Nunca olvidaré dos momentos de mi vida que cuando los recuerdo aún me generan endorfinas y se me agita el cucharón, luego de tantos años. De hecho, a veces pienso que fueron un sueño porque cuando el tiempo pasa siento que las imágenes se van asemejando a un película e incluso comienzan a verse con un poco de camanchaca (niebla), tal como en la película "Harry Potter y el príncipe mestizo" donde había una cosa que se llama "pensadero" y allí se podían rememorar y revivir recuerdos que eran guardados en unos tubitos (qué top). ¿No les pasa así a ustedes? Sería bueno que me dejaran algún comentario contándome cómo recuerdan ustedes momentos queridos de antaño.
Quiero trasladarlos a la hermosa noche del 5 de septiembre de 2007. ¡Hace exactamente diez años! Fue el día en que no solo puse un pie en el interior del Sydney Opera House sino que también puse el culo en un asiento de la quinta fila para ver "El barbero de Sevilla", ópera comedia de dos acto, de Rossini. Al puro estilo de las viejitas en fiestas patrias, me compré ropita nueva y elegante (incluso tacos) para ir echando pura pinta a mi primera velada en dicho lugar. Ahora, una década después, les digo que no era necesario tanta producción (hasta me alisé el pelo) porque la gran mayoría de la gente fue con un look super casual. Anyway, siguiendo con mi historia: qué manera de reír con Fígaro, es que tienen que ver aunque sea por youtube al barbero sabelotodo más famoso de Sevilla (de esta ciudad les contaré otro día). Una vez terminado el primer acto me dirigí a una especie de sala de estar donde había champaña y cosas así y oh, maigá, al frente mío había un gran ventanal que estaba abierto de par en par y daba hacia una terraza enorme. Obviamente que salí a sapear y allí morí, reviví, volví a morir y renací como ave fénix en éxtasis. Porque eso fue lo que sentí: éxtasis. Felicidad / asombro / agradecimiento / euforia / arrebato... Hay una palabra en inglés y una canción de Blondie que lo resume todo: "Rapture". De hecho, la letra dice: "Barely breathing, almost comatose, wall to wall people hypnotized"... Es que yo estaba "rapturous". No hay mejor adjetivo que ese para definir lo que sentí en el preciso momento en que salí hacia la terraza y me encontré con la bahía de Sydney, el cielo despejado y estrellado, y a un costado el Sydney Harbour Bridge iluminado. Fue un sueño hecho realidad que supero toda expectativa. Fue mágico, único e irrepetible. Recuerdo tener lágrimas en mis ojos de pura alegría. Qué lindo.
Tres años después una ciudad me dejó literalmente sin aliento, como el título de la canción ochentera "Take my breath away", del grupo Berlín (¿Vieron "Top gun"? Yo todavía no). Unos pocos días después de haber celebrado el año nuevo en Milán con mis primos, mi prima y yo nos fuimos en tren a Venecia. No tenía idea de lo que me esperaba. Nos bajamos en la estación y a caminar se ha dicho. El mapa no nos sirvió de nada porque mientras más lo mirábamos más nos perdíamos. Así que, cansadas de dar vueltas perdidas por callecitas sin encontrar nuestro destino, la Piazza San Marco, decidimos seguir nuestro olfato y caminar sin rumbo. Y en una de esas, dando vuelta una esquinita justo donde se veía un pozo centenario, ¡voilà! La Piazza San Marco en gloria y majestad. Al ver semejante escensa simplemente me faltó el aire. Fue irreal, sublime, de lo más maravilloso que he visto. O, como se dice en inglés, fue "mesmerising". Me hipnotizó / cautivó / fascinó esa plaza y todas sus construcciones alucinantes. ¡Venecia, no te hundas por favor!
Es por eso que viajar es tan importante para mí, pues visitar y/o vivir en países extranjeros, tener la oportunidad de aprender otros idiomas y compartir con la gente local te marca profundamente. A través de mi cuerpo y espíritu pasó y corrió el éxtasis por raudales y sin tener que recurrir a la "maldita pichicata", como decía mi abuelita. Porque aunque hayan pasado diez o siete años aquellas experiencias siguen ahí, en mi corazón, aún latentes, vívidas y para siempre.