Buscando una experiencia más auténtica y con menos turistas, nos transportamos a Ninh Binh, un pueblo al sur de Hanoi que no tiene nada que ver con la capital. Aquí encontramos personas amables, un hotel bonito a buen precio (sin engaños ni artimañas), un restaurante barato donde comimos auténtica comida vietnamita casera bien servida y deliciosa, y los mejores paisajes de todo Vietnam.
Alquilamos una motocicleta en nuestro hostal y nos dirigimos a Trang An, un parque natural rodeado de arrozales, repleto de formaciones rocosas adornadas de vegetación, cuevas formadas por el río y uno que otro templo escondido. Aquí se contrata a una remera (sólo hay mujeres) para que te lleve en su lancha a ver la reserva natural en un relajante paseo que dura unas tres horas y que te permite apreciar un símil de Halong Bay entre aguas transparentes llenas de peces y vegetación, esquivar las paredes y los techos bajos de las cuevas y visitar templos perdidos entre la vegetación.
Después del paseo fuimos a Hoa Lu, la capital de Vietnam durante las dinastías Dinh y Le y luego nos adentramos por caminos poco visitados hasta llegar a una montaña donde se pueden subir unos muchos escalones para apreciar desde la cima el atardecer sobre este hermoso paisaje.
En nuestro camino de vuelta a Ninh Binh no pudimos prender la luz de la moto, nos perdimos y la chica que nos puso gasolina de un bidón casero se equivocó y nos puso el doble de gasolina de lo que pedimos por lo que terminamos pagando el doble de lo que pretendíamos (después de una ardua discusión y que la chica le arrebatara las llaves de la moto a Miguel para que le pagáramos). Pero bueno, Ninh Binh nos gustó y fue un justo respiro y un sitio para pasar los días y se acercara así la fecha de nuestro vuelo a Malasia (sí, ya nos queríamos ir desde hacía varios días). Después de esto, sólo nos quedaba un sitio por ver: Sapa.