Muy nerviosas nos levantamos. Ya habíamos preparado nuestro equipaje. Aixa quería llegar temprano al aeropuerto, así que el taxi nos recogió a las 8. Hicimos check-in, pasamos el check point, y fuimos a desayunar. Ya, relajadas, llegamos al gate. Nos montamos. El avión salió, y ya pronto despegábamos de camino a Miami, parada obligada hacia Cuba. Pero, no, nos regresaron al gate. eran las 12. Aixa y unas azafatas conectadas a American tratando de averiguar lo que pasaba. Aixa comenzó a desesperarse a eso de las 4, de que no llegábamos, de que no íbamos a Cuba. Y que si llama a comprar otro pasaje... Pero mira el precio... Pero la tarjeta la dejamos en casa... Doti nos resuelve... Pero no tiene llave, que se la quedó Ivette. La desesperación comenzaba a reflejarse en el rostro de Aixa. Y de pronto, noto que comienzan a montarse personas. Sí, nos íbamos. Una hora más tarde, luego de jugar a las sillitas y botar a algunos pasajeros de ese vuelo para montar a otros más adinerados del que cancelaron, salimos por fin de San Juan. En un vuelo con un grupete de adolescentes de un colegio religioso de Caguas que iban celebrando no sé qué. Los mandé a callar, pero me rendí y me puse los earplugs. Que otro los mande a callar si quiere.
Llegamos al pandemonium que había en MIA. Agarramos el shuttle hacia el hotel y fuimos directo a la reunión. Nos dieron la visa, escuchamos las preguntas de los que piensan que Cuba queda en otro planeta, y finalmente, nos fuimos a comer y darnos par de tragos, pa celebrar haber sobrevivido la odisea. Un mozo me trajo un trago para que cantara en el kareoke. Así que la noche cerró con El último adios.