Otra vez me han pasado los días como suspiros y ya hace 10 días que no meto una línea en el diario. Así que esta paliza va a ser memorable !!!! Preparad la bilis !!!!
De nuevo muchas gracias por compartir vuestros comentarios. David, ya me hubiera gustado venir a mi en las condiciones que tu viniste a Argentina y no como un violador de museos de arte contemporaneo !!!! A partir de ahora disfrutaré más de la Quilmes, gracias Jairo !!!
A Salta la llaman "Salta la linda" y no es para menos. El jueves 22/11 después de una animada noche folklórica, me dediqué a explorar sus calles llenas de edificios coloniales, museos de historia, arqueología, arte... En cuanto a la historia, Salta ocupa al igual que Tucumán, un lugar privilegiado en el proceso de independencia de las provincias del Río de la Plata como queda patente en el museo de la ciudad (Casa Hernandez). Aquí también hubo episodios clave en la guerra civil argentina posterior a la independencia. Uno de los caudillos más destacados de la contienda, el general Güemes, fue herido de gravedad en la nalga y murió desangrado a los pocos días. La historia cuenta que a Güemes lo traicionaron los patricios de la región de Salta, una vez sufrieron confiscación de parte de sus bienes para sufragar la causa federalista. Estos comunicaron a sus enemigos su paradero secreto para que pudieran pillarlo desprevenido y así fue. Debe ser un poco humillante para un gran general morir de un disparo en el culo !!!
Por otro de los museos que visité: el museo histórico del norte pasó un chico con una visita explicando que era descendiente de uno de los gobernadores de la provincia, creo que Dávalos. Cuando lo felicitamos por su origen noble, nos comentó que si remontamos unas cuantas generaciones atrás, un tatarabuelo suyo había sido primo de Felipe II y que su caso era un claro ejemplo de la degradación de la clase aristocrática !!!
Otro museo muy interesante de Salta es el MAAM (Museo de Arqueología de Alta Montaña), un espacio que recoge los restos de arte pre-hispánico encontrados en distintos puntos de la coordillera andina en la provincia de Salta. Destaca las momias criogenizadas de 3 niños, cuyos enterramientos fueron encontrados a más de 6000 m !!!! Parece que en el periodo de dominación Inca, se realizaban estos enterramientos rituales de niños para pedir lluvias, buenas cosechas, etc...
La mejor vista de la ciudad la pude observar subiendo al Cerro de San Bernardo con un teleférico en el que sonaba la música de Lito Vitale (Ese amigo del alma). Pero eso ocurrió al día siguiente antes de salir hacia Jujuy.
Una de las cosas que llama la atención en Salta es la ley del tráfico. Parece que en una intersección, la prioridad la tiene el vehículo que circula a mayor velocidad. Por eso sorprende que no viera ningún accidente en todo el tiempo que estuve allí. Me fui con muy buen sabor de Salta.
Creo que fue por eso por lo que Jujuy me pareció tan sosa. Ya lo decía la guía Lonely Planet y no hubiera parado allí si no fuese porque parte de mi historia familiar tiene relación con la ciudad. El padre de mi abuela vivió en Argentina unos años y en esta ciudad montó el hotel "Ambos Mundos". Por supuesto nadie a quien pregunté en la ciudad supo darme la menor pista sobre el particular, estamos hablando de hace más de 70 años y la parte de familia que quedó en Argentina está distribuida en Mendoza y Buenos Aires. Así que el día que llegué a Jujuy fue bastante relajado, me registré en el hostal "Chung King" (viva Txungo-Rey !!!) y salí a cenar a un restaurante del centro. Poco más.
Al día siguiente tenía la mañana para pasear por Jujuy antes de salir para Tilcara, así que di una vuelta por el centro, que me pareció mucho más interesante que la noche anterior. Visité la infalible Plaza Belgrano, Catedral, Cabildo, Casa de Gobierno con sus esculturas de Lola Mora, el museo de arqueología y el museo de historia de Jujuy. Siempre trato de conseguir una visita guiada cuando visito museos, porque los guias suelen ser muy buenos y no hay un extra en el precio de la entrada. Particularmente en Jujuy, el museo de historia me lo enseñó una chica guapísima. Y claro, no paré de hacer preguntas, comentarios, a qué hora sales nena,... pero mi autobús salía a mediodía y ella tenía mejores planes.
Por increible que parezca, también me quedé con la interesante historia del General Lavalle, otro de los caudillos de la causa federalista a quien dispararon en la casa que alberga este museo. A día de hoy nadie sabe a ciencia cierta si Lavalle se suicidó, lo mató un soldado de las fuerzas enemigas o su amante que lo acompañaba desde Salta. Hacía pocos días Lavalle había ordenado el fusilamiento del hermano de ella. Rosas (el presidente de Argentina de aquel momento) pedía la cabeza de Lavalle al más puro estilo Salomé y los partidarios de Lavalle partieron en dirección a Bolivia con su cuerpo para que no cayese en manos del ejército de Rosas. La peregrinación fue larga y a los días el cuerpo de Lavalle olía como el aliento de una hiena. Así que a la altura de Tilcara le arrancaron ojos, lengua y visceras (que es lo que más efluvios emana aparentemente) y condujeron el cuerpo hasta la ciudad de Potosí donde sus restos reposaron unos años. Luego pasaron a Chile (nadie sabe porqué) y hoy día se encuentran en Buenos Aires, creo. Ya no hay nadie que siga pidiendo su cabeza, pero en cualquier caso, poco le importaría a Lavalle a estas alturas de la película.
Haciendo tiempo para el bus a Tilcara entré en el teatro Bartolomé Mitre donde distintos grupos de adolescentes ensayan coreografías de danza del vientre etc... y bueno, pasé más tiempo del que tenía previsto dentro del teatro admirando su barroco, el terciopelo de sus butacas, la seda de las cortinas, su acústica, iluminación... pasaron unas cinco coreografías... y pena que había que ir yendo hacia la terminal de omnibus !
En cuanto uno sale de Jujuy (altitud 1200 m) empieza a subir por un gran valle fluvial hasta que comienza la Quebrada de Humahuaca. Esta formación geológica está catalogada como patrimonio de la humanidad por la Unesco y abarca más de 100 km de extensión. El colorido y la forma de las montañas desafían el sentido común y de alguna forma recuerdan esos cuadros de Dalí donde aparecen elefantes con patas de esbeltez imposible. Uno quiere llevarse en la cámara de fotografía hasta el último detalle del paisaje pero después de la conmoción inicial, se aprende a disfrutar de lo que capta la vista sin mayores pretensiones.
Por recomendación de Eva Novillo decidí hacer base en el Hostel Malka de Tilcara y explorar el valle con excursiones radiales. Tilcara en sí es un pueblo encantador, no sólo por su privilegiado enclave en la Quebrada sino también por sus callejuelas atestadas de restaurantes con música en directo y mercados de artesanía. Los rasgos de la gente son fuertemente indígenas y ahora lamento no haber sacado fotos de personas.
La tarde que llegué tuve tiempo de visitar la antigua fortaleza (o Pukará) con la que los aborígenes se defendieron de los españoles y otros invasores siglos atrás. Es distinta a las ruinas de Quilmes aunque mantiene algunos elementos comunes como la parcelación del terreno mediante muros de piedra y almacenes en forma cilíndrica. Según iba cayendo el sol, los colores de las montañas que se veía iban cambiando a tonos cada vez más rojizos. Una maravilla.
Más tarde fui al pueblo a cenar en algún local de música en vivo. La primera elección no fue totalmente satisfactoria porque uno de los músicos no vino y después de esperar más de una hora suspendieron el espectáculo. Así fui a por la segunda opción que era un duo folkrórico del valle que a mi me recordaba a "Los Sabandeños". La cena consistió en un bife de llama con ensalada, un trozo de carne correoso y seco que tuve que rumiar casi una hora para que aceptara llegar a mi estómago. Al final de la cena pensé que quizás fuese una estrategia comercial del establecimiento para que los comensales no se retiraran antes de que acabara el espectáculo.
Fui pronto a la cama porque al día siguiente había que madrugar para visitar Purmamarca, un pueblo a 30 km, famoso por su Cerro de los Siete Colores, una maravilla más del paisaje de la Quebrada. También estaba la opción de ver las Salinas Grandes, a 80 km del pueblo, que se visitan en viaje compartido (o remise). En cuanto bajé del bus ya tenía cuatro o cinco ofertas para visitar las Salinas. Me decidí por el taxi de Anibal, en el que ya había tres personas y yo cerraría el grupo. El camino hasta las salinas empieza con una espectacular subida por la Cuesta de Lipán que lleva desde los casi 2000 m hasta un collado a los 4000 m de altitud para luego bajar a las salinas que se encuentran a 3500 m. No hace falta decir que el paisaje es en todo momento espectacular !!!! Conforme se asciende va cambiando la vegetación del terreno inicialmente conformada por cardones y matorrales. A partir de los 3000-3500 m aparece la famosa puna, ese semidesierto de pequeños matorrales que sirve de alimento a los guanacos y vicuñas que pueblan ese habitat. Cuando se llega a la cota máxima, comienza el descenso y a los pocos kilómetros aparece en el horizonte una planicie blanca como un mar de color imposible. Son las salinas. Una extensión de más de 80 km de largo y 25 km en su anchura máxima. Creo que las fotografías de allí se parecerían bastante a una llanura polaca en invierno, si no fuese por la estructura granular característica de las salinas. Además, Anibal nos hizo el viaje muy agradable a los cuatro pasajeros: Jessy, una argentina que acababa de regresar de España tras un año de estancia laboral y Juan y Nati, una pareja de Jujuy que sufrió inicialmente el mal de altura pero que enseguida se recuperó para unirse al coro de babosos.
Después de volver a Purmamarca de vuelta, recorrí un camino que rodeaba al pueblo por el Cerro de los 7 Colores. Hubiera caido dos carretes de diapositivas, pero la voluntad de la abstinencia fue más fuerte y creo que sólo tiré 25 fotos !
Tenía intención también de visitar Maimará a la vuelta hacia Tilcara, un pueblo donde también hay una famosa montaña multicoloreada (La Paleta del Pintor), pero perdí el bus correspondiente y pasé un par de horas tirado en la plaza de Purmamarca, leyendo el libro que llevaba y esperando el siguiente bus.
Así que cuando llegué a Tilcara de vuelta sólo había tiempo para una ducha y una cena. Encontré en el Hostel a Helen, una chica inglesa con la que ya había coincido en Salta y cenamos juntos (esta vez sin Los Sabandeños de fondo) en un restaurante del centro. Había sido un día largo y la cama me abrazó con mucha dulzura.
La próxima etapa del camino sería Iruya, un pueblecito situado a 3200 m de altitud del que había oido hablar mucho y bien a pocos kms de la frontera boliviana. Iruya se encuentra a 60 km al noroeste de Humahuaca, el pueblo que da nombre a la Quebrada. Sin embargo el bus tarda más de 3 horas en recorrer una pista de tierra que sube hasta un collado a los 4000 m y baja vertiginosamente por un empinado zig-zag hasta Iruya. Mucha gente hace el camino de ida y vuelta en el mismo día, parando apenas una hora en el pueblo. Aun así el viaje merece la pena. Yo hice noche en Iruya para tener la oportunidad de andar un poco por la montaña y visitar el pueblo de San Isidro en un paseo de cinco horas que hice al día siguiente. El paisaje vuelve a ser por supuesto espectacular en Iruya, que se encuentra colgada sobre una quebrada y rodeada de cerros de 4000-5000 m.
Coincidí con tres argentinos que trabajaban para el ministerio de asuntos sociales y que venían a traer material de primera necesidad para un remoto poblado a 6500 m de altitud !!!!! No sé si me dijeron la cifra correcta porque pregunté una y otra vez si podía ser cierto. Me aseguraron que sí, que en El Rodeo viven más de 150 familias que bajan a la ciudad una vez al año como máximo. Su empresa no sería fácil, la pista que conduce a El Rodeo llega hasta los 5500 m de altitud y desde allí había que transportar muebles, camas, etc... hasta los 6500 m !!!!!!! No me apunté como voluntario.
El alojamiento que encontré en Iruya fue básico pero estuve como un rey. Era un hostal en lo más alto del pueblo con cuatro habitaciones con literas y yo el único ocupante del día. la chica responsable del alojamiento era encantadora y trabajaba a destajo. El día que yo llegué no paró de lavar ropa a mano (los electrodomésticos no han llegado todavía masivamente a Iruya) en toda la mañana y por la tarde ayudaba a los albañiles que acometían la ampliación del establecimiento. Al mismo tiempo corría detrás de sus hijos que no paraban de hacer travesuras. Es en estos lugares donde uno relativiza sus quejas sobre la calidad de la vida que tiene.
Dormí como un rey a 3200 m y madrugué para hacer el paseo hasta San Isidro y estar de vuelta antes de las 14:00h para volver a Humahuaca en el bus. Me llevó 3 horas llegar a San Isidro, un pueblo todavía más remoto de Iruya en el que no encontré prácticamente a nadie. El camino bajaba casi una hora por la quebrada de Iruya y viraba al norte por otra quebrada. Todo por un camino dificilmente transitable por vehiculos de motor. Me encontré varios paisanos en burro y otros a pie. Ah, y dos turistas mallorquinas que llevaban 2 meses viajando por Argentina.
A la vuelta a Iruya había dos opciones. Una seguir hacia el norte hasta La Quiaca, que es el pueblo fronterizo con Bolivia, donde no hay nada atractivo, pero que está a 15 km de Yavi, un pueblo con mucho encanto que también me recomendaron efusivamente. La otra opción era bajar en dirección Mendoza y deshojé la margarita durante las 3 horas que duró el trayecto Iruya-Humahuaca.
La providencia dictó que saliese inmediatamente un bus hasta Jujuy cuando llegué a Humahuaca. Así que descarté la opción de La Quiaca (otra vez será) y subí al bus hacia Jujuy. El viaje hubiese durado dos horas si no fuese por el control de gendarmería que nos retuvo casi una hora. Lo peor no fue eso sino la peste que tuve que soportar del paisano que se sentaba a mi lado. Una peste ancestral, remota y de origen imposible de catalogar.
En Jujuy no había plazas en los buses hacia Mendoza pero sí en uno que bajaba hasta Tucumán. Me la jugué pensando que en Tucumán podría encontrar un bus dirección Mendoza hacia la medianoche. Una apuesta arriesgada pero que salió bien. A la 1:00h estaba en la estación de Tucumán y a las 2:00h montado en un bus hacia Mendoza. No quiero imaginar el dolor que hubiese sufrido si me hubiera quedado la noche tirado en la estación de Tucumán. A las 16:00h (más de 24h de bus en el cuerpo) del miércoles 28/11 llegué a Mendoza.