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Sentir el viento

Viajando en moto por Latinoamérica. 6º país: PANAMÁ

PANAMA | Tuesday, 4 December 2012 | Views [2710]

Conseguimos una panga que nos llevó hasta Puerto Obaldía, una de las primeras localidades en Panamá desde donde teníamos que hacer los papeles de entrada al país.

Fuimos a la policía marítima a hacer los trámites de entrada, que revisaran con perro la moto y a nosotros por control anti-drogas. Averiguamos con la policía y nos dijeron donde podríamos armar la carpa. Al llegar nos encontramos con otros tres viajeros argentinos, Lucas, Guli y Migue, que estaban intentando al igual que nosotros hacer el cruce de la forma económica. Armamos la carpa, compramos una lata de sardinas y cenamos junto al fuego que habían armado los chicos.

Domingo 29 de julio. Cumpleaños de Gustavo. Lo primero que hicimos fue hacer el trámite de entrada al país. Quien lo autorizaba andaba de mal humor porque había muchos cubanos que no cumplían con los requisitos y habían hecho bulla en su oficina. Cuando nos tocó nuestro turno fue fácil porque nos preguntó si teníamos una tarjeta de crédito, se la mostramos, y lo único que nos pidió fue que les sacáramos una copia. Nos dio 90 días para estar en Panamá. Para la moto fue aparte, tuvimos que ir al día siguiente con un hombre que nos escribió en computadora la entrada de la moto.

Después de tener todo listo legalmente para continuar el viaje nos dimos el gusto de almorzar en uno de los lugares que preparaban comida. Fue la única vez que lo hicimos. Por la noche los policías nos dijeron que por nuestra propia seguridad debíamos mover las carpas y nos fuimos al predio de la cancha de fútbol. Ahí brindamos por el cumpleaños de Gustavo con los chicos con un tequila traído desde México que teníamos desde la salida de Argentina y que habíamos estado guardando para una ocasión especial.

Días en Obaldía. A partir de aquí no relataré por día porque en total fueron 11 los días que estuvimos esperando en Obaldía a que llegara un barco que nos quisiera llevar, por ende los días eran muy rutinarios, agobiantes de calor, con poco dinero ya que no había cajero desde donde podamos sacar más efectivo del que traíamos y con eso nos tenía que alcanzar para vivir más pagar el barco por las dos personas mas la moto.

En general nos despertábamos bien temprano tipo 7am ya que a esa hora el sol y el calor dentro de la carpa eran fuertes. A veces tomábamos café a cada uno usd 0,25 o sólo pan y un par de veces nos cocinamos avena mientras  la cocinita con la que viajamos tuvo gas. Después íbamos a la plaza al resguardo del sol y conversábamos con la gente de paso, la gente del pueblo, leíamos o inventábamos algo para que se nos pasara el tiempo. Como al tercer día comenzamos a tirarnos al mar desde el muelle, el agua era transparente y cálida. A diferencia de las islas de la comerca Kuna, los residuos cloacales no van directamente al mar desde cada uno de los baños de las casas, por lo que nos daba menos asco meternos. Al mediodía no comíamos, engañábamos el estómago con otro pan o una lata de algo.

La vida en Obaldía marchaba al son del termómetro. Todo muy temprano estaba abierto y marchando, y a eso de las 11am comenzaba a aquietarse para volver a retomar recién a eso de las 5pm cuando el sol calmaba. La gente no andaba por las calles ni en la playa De hecho raramente la gente del pueblo se metía en el mar. Supongo que deben de haber estado en sus casas con ventilador. Nosotros como en la carpa era imposible estar, íbamos rotando de sombra en la medida en que pasaban los días e íbamos descubriendo nuevos y frescos rincones. Por la tardecita caminábamos por el bosque o juntábamos leña para el fuego de la noche. Antes de que anochezca comenzábamos a hacer el fogón y la cocinita que armábamos la cual consistía en piedras apiladas. Durante esos días nos mantuvimos a arroz, frijoles, lentejas, yuca, sardina, coco y plátano. Y nos íbamos a dormir temprano, porque al día siguiente el día comenzaba temprano.

Con el correr de los días la amabilidad y apertura de la gente hacia nosotros se iba haciendo más grande. Los personajes que la vida nos cruzó en ese pueblo:

Digna, la señora del restaurant "Mi chocita" de la punta, quien amablemente nos dejó acampar en su terreno y nos daba comida cuando podía.

El vecino que no recuerdo su nombre, además de sus charlas sentados en el frente de su casa, nos dio en alguna ocasión pan, té casero de una planta de su patio que me mostró personalmente y almuerzo cocinado por él.

El Sr. Putí que nos vendió yuca de su finca a precio económico y nos ayudó a que el barco nos quisiera llevar y a cargar la moto.

Perrito y el "soldado" (no nos podían develar sus nombres porque en la fuerza no se lo permitían), dos policías que se fueron acercando de a poco, nos contaron de sus tradiciones indígenas, de la vida y aventuras como policías, de Panamá y nos ayudaban en lo que podían.

Milena y Joniel, de 6 y 3 años, eran hermanos y se acercaban a nosotros, ella cuidaba de su hermanito y la veíamos casi todos los días que lo llevaba de aquí para allá de la mano, limpiándole los mocos y con un calzoncillo en la mano por si su hermano se hacía pis. Con nosotros hablaban en español, pero me enseñaron palabras en cuna que es su primera lengua.

Otra mención merecen los muchos casos de cubanos que conocimos que están de paso, que salieron de Cuba cansados del régimen y se dirigen a la adopción de Estados Unidos. La ruta que siguen todos mas o menos consiste en viajar hasta Ecuador donde desde hace unos 2 años Cuba permite ir, desde allí pasan ilegalmente como pueden hasta Colombia y en Capurganá caminan por el monte donde hay narcotráfico, guerrilla colombiana y policía panameña hasta Puerto Obaldía donde Panamá les sella la entrada oficial, y siguen camino hasta el sueño americano. Fue interesante escuchar la otra cara de la moneda personalmente por el pueblo cubano, quienes lamentosamente aún siendo dueños de fincas, profesionales, debieron abandonar todo por un futuro mejor.

Como al quinto día que estábamos llegó Eduardo, un boliviano que también había venido caminando desde Capurganá porque en Venezuela le habían robado el pasaporte. Venía solo con lo puesto y unas fotos. Desde ese día se unió al grupo que habíamos formado. Como no tenía donde dormir Lucas lo hospedó en su carpa.

Un día lo llamamos al celular al capitán Sierra del cual teníamos el número y con quien Lucas había viajado hacía un año atrás y lo habían tratado muy bien. Nos atendió y amablemente nos dijo que le faltaba una semana para llegar al pueblo, más otra semana que se quedaría con su familia.  Era mucho tiempo…

Otro día hablamos con la mamá del que resultaría siendo el dueño del barco que nos llevó, pero nosotros le preguntamos por Marcial, el hermano. Ella nos dijo que no sabía cuándo llegaba su hijo.

Lunes 6 de agosto. Después de esperar  9 días sin que aparezca un barco, me largué a llorar, de la bronca, no era que la estuviéramos pasando mal, pero ya necesitábamos seguir y también se hacía sentir la desesperanza de haber estado 9 días en ese lugar sin que llegara un solo barco mercantil. Al rato veo venir un barco, me puse muy feliz!! Fui hasta el muelle donde estaban los chicos y todos sonreíamos. En el muelle de prefectura había un barco particular gigante como de unos 150 mts. de largo, pero a nosotros sólo nos importaba la llegada del otro. El barco gigante resultó ser de un francés y conseguimos que nos regalaran tres coca cola heladas que aunque usualmente no me gustan mucho resultaron deliciosamente refrescantes. El barco pequeño resultó ser colombiano, y los barcos colombianos no tienen autorización para llevar pasajeros en territorio panameño, por lo que cayeron nuestras esperanzas.

Esa tardecita fuimos al monte a caminar y Lucas decidió que se uniría a Eduardo que ya venía visualizando la idea de irse caminando por la selva hasta encontrar carretera y poder hacer dedo. Al día siguiente comprarían dos machetes y organizarían todo para partir.

Martes 7 de agosto. Llegó otro barco, el segundo en 10 días. Y este era panameño!! Hablamos con el capitán que nos dijo que iba hasta Capurganá y regresaba al día siguiente. Nos dijo que nunca había llevado pasajeros por lo que iba a averiguar con la autoridad marítima, la cual nos había dicho a nosotros que el poder llevarnos dependía de la decisión del capitán. Lucas y Eduardo compraron dos machetes, comida, pilas y miraron en internet la ruta que querían seguir. El resto, los que teníamos la esperanza de irnos en barco al día siguiente procuramos acomodar nuestras cosas para estar preparados para el día siguiente.  A la tardecita llegaron tres argentinos más que estaban en la misma que nosotros, buscando la forma de cruzar. Esa noche hicimos una gran cena de despedida con yuca frita, arroz, plátano frito y frijoles.

Miércoles 8 de agosto. A las 4am salieron Lucas y Eduardo en su travesía. Lo hicieron cuando todavía era de noche para que no los detectara la policía.

Cuando llegó el barco del día anterior, el capitán nos dijo que no era seguro para él llevarnos. Intentamos nuevamente convencerlo diciéndole que habíamos hablado con la autoridad marítima y nos había dicho que no dependía de ellos sino del capitán, pero no quiso saber nada, nos explicó que ese era el pan de su familia y no quería ponerlo en riesgo.

Antes de que se vaya ese barco llegó otro, La Yeya II. Nos dijeron que el dueño se llamaba Donaldo y que su madre vivía en Obaldía. Al principio como siempre la tripulación estaba muy ocupada bajando mercancías y la misma gente del pueblo estaba ocupada intentando procurar sus víveres. En eso llegó Digna, la señora de la chocita que nos dejaba acampar en su terreno. Le preguntamos si lo conocía, nos dijo que sí, y le pedimos que le dijera a Donaldo para que nos escuchara. Había un señor mayor que tenía nuestras mismas intenciones y que se nos estaba colando. Entre nosotros que ya éramos un montón nos mirábamos como que lo queríamos comer vivo porque habíamos llegado primero al pueblo y al muelle a preguntar. El señor hasta se subió al barco a hablar con Donaldo pero no le cerró lo que obtuvo y se fue. Nosotros nos quedamos esperando nuestro turno hasta que Digna le dijo a Donaldo y él desde arriba del barco escuchó lo que queríamos. Nos dijo que hablaríamos cuando bajara.  Al bajar le explicamos y nos dijo que lo pensaría. Esperamos pacientemente hasta que nos dijo que nos llevaría a los 7 (Guli y Migue de Mar del Plata, Franco, Carlos y Ezequiel que habían llegado la noche anterior, más Gustavo, y yo más la moto). Como ya habíamos preparado todo el equipaje para el barco anterior, sólo tuvimos que buscarlo para cargarlo. Pasamos por la policía para que nos revisara con el perro y fuimos hasta autoridad marítima con los pasaportes para que nos haga figurar como pasajeros de la Yeya II. Después de 11 días en Puerto Obaldía salimos a las 4pm. Estábamos tan felices!!!!

Días de navegación en la Yeya II por las islas de la comarca Kuna Yala

Navegamos aproximadamente una hora y media hasta Pueblo Nuevo. Ese fue se podría decir el mar más picado que tuvimos en los 8 días de navegación, a causa de una pequeña tormenta que se daba. Al llegar Guli se tiró al agua sabiendo que había medusas, pero se sorprendió cuando estaba en el agua de la cantidad que había, quería salir!!! Por suerte no lo picaron, dijo que sentía cosas duras nadando todo a su alrededor y que lo chocaban, pero no lo picaban. Nos ofrecieron ir a dormir al pueblo a la casa de unos lugareños. Un niño de unos ocho años nos vino a buscar en una canoa de madera de una sola pieza. El primero que se subió fue Guli y la dio vuelta, los dos fueron al agua con pertenencias y todo!!! Una vez habíamos llegado a tierra firme con la canoa de a uno que nos íban llevando nos acompañaron hasta la casa. Allí nos recibió la anfitriona que nos dijo que tenía unas hamacas para dormir, pero como había muchos mosquitos nosotros preferimos armar la carpa. Era temprano, pero nos dormimos enseguida. Al día siguiente con los primeros rayos de sol empezamos a sentir como  la vida iba despertando poco a poco en ese pueblo, pasaba gente junto a la carpa que quedaba en la galería de la casa, pero a su vez ésta queda junto a un pasillo de la aldea por donde transita la gente. También la familia que nos hospedó estaba despierta, iban al baño, vimos que el hijo mayor  con su uniforme se estaba preparando para ir al colegio. Nos levantamos, me bañé  en el baño que tenía un fuentón que cargaba agua desde un grifo y con un recipiente me tiraba agua encima. Para hacer pipí era sobre unas piedras y una vez que uno terminaba le tiraba agua con el tarrito que sacaba del fuentón.  La casa estaba al lado de un pequeño arroyo y el lugar donde se orinaba estaba casi junto al arroyo por lo que me imagino que con el agua que se tiraba iba hacia el arroyo. Conocimos al marido de la señora que nos había recibido. La noche anterior había estado pescando. Nos mostró su pesca de la noche anterior y nos preguntó si queríamos desayunar. Nos mostró su cocina, tenían una fogata sobre el suelo de tierra. Las paredes de toda la casa eran de caña de bambú. El hombre nos contó que había trabajado en un hotel cercano a la ciudad de Panamá. Allí había aprendido a tratar a los turistas y ahora tenía intenciones de hacer unas habitaciones más para recibir gente y hacer excursiones como llevarlos a pescar. Nos mostraron los trabajos que elaboraban cosiendo y bordando telas superpuestas al mejor estilo Kuna Yala como llevan sus atuendos bordados en el pecho las mujeres. Ellos están trabajando para una señora colombiana que les hace hacer moldes que luego se adaptan a zapatos; también tenían un vestido de la bebé de la familia hecho con esa técnica. El señor también me contó que antes tenía muchas plantas en su patio y que de a poco iba mejorando su jardín, porque hacía tan solo un año que había salido de la cárcel. Sutilmente le pregunté por qué, y me contó que en la aldea habían encontrado un cargamento de drogas que había llegado a su costa, ellos lo vendieron y repartieron el dinero entre la comunidad. La policía se enteró del hecho y los juzgaron. Estuvo tres años en prisión. Luego conocí al hermano de la señora que había hospedado a Carlos, Ezequiel y Franco y entre él y otra señora intentaban enseñarme palabras en idioma Kuna. Aprendí algunas como dage (ven), anai (amigo), ua (pescado), ti (agua) nuedi (bueno). Entre tanta charla se nos hizo tarde para desayunar. Subimos al barco para pronto partir. Nos llevaron nuevamente en canoa de una sola pieza de madera. Al llegar nos dijeron que por dormir y el traslado en canoa eran usd 2,5 por cada uno.

Seguimos navegando. Ese día pasamos por Caledoña que es el pueblo más turístico de la comarca. Allí en el centro se pueden encontrar telas bordadas y artesanías típicas en general.

En los días siguientes nos tocó ver cómo festejaban la semana anual de la cultura con sus festejos. En especial tuvimos la oportunidad de ver el desfile en homenaje a Nele Kantule quien fue uno de los gestores de la Revolución Kuna, en Ustupu su pueblo natal. Allí los sailas (jefes de los pueblos de la comarca Kuna) se reunieron en el centro de la plaza.

Otros pueblos que visitamos fueron Carreto, Isla de Pino (ballena), Ailigatidi y otros.

En la tripulación estaban Donaldo el dueño de la embarcación, algo gruñón pero muy amable con nosotros; Fermín el cocinero que trabajaba en otro barco pero los estaba acompañando esa vez, una persona muy tranquila pero que sabía los movimientos de todos, no se le escapaba una, cocinaba muy bien y al llegar se iba a casar con su mujer luego de 32 años de estar juntos; el "capi", el capitán del barco pertenece a los indígenas Kuna y nos explicaba sobre su cultura. Callado como se lo veía desaparecía en todos los pueblos quien sabe a hacer qué; me preguntó por el libro que estaba leyendo (Las venas abiertas de américa latina de Eduardo Galeano), se interesó, me lo pidió para leer y quedó interesado; el "flaco" un jóven de 24 años simpático, con buen cuerpo y mujeriego; "fuerza" también pertenecía a los Kuna y nos contaba sobre las costumbres de su cultura y nos presentó a su hermano. Callado, trabajador, una noche la guardia de uno de los pueblos donde habíamos parado lo detuvo porque se emborrachó y andaba circulando a horas de toque de queda y tuvo que pagar una multa para salir; Joaquín de tan solo 14 años, sobrino de Donaldo, había dejado la escuela un año para trabajar y retomar al siguiente, era inmaduro propio de la edad, le gustaba charlar con nosotros y molestarnos por diversión, pasaba gran parte del día escuchando reggaetón, cantando y bailando.

La comida a bordo estaba incluida y acostumbrados en esos días en Obaldía a hacer una sola comida fuerte, al principio la comida era un atractivo importante y devorábamos mucho. Luego con el correr de los días fuimos bajando las porciones porque también empezó a pesar tanta cosa frita. De desayuno nos daban café con torta frita, o arepa frita o arroz con salchicha o huevo frito o pescado frito. El almuerzo era arroz con pescado que habían pescado ese mismo día desde el barco, o sopa con yuca y arroz, o mazmorra; un día cociné un guiso de lentejas con arroz y salchicha. Y de cena variando la comida del mediodía pero eran platos con los mismos ingredientes. Fermín el cocinero oficial me llamaba “Morena” porque cuando le dije mi nombre entendió así y como no lo corregí siguió llamándome así. Casi siempre me llamaba para que le sirviera la comida a mis compañeros.

Una noche en uno de los pueblos nos invitaron a una casa a ver la serie televisiva Colombiana furor en ese momento “Pablo Escobar, el patrón del mal”, la cual habíamos visto al en Colombia.

Llegamos a Miramar el jueves 16 de agosto luego de estar navegando 8 días en la Yeya II. Llegamos a eso de las 2pm. Franco, Carlos, Ezequiel, Migue y Guli se apresuraron porque a las 2,30 tenían bus que los llevaba hasta Colón desde donde podían tomar otro bus hasta Panamá City. A nosotros nos llevaría más tiempo bajar la moto y cargarla hasta salir. En el muelle ya había otro barco mercante por lo que la Yeya II se estacionó pegado al otro barco. Para bajar la moto tuvimos que pasarla de la Yeya II al otro barco mediante una rampa improvisada para compensar las diferentes alturas de los barcos, y de ahí al muelle. Entre barco y barco al empujar no vieron un marco que había arriba y sacaron el parabrisas de la moto. Lo atamos al resto del equipaje, nos despedimos de la tripulación y finalmente luego de 19 días desde que habíamos salido de Turbo en Colombia pudimos retomar carretera hasta Ciudad de Panamá.

Llegamos a eso de las 4,30pm. Había mucho tráfico y tuvimos que pasar como tres casetas de peaje de usd 2,5 cada una. Llegamos al Barrio Histórico que es muy bonito porque prácticamente no han derrumbado ningún edificio entonces es un barrio entero de edificaciones antiguas una al lado de la otra. Con esto quiero decir que no se encuentran como en otras ciudades edificios súper modernos que han construido sobre una casa que derrumbaron, y tal vez al lado queda una casa antigua. Gustavo había estado ya en este mismo viaje X los caminos del sur cuando estaba bajando. Pero hace un año y medio atrás el barrio estaba en pie pero en muy malas condiciones. En cambio ahora había máquinas y operarios por todos lados que estaban recuperando los edificios en su mayoría para el turismo, ya sean hoteles, restaurantes o tiendas. Nos alojamos en el Hospedaje Casco Viejo

http://www.tripadvisor.com.ar/ShowUserReviews-g294480-d1202977-r137493899-Hospedaje_Casco_Viejo-Panama_City_Panama_Province.html

Habíamos sólo desayunado por lo que salimos a comer. De regreso al hostal nos encontramos en una esquina con los chicos que habían viajado en el barco con nosotros !! que habían llegado a tiempo para tomar el bus. Ellos estaban buscando dónde hospedarse. Nos quedamos conversando un ratito ahí y luego fuimos para el hostal porque después de tantos días queríamos bañarnos en un baño con ducha y agua calentita. Luego vimos en la tele otro capítulo de la serie “Pablo Escobar, el patrón del mal”.

Viernes 17 de agosto. El desayuno estaba incluido!! Todas las comodidades que no habíamos tenido por varios días eran festejadas y nos emocionaban. Consistía en café, plátanos, pan, mermeladas y mantequilla de maní. Gus se quería quedar lavando y viendo la moto para ver cómo había quedado después de navegar y mojarse con agua salada, así que yo fui caminando por el corredor sur hasta Punta Paitilla que es donde se encuentra la postal típica de Panamá con los edificios altísimos y modernos con sus vidrios espejados.

Caminé mirando los rascacielos, el mar y la gente. Al llegar al downtown compré un bóxer de regalo para mi hermano Alfredo, fui al supermercado, imprimí unas fotos, le compré un perfume a mi amiga Maribel en agradecimiento por su favores y fui al correo a enviar las fotos hacia Obaldía para quienes nos habían echado la mano durante nuestra estadía el Sr. Putí y la Sra. Digna. Luego me regresé despacito caminando nuevamente, sacando fotos, hasta el mercado de mariscos para comprar y cocinarlos de almuerzo en el hostel. Al salir del mercado, ohh !!! sorpresa, me lo encontré al “perrito” el policía con el que habíamos pegado buena onda en Puerto Obaldía. Fuimos caminando hasta el hostel charlando; él ahora estaba vestido de civil y disfrutando del mes que tiene libre porque en su régimen laboral trabaja un mes y descansa un mes. Al llegar al hostel Gustavo estaba haciéndole cosas a la moto, yo fui a pedir permiso para que el perrito se quedara a almorzar con nosotros en el hostel, pero no me di cuenta de confirmarle que sí nos dejaban, y él respetuoso como es, como no salí más mientras estaba cocinando, se fue. Entonces almorzamos nosotros en el patio del hostel. Al terminar para hacer la digestión salimos caminando a buscar una heladería, tomamos helado y seguimos caminando hasta la plaza de la Independencia que fue Plaza Mayor donde venden artesanías. Nos sentamos en un banco y charlamos sobre nuestra relación. Estábamos cansados, por lo que volvimos caminando y dormimos siesta. Cuando nos despertamos Gus no se sentía bien, empezó a tener un poco de calentura que se convertiría en fiebre. El resto de la tarde nos la pasamos en el cuarto, él en la cama algo enfermo dormitando y teniendo las alucinaciones que tanto le gustan producto de la temperatura, y yo subiendo fotos, enviando e-mails y escribiendo para este blog. A la tardecita salí a caminar y ver si encontraba a los argentinos del barco. Pregunté en un hostal, pero ya se habían ido a otro. En eso sigo caminando y los veo que estaban en la esquina de una plaza. Los saludo, charlamos, y nos fuimos a tomar una cerveza. A la vuelta me acompañaron casi hasta el hostal porque había una zona que se percibía insegura.

Gus no había querido tomar ningún medicamento, quería dejar que el organismo se defienda y procese solo, pero al anochecer le di un paracetamol para que libere el calor del cuerpo y lo ayudó. A la noche había una fiesta electrónica cerca del hostal, Gustavo no quería ir por cómo se sentía pero yo sí, sabiendo que los chicos argentinos me habían dicho que iban. Fui hasta un teléfono público a llamar a “perrito” para avisarle de vernos en la fiesta. Los argentinos iban a estar en su hostal tomando un ron que se habían comprado a muy buen precio en la económica Panamá. Yo como no sabía llegar hasta el hostal donde ellos estaban, me compré unas papas fritas, me las comí en el banco de una plaza, y me fui a la fiesta a ver si los encontraba. Mientras los esperaba se me acercaron unos panameños, nos pusimos a conversar y uno de ellos me invitó a otra fiesta electrónica que había a pocas cuadras de ahí en un lugar que se llama Villa Agustina, que según él era mejor. Así que me fui a ver como andaba la noche por ahí. Al llegar no había tanta gente, pero nos quedamos tomando cerveza y bailando. Al rato volvimos a la fiesta donde primeramente habíamos estado, ahora sí estaban los argentinos. Nos quedamos un rato, pero ya me di cuenta que como decía Papo mi compañero de rumba panameña esa noche, la de Villa Agustina estaba mejor. Los invité a los argentinos para ir para allá, pero no quisieron porque había que pagar para entrar. Pero yo sí volví a ir a la fiesta de Agustina. Al llegar ya había mucha más gente, la fiesta estaba animada. Bailando me acerco a hacerle un juego de luces a unos artesanos que me pareció eran argentinos, y así era. Hablando con uno de ellos me dice que está viajando en moto, y le digo que yo también. Se llama Alejandro y hace 11 años que salió desde La Plata, Argentina, y estuvo rodando por todo el mundo todo ese tiempo sin regresar. Como a las 3am que ya estaba culminando la fiesta me fui. Al llegar Gus estaba despierto y le conté de “el cuco”, el motociclista que había conocido. Buscamos su página y me comenta que es famoso en el mundo de las motos. Me dormí.

Sábado 18 de agosto. Me desperté temprano, no dormí mucho ni bien. Desayunamos, habíamos pensado en irnos ese día pero Gus aún no se sentía del todo bien por lo que decidimos quedarnos. Él se puso a hacerle cosas a la moto y yo me quedé en la compu. Al mediodía fui al supermercado a comprar para almorzar. Mientras tanto pasaron por el hostal José y Nila, los motociclistas argentinos con los que habíamos estado en contacto para encontrarnos en Turbo y hacer el cruce por el Tapón de Darién juntos y que al final no pudo ser. Ellos también están viajando por América y estuvieron charlando con Gus. Volví al hostel a cocinar, almorzamos y dormimos siesta. Ya no volvimos a salir en el resto del día, Gustavo se quedó haciendo reposo, y yo en la compu poniéndome al día después de los 19 días de casi incomunicación del cruce marítimo Colombia – Panamá.

Domingo 19 de agosto. Gustavo se sintió mucho mejor de salud y decidimos irnos. Pero primeros pasaríamos a saludar José y Nila. Fuimos hasta el departamento donde estaban parando, los despertamos y estuvimos charlando sobre nuestros viajes. De ahí nos fuimos hasta el departamento donde estaba parando Alejandro el motociclista que lleva 11 años rodando y su pareja mexicana Guadalupe, quien ya lleva rodando junto a él 9 años. Ahí nos quedamos otro rato intercambiando de nuestros viajes y terminamos saliendo cerca del mediodía de la ciudad de Panamá rumbo a Bocas del Toro.

A eso de las 4pm nos agarró un chaparrón fuerte que nos empapó enteros. Como a las 6pm viendo que no íbamos a llegar a Bocas del Toro ese día paramos en la ciudad de David a hacer noche.

Lunes 20 de agosto. Desayunamos y salimos. El tramo desde David hasta Bocas del Toro es hermoso, tiene unos tramos donde sube mucho, se pone frío, boscoso y tiene casas alpinas, luego baja hacia la costa y se pone cálido con palmeras. Para ir a Bocas del Toro hay que tomar una lancha desde Almirante. Dejamos la moto en un estacionamiento y nos fuimos con el mínimo equipaje. Bocas del Toro es un pueblo en la isla de Colón y es el más famoso y turístico del resto de las islas que hay alrededor. Allí se concentran gran cantidad de hostales, bares, restaurantes, artesanías, y se usa como base para tomar excursiones que van a las otras islas. Paramos en el hostel Heike

http://www.tripadvisor.com.ar/ShowUserReviews-g298425-d2009481-r137887850-Hostel_Heike-Bocas_del_Toro_Province.html

Almorzamos y salimos a recorrer. A la noche cocinamos en el hostel y nos quedamos ahí.

Martes 21 de agosto. Desayunamos y salimos a buscar una lancha que nos lleve hasta la isla de Caremero que queda justo enfrente.

Desde donde te deja la lancha hay que caminar unos 10 minutos hasta que se llega a una playa serena de aguas cristalinas y cálidas. Nos quedamos muy relajados con la poca gente afortunada compartiendo un lugar hermoso. Almorzamos una lata de atún con galletas que habíamos llevado y nos regresamos. En un hostel por el que hay que pasar para tomar la lancha vimos una caja con calzado que habían dejado los huéspedes que regalaban y encontramos una ojotas (chanclas, chinelas) para Gustavo que días antes había tenido que tirar otras que se le habían roto. Una vez en el hostel Heike Gus se quedó conversando con Marcelo, un argentino que estaba trabajando ahí y yo fui a caminar. Compré pasta, cociné y descubrimos que los vecinos estaban mirando la serie televisiva “Pablo Escobar, el patrón del mal” y nos cruzamos a mirar el capítulo con ellos y hablar de política. Después conocimos a unos canadienses que estaban parando en el mismo hostel que nosotros y nos pusimos a conversar. Al rato nos fuimos con los canadienses y Marcelo a rumbear a un bar – disco frente y sobre el mar.

Miércoles 22 de agosto.  Desayunamos y salimos rumbo a la frontera entre Panamá y Costa Rica.

 

 

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