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9 meses por el Sureste Asiático ¡El viaje de nuestras vidas!

Un trekking para olvidar

LAOS | Sunday, 4 May 2014 | Views [571]

Luang Namtha es un sitio ideal para hacer trekking dada su cercanía a un área natural protegida por el gobierno de Laos, y ahí estábamos Miguel y yo, después de nuestro primer viaje en autobús en Laos y de un aprendizaje muy importante en tierras laosianas: tienes que llegar a la estación de autobuses una media hora antes para apartar tu asiento o viajarás largas e inolvidables horas en los peores y más incómodos asientos del autobús, que pueden llegar a ser un banquito sobre un costal de arroz a mitad del pasillo.

A pesar de que yo tenía muchas ganas de hacer hacer un trekking de dos días pasando la noche en alguna de las aldeas de las innumerables etnias que habitan en Laos, era el turno de Miguel para elegir y optamos por un trekking de dos días durmiendo en la selva (esos lindos momentos en los que el matrimonio significa ceder...)

Vale, pues con los pantalones de mezclilla bien puestos, el par de tennis, unos cambios de camisetas, linternas y snacks para el trekking, comenzamos la aventura. Éramos cinco almas a las nueve de la mañana: el guía (un chaval buena onda de 23 años), una pareja de ingleses y nosotros, cada uno con dos botellas de agua para el camino.

La primera hora pasó rápido y yo no paraba de escuchar las quejas de Miguel: "Esto no es selva, yo sí sé lo que es selva, yo he estado en Perú...", "Me aburroooo!!! Yo en Perú iba entre tanta vegetación que había que quitarla con machete, esto no es nada" "Cómo es posible que ésto sea trekking, si esto es andar sobre un camino ya hecho..." Pues así íbamos, sacando conversación con los ingleses, mirando aquí y allá, y caminando, caminando, caminando. 

Situación: 36-38ºC; humedad: 80%; sensación térmica: 40ºC.

A eso de la 1pm llegamos a un tipo cabañita construída con cuatro palos y tablas y pensábamos que ahí pasaríamos la noche, pero era sólo nuestro comedor oficial. Ahí comimos arroz, carne y un guisado de bambú que el guía compró en el mercado por la mañana; hicimos una siesta de 10 minutos y a caminar.

Caminar, caminar y caminar. Y la cosa comenzó a ponerse más difícil. Resulta que el camino ya no era tan camino, e íbamos entre ramas, hojas, árboles e insectos, siguiendo un camino de otras huellas ya casi imperceptible, entre subidas bastante inclinadas, bajadas donde ya da yuyu que te vayas de espalda, y unos cuantos senderos de 10 cm de ancho con cara al despeñadero. Y caminar, y caminar, y caminar. Cuando hice la cuenta, llevábamos 7 horas caminando.

De repente, al guía se le fue un poco el color y en su cara aparecio un atisbo de preocupación: había perdido el camino, hacía una hora!!! Así que tuvimos que regresar sobre nuestros pasos una hora más, y después de encontrar la ruta de nuevo, seguir andando, esta vez con mucha prisa pues faltaba poco para el atardecer y faltaban dos horas más para llegar. A la pobre inglesa le dió un bajón de azúcar, nosotros ya no teníamos más agua, el camino era más resbaladizo y las bajadas tan pronunciadas que yo casi iba sentada, Miguel desesperado porque los ingleses ya no podían más e iban muy lentos, yo agarrada al punto de la ampolla a un palo que me dio el guía para apoyarme, nuestras ropas totalmente empapadas en sudor y los dedos y la planta de los pies palpitando más fuerte que el corazón. Sí, la imágen es bella no???  Pues me quedo corta en este sufrimiento y una de las peores torturas de mi vida, y esta es opinión compartida entre cuatro de las cinco almas implicadas, quitando al guía.

Pero bueno, logramos llegar al dichoso río!!! Un triunfo que nos supo a gloria. Y ahí, ya en la oscuridad y rodeados de insectos, nuestro siempre contento y amigable guía nos cocinó en una fogata y usando cañas de bambú y hojas de plátano como utensilios, una deliciosa sopa de calaza con pollo y arroz. Accidentalmente, se le fue medio kilo de sal a la sopa, y lo único que dijo la inglesa es que nos venía bien después de la pérdida de electrolitos... cómo estaríamos.

Benditas sean las pastillas purificadoras de agua, y los amigos que nos las regalaron! Gracias a ellas pudimos beber el agua del río y rellenar las botellas para la caminata del día siguiente (yo aún así seguro me checo si tengo parásitos en el intestino una vez termine este viaje).

Y a pesar de que odio la naturaleza, de que había tantos ruidos de insectos y ranas, y de que dormimos tendidos en hojas de plátano y salvaguardados por un techo mal hecho de ramas y más hojas de plátano, el cansancio pudo tanto conmigo que dormí mejor que nadie, aunque Miguel no se quedó atrás. Los pobres ingleses no pegaron ojo.

Para no cansar con esta larga historia, sólo diré que el nescafé que el guía preparó en caña de bambú fue uno de los mejores que he bebido, que el desayuno fue más arroz con huevo y pollo, y que la caminata siguió siendo igual de dura y el cansancio el doble, que la comida fue otra vez arroz con pollo y pescado del río, y que de las cinco almas que iniciaron el trekking cuatro no nos enteramos donde la perdimos...

Situación: 38-40ºC; humedad: 85%; sensación térmica: 200ºC; cansancio, desesperación, y ganas de que viniera un tuk-tuk a recogernos ya: 100%

Después de otras 8 hrs de trekking en el segundo día entre suciedad, humedad, sudor, sed y calor, hemos decidido por consenso unánime matrimonial no hacer otro trekking de dos días por la selva, jamás!!!

Tags: luang namtha, trekking

 
 

 

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