Increíble. Ya se me han pasado cinco meses! Han pasado 20 semanas desde aquel 16 de febrero, día que por primera vez pisé suelo australiano. Son tantas las cosas buenas que me han pasado, momentos tan lindos que he vivido que dejan a los malos en el olvido. He experimentado bajones y alegrías, he extrañado a mis amigos, a mis padres, a mi hermana y a mi familia como nunca en la vida lo había hecho. Y la verdad es que yo estoy acostumbrada a extrañarlos.
Me fui de la casa, en Arica City, a los 17 años para entrar a la Universidad Católica, en Santiago. Desde pequeña siempre quise estudiar ahí y como me alcanzó el puntaje para salir de Arica me fui. Mi hermana ya estaba viviendo y estudiando allí por lo que el cambio no fue tan traumático. Claro que al llegar se me infectaron los ojos, me dolía la cabeza, no podía dormir por culpa del ruido de las micros... pero uno se acostumbra. Me puse acelerada como nunca lo había sido. Pero por otro lado, corté el cordón umbilical, me hice independiente emocionalmente de mis papás, y no digo económicamente porque seguía dependiendo de ellos en ese aspecto.
Haber salido de mi casa, de mi ciudad, haber dejado a mi familia, amigos... haber abandonado la linda y tranquila vida que llevaba en Arica fue un giro en 360 grados. Y si bien muchas veces me arrepentí, hoy creo que es una de las mejores decisiones que he tomado. Porque ese fue el paso decisivo de mi juventud a la adultez. Maduré a la fuerza. Estuve muy muy enferma y a veces sola, cocinando como con 40 grados de fiebre y mareada, pasando penas que quieres contarle a tus papás pero que no puedes porque no quieres preocuparlos, etc. En momentos como esos lo único que deseas es dejar todo tirado e irte a tu casa. Qué diablos importa la universidad y el futuro cuando lo estas pasando mal, cuando estás triste y lo ves todo negro.
Nada. En esos momentos no te importa nada. Pero salí adelante con la ayuda fundamental de mi hermana, que se convirtió en todo para mí: no sólo era mi hermana, sino que a la vez mi mamá, mi papá, mi mejor amiga, mi pilar de apoyo, la que me aguantaba todo y se reía con mis tonteras como también se enojaba cuando no le hacía caso en algo importante. Porque mi hermana es cosa seria. Jaja, Dany, sabes que te quiero...
Haber pasado por todo eso me sirvió para tomar la decisión de dejar Chile por un año y venir a Australia. Eso sí, aca tengo el apoyo de una familia maravillosa, que me quiere y me da de todo, no sólo cariño sino que también lo material. Mi amiga Kyna y sus padres me han recibido con las puertas abiertas de par en par y no sé qué sería de mí aquí sin ellos. Pero también Dios me envió a un grupo de personas que se han encargado de alegrar mi estadía en Australia, de hacerme sentir en casa, feliz, querida, acogida. Esos son los "manquehuinos", que me han visto perrear, reír y llorar, y me han consolado y aconsejado, lo cual valoro enormemente (GRACIAS, CHIQUILLOS!). También he encontrado buenos amigos australianos y latinos (Luke, Lara y Tania, gracias por todo!), lo paso tan bien con ellos...
Asimismo, he atravesado por momentos de cesantía, que ya está en el olvido, y por momentos de trabajo al máximo. Créanme, mucho trabajo. Y experimentar eso me hizo sentir un vacío tan grande, porque mis días eran sólo trabajar, me quedaban las horas para dormir, comer y bañarme, y así empezaba otro día. No podía ver a mis amigos, leer Harry Potter, distraerme, salir a caminar, tomar algo por ahí, no sé cómo pude trabajar tanto esos días!! Vaya! Tuve tres trabajos simultáneos: vendedora de pan y mesera en una pizzería y restaurant. UF! Quedé muerta! Sin embargo, y este es el lado positivo de mis días trabajólicos, es que a diferencia del Café donde estuve trabajando, en estos tres sitios valoran lo que hago y me valoran como persona. Me hacen sentir que lo hago bien, y que si me equivoco es normal, además estoy trabajando en otro idioma! El que me digan que lo esoty haciendo bien me hace sentir útil, con más autoestima, porque mi paso por ese Café me afectó un poco. Ya no, por supuesto, pero sí cuando me tocaba estar allí. Y todo por culpa de mis colegas, que en buen chileno, eran una mierda de seres humanos. Ellas en vez de ayudarme a progresar, a mejorar y corregir mis errores me hacían sentir estúpida, me mandaban a la cresta cuando les pedía que me repitieran lo que no les había entendido, y cosas de ese estilo. Y sobre todo una china desgraciada -todavía me hierve un poco la sangre cuando me acuerdo de los malos ratos que me hizo pasar- que no sé qué se creía, ni por quién me tomaba!
De todos modos, creo que yo DEBIA vivir esos malos ratos, porque me ayudaron a ser más fuerte, a entender que esa clase de personas me tocará encontrarla en todos lados, sea en Chile, Australia o donde sea! Y tendré que aprender superar esos malos ratos. Y eso hice. Y a partir de ese momento, cuando hice un borrón y cuenta nueva, y comencé un nuevo día con una actitud totalmente diferente, una actitud positiva y alegre, mi estadía en Australia cambió. Completamente para mejor.
E incluso creo que ese cambio de actitud se refleja en mi trabajo, porque ahora demuestro seguridad, de que soy capaz de hacer lo que se me pida, que aunque esté aprendiendo el idioma no soy una tonta por no entender (lógico, si hay cientos de palabras que no conozco!). Ahora soy otra: soy una mejor persona, y no en el sentido de que antes era mala, no, sino que ahora miro atrás, contemplo mi pasado y siento que era tan niña, tan pendeja e inmadura.
Y todo gracias a este viaje y a la oportunidad que mi amiga Kyna, sus padres y este país me han brindado. Mis progresos, fracasos, penas y alegrías me han servido para madurar, a la fuerza, pero al fin y al cabo, madurar. Y lo hice. Y lo sigo haciendo.