Aixa amaneció peor y no quiso montarse en la guagua que nos llevaría a Viñales en Pinar del Río. El viaje de tres horas valió la pena, porque pudimos ver la vida de campo y agricultura, y el manejo del tabaco. Ya la siembra estaba recogida, y ahora están en el secado de las hojas. El arbusto de tabaco se divide en tres partes, la capa superior que se llama ligera, da fuerza al tabaco. La del medio es el seco, que produce el aroma. La capa inferior es el volado, que otorga combustión. Las tres capas se mezclan para hacer la tripa. La tripa va envuelta en el capote, hecho de volado. Finalmente se cubre todo con el último enrollado, que se llama capa, hecho con un volado especial que se cultiva en sombra. Vimos el proceso casero en una casa particular de un agricultor, Eduardo Hernández, donde comimos. Allí conocí a Blanca Rosa, Eduardo, Laura y Carlos, unos niños a quienes tuve que cantarles una ranchera, a petición de Eduardo. Carlos me contó que su abuelo Tite es poeta y escribe décimas. Allí también vimos su vega, una tormentera gigante que se usa para el secado de las hojas. Visitamos luego una fábrica de despalillo, donde mujeres reciben las hojas y les quitan la vena central y las clasifican por tamaño para ser enviadas a las fábricas en la Habana.
Cuando llegué, Aixa me dijo que tuvo que ver a la doctora del hotel. Seguía malita. Así que compré comida y la lleve al cuarto para descansar. Se nos vencían las fotos para entrega, pero decidimos que mejor dormíamos.
