Tenía muchas ganas de venir a Chiapas, ya que todo el mundo me había hablado genial y, la verdad, no me ha defraudado para nada. Es bueno, bonito y barato. De hecho, sorprendéntemente es más barato que casi cualquier país centroamericano, cosa que agradezco mucho a estas alturas de viaje y presupuesto.
Entramos a Mexico desde Guatemala por Palenque, donde estuvimos un par de días en unas bonitas cabañas visitando otras de las ruinas mayas más importantes; muy completas, muy visibles pero cuando fuimos estaban también muy repletas de buses turísticos y mareas de excursiones que, junto al asfixiante calor, nos dejó un poco conmocionados. Pero las ruinas son espectaculares, sin duda.
Chiapas es el estado más pobre de México, según nos contaron, y su centro turístico gira alrededor de San Cristobal de las Casas. La ciudad es muy turística, por los cuatro costados, pero puedo decir que es una de las ciudades que más me han gustado de todo el viaje sin duda. Creo que me podría quedar aquí algunos meses, lástima... Derrocha vida en la calle, ambiente en la noche, muy bonita, barata, la gente es amable... la pena es la cantidad de mujeres, ancianos y niños indigenas que hay en la calle, malvendiendo cualquier cosa para salir adelante.
Desde San Cristobal visitamos Oventic, un centro Zapatista, uno de sus "caracoles", una comunidad indigena autogestionada por los Zapatistas donde te reciben tapándose sus caras con pañuelos, te hacen esperar tras una verja mientras requisan tu pasaporte y deciden si te aceptan o deniegan la entrada, y luego te permiten ver las instalaciones y te explican cómo funciona todo aquello, por supuesto con el rostro siempre cubierto.
Hicimos más cosas por Chiapas, como visitar el cañón del Sumidero o Chamula, e incluso nos acercamos a la costa Pacífica, a Oaxaca, a darle un par de días al surf, pero ya finalmente dentro de una hora un bus de 16 horas nos llevará a Tulum, Yucatán, para centrarnos en el penúltimo capítulo de este gran viaje, que sinceramente no quiero que acabe.