Hace menos de un mes me tocó la última radiografía, baciloscopía y examen de sangre del tratamiento contra la tuberculosis. Esto de manera preventiva. Es extraño. Si bien sabía desde antes del día de mi alta médica que ya no tenía el bicharraco, el proceso que se produce una vez que escuchas y te recontraconfirman que estás más que ok, que estás libre de tbc y de que puedes hacer con tu vida lo que se te dé la gana -en mi caso, viajar a Canadá-, mentalmente es difícil de tragar. Porque estuve más de un año de mi vida luchando para sanarme, tomándome un sinfín de remedios de forma supervisada que me hacían sentir mal y esto por muchos meses. Súmale todas las tomadas de sangre... Durante todo ese tiempo mi cerebro y mi cuerpo estaban en alerta, constamente, con la única meta de sanarme y sentirme bien. Y cuando eso culmina, cuando todo resulta bien, y ya el cuerpo está más fuerte y recuperándose, la mente dice "pero oe, cómo es la cosa, y ahora en qué me enfoco, me tengo que preocupar por algo, algo realmente importante...".
Es un estupidez. En serio. El cerebro busca algo en qué meterse para preocuparse. Al menos ese es mi caso, pues se me produjo un trastorno adaptativo mixto producto del fin de la enfermedad. La meditación y el reiki me han ayudado muchísimo, y el objetivo más importante de mi vida es simplemente encontrar, vivir y respirar paz, donde sea que viva -además, en poco tiempo me voy del país. Y ha sido un poco pesado porque pero tengo muchos trámites por hacer, como cerrar mi negocio, dar un examen internacional de inglés, postular a universidades públicas top y todo eso antes de marcharme. Y estoy cansada. Mi cuerpecito si bien está más repuesto igual necesita de mucho mimo y descanso, aunque a la vez ejercicio, hartas vitaminas (me he tenido que suplementar), y ricas galletas veganas (de paso, hartas sopaipillas ídem).
Se me viene un nuevo proyecto. Lejos de Chile, como me gusta. Falta poquito...