Esta mañana me levanté más temprano de lo necesario, y terminé teniendo que esperar una hora por el taxi. Durante ese tiempo, y mientras escribía mi entrada anterior, me informaron/preguntaron que una pareja necesitaba ir en el taxi también. Estos no sólo no habían reservado, sino que empezaron a apurarme porque tenían que llegar antes que yo al aeropuerto. Cuando los miré, supe que era la pareja que se había pasado chichando toda la tarde y noche de ayer, mientras yo escuchaba los gemidos de la chica. Añado la curiosidad de que nunca escuché el orgasmo, que estuve esperando atenta, y nunca lo escuché a él.
Luego de pasar por el control de equipaje, cambiar dólares, comprar dulces de coca, pagar el impuesto de aeropuerto, por fin me monté en el avión. En Cuzco funciona como en San Juan, la gente hace fila inmediatamente que comienzan a llamar, aunque tengan asientos asignados. En el trayecto disfruté de los Andes, la majestuosidad de algunos picos llenos de nieve que cortaban las nubes, y la vista de pequeños poblados entre los montes.Una vez aterrizamos, entré en el tumulto de turistas que arropan la ciudad y que caminan como una manada de langostas listas para tragarse al que se ponga de frente. Tuve que llamar al hostal, porque no me había recibido nadie. La llamada local es 20 céntimos, que imagino debe ser algunos 5 centavos. Una vez recogida, transité por la ciudad de color barro que había visto desde el avión.
El hostal en el que estoy está a pasos del centro, pero hay que subir por un camino de escalinatas para accesarlo. Me gusta, tiene un aire andino encantador. Cuando me bajaba del auto vi una procesión indígena, anticipatoria de una festividad que se avecina. Tan pronto entré, pedí un té de coca y me chupé algunas hojas, porque he sentido un amague de incomodidad de cabeza que le achaco al soroche, aunque puede simplemente ser mi locura de siempre.
Mi cuarto es precioso, y tengo un gran ventanal con vista a la ciudad, claro, a sus techos, aunque veo las torres de la Catedral desde él. No puedo sentarme en el inodoro porque se me congelan las petacas. El sol castiga, así que no se siente el frío y la temperatura está agradable. Ahora que voy a salir para el City tour, me atreví a una tshirt sin mangas y la chamarra. Claro, con mi sombrero, probablemente el más necesario ropaje en esta altura.