El domingo era un día libre, así que luego de la reunión mandatoria para asegurarse de que nadie se había perdido en la noche, cada cual decidió dónde quería ir. Con muchos lugares para escoger, Aixa y yo decidimos salir por las calles e ir en taxi hacia la Iglesia del Sagrado Corazón, que conocía a través de Carpentier. Me pareció más hermosa que la Catedral. Luego caminamos de vuelta. Entramos a un taller cultural en el que nos explicaron que se daban clases de arte y las esculturas se hacían con recogidos de basura. Allí estaban dos niños y una señora tomando clases de pintura. Luego retratamos las locomotoras restauradas que se usaron en las haciendas de caña. Por fin encontré un vendedor de esquina que tenía tamarindos. Cuando llegamos al hotel Aixa decidió subir a descansar, porque se sentía mal desde ayer. Yo continué por Prado, y descubrí que los domingos muchos grupos se congregan allí para aprender pintura, collage, mundillo, tejer, y cualquier otro arte o manualidad que se les ocurra. Hubo un desfile de modas de niñ@s demostrando ropa hecha de plástico reciclado. Conocí a otro fotógrafo, Diego Lastre, feliz por conocerme luego de hablar con Aixa ayer. Compré una pintura a Zuneyne y un grabado a Enrique Miralles, quien me contó de su ausencia del Festival del grabado del 2000. Al regresar, salimos a comer e hicimos fila en Los nardos, por aquello de que no nos contaran. La verdad es que la comida estuvo rica y nos sirvieron tanta que sobró para los perritos que Kip alimentaba fuera del hotel. Ya al regresar nuevamente nos rajamos de salir y cancelamos planes.