Llegó el tiempo de dejar atrás la bella Hoi An y nuestro hospedaje de reyes a precio de regalo para ir a la ciudad imperial de Hue. La antigua capital política de Vietnam es una colección de palacios, tumbas y templos, aunque la verdadera belleza está en los edificios situados en los alrededores, porque la ciudadela y la Ciudad Prohibida son sólo un recuerdo de lo que fueron gracias a los bombardeos estadounidenses y al poco empeño de reconstrucción vietnamita.
Si bien se puede apreciar lo que fue el mundo aislado del emperador entre jardines y salones de ceremonias y su espacio privado junto a sus esposas, concubinas y eunucos, ahora simplemente queda mucho espacio desierto donde es difícil imaginarse que había poder y riquezas.
Para apreciar la grandeza de los emperadores hay que ir a ver sus tumbas, enormes y singulares, hechas a imitación de la personalidad del emperador cuyos restos ahí residen.
Nosotros alquilamos unas bicicletas y pedaleamos hasta dos de las tumbas más conocidas y visitadas. La primera, más impresionante e imperial que la ciudadela, una construcción inmensa de piedra gris con esculturas de súbditos y dragones y un recinto central dorado e imponente. La segunda tumba refleja la personalidad tranquila de su emperador, con tres recintos pequeños alineados uno en frente del otro y rodeados de un pequeño río entre jardines, árboles y pájaros, justo al lado de una montaña. La primera tumba era un castillo, la segunda parecía un templo, pero sin duda las dos son bonitas y les habrían gustado a sus respectivos dueños.
Les recomiendo ver las fotos, son mucho más ilustrativas que mis palabras.