utilizados para otros cultivos estacionarios. Y aunque hablamos sobre el tema e intenté saber el porqué preguntando a nuestros anfitriones no logré que me lo explicaran con claridad.
Así que la zona que visitamos, aun pobre, cuenta con viviendas precarias de adobe y paja y escasas infraestructuras, alejadas de sus casas. El hospital (o centro médico) más cercano, por ejemplo, está a 4 horas y de ahí la importancia del trabajo de AdC y de su dispensario médico, que pretende cubrir las necesidades médicas de los niños pero que en realidad lo usa todo el poblado. A él acude un médico una vez por semana y además cuentan continuamente con una persona con la formación mínima para tratar urgencias básicas. Pero sigue siendo poco, demasiado poco para los 200 niños que hay en el entorno (y, ocasionalmente, sus padres).
Además existe un cabaña alargada con pequeñas aulas donde los niños se reúnen a la salida del colegio para realizar los deberes, tener un refuerzo académico impartido por voluntarios y, por qué no, jugar en el patio del mismo.
Llegar a Sundarbans implica 4 horas en coche desde Calcuta. Cualquiera puede pensar que son 4 horas similares a las que pudieran suponer el trayecto entre Madrid y Valencia, nada más lejos de la realidad. No son más de 120 kilómetros de distancia pero se transita constantemente por poblados y áreas rurales repletas de coches, en donde en rara ocasión se superan los 50 km/h. Y aunque disfruto del trayecto, pues es un viaje único por las costumbres de West-Bengal y no aparto la vista para empaparme de ellas, el conductor del 4x4 hace que el camino sea un auténtico infierno. No pasan 30 segundos en los que no toque el claxon para adelantar, avisar o, en general, hacerse notar. La cabeza parece que va a explotar y sólo me apetece estrangular al conductor. Un mérito sí que hay que conceder al conductor, hizo que nuestra llegada al silencioso poblado fuera aún más placentera.
Ha estado lloviendo durante todo el día y eso ha creado una capa de barro ultraresbaladiza en todo el poblado. Caminar por las calles se convierte en un divertido pasatiempo mientras contemplamos, asombrados, la vida tranquila en el poblado. Han sido sólo 4 horas de trayecto pero parece que hemos recorrido 50 hasta encontrarnos perdidos en las montañas Sikkim.
No hay mucho que hacer, más allá de disfrutar la naturaleza, el campo y las sonrisas silenciosas de sus habitantes, pues muy pocos hablan inglés. Nos enseñan las humildes instalaciones y nos hacen un simpático acto de bienvenida en el que nos ofrecen flores recién cortadas, nos cuentas sus últimas preocupaciones y nos hacen hablar a cada uno de nosotros para que contemos nuestra breve experiencia en el poblado.
Después nos dan de comer arroz con algunos vegetales. Aunque la preparación parece simple y es un plato humilde, el sabor único de esos vegetales no es fácil encontrarlo en España, a no ser que pagues una millonada por vegetales ecológicos o tengas la suerte de vivir en un pueblo con huerta propia, y ni aún así.
Para acabar la jornada recorremos el poblado en el 4x4 (para evitar caídas y que no se nos haga tarde) viendo a los niños que acaban de salir del colegio. Entre ellos vemos algunos de los casos especiales en los que trabaja AdC: un niño con talasemia al que hay que hacer un transplante de médula, una niña pequeñita con síndrome de down que sus padres aún no asumen que tendrá un desarrollo diferente a los demás niños y otra, aún más pequeña, con labio leporino y paladar hendido, que a su edad ya ha pasado por unas cuantas operaciones. Todos vienen sonriendo cuando ven en el coche a las responsables de la ONG, Maite y Laura, que tanto se han preocupado por ellos y tanto les han ayudado.
Antes de volvernos a Calcuta finalizamos el recorrido turístico de Sundarbans con un pequeño paseo en la barca pública que mantiene unidos los diferentes poblados al otro lado del río. Al recorrer esas aguas, entre los manglares, me viene a la cabeza un trayecto similar en la otra parte del mundo, el amazonas, y lo lejano que queda ahora, no solo Brasil sino el Manuel de 2014. La pequeña niebla y la llovizna que cae en ese momento envuelven de paz y sosiego esos pequeños instantes en los que, no nos queda más remedio, tener un momento para nosotros mismos.
Volvemos a Calcuta con el mismo sonido infernal de claxon como música de fondo, pero ya no la escuchamos, ya no. Ahora tan solo somos capaces de escuchar nuestros propios pensamientos. La experiencia con la ONG ha concluido para mi y en breve todo volverá a ser como antes (o no), same same but different.