COPLASDEKAPLAN

Desde que leí "Lituma en los Andes" no podía quitarme de la cabeza qué había en Piura para que se haya convertido en un referente constante en la obra de Vargas Llosa. Después de estar ellí comprendí que es uno de estos sitios que, aparentemente no escondiendo nada, encierran tras de sí todo un mosaico de imágenes escondidas e historias fuera de lo normal.

Me alojo en el Hostal Hispano, una suerte de galeón venido a menos, compuesto por unas 80 habitaciones, de las que tan sólo una cuarta parte esta actualmente en uso. Mi vecina es una vendedora de libros ambulante que tiene las pareces de su cuarto forradas de estanterías de libros. Más allá hay un albañil bien entradito en carnes, que paga su alojamiento parcheando y pintando las habitaciones más deterioradas. Y en el fondo del corredor está la estrella, un señor sin piernas que se mueve en unos de esos carritos de madera con ruidosas-ruedas de metal, digno del mismísimo Tod Browning. El precio, 12 soles (3 euros) nos da una idea de la fauna de desheredados que conviven en este vestigio de un pasado mejor.

Por la calle también gente muy rara. Vendedores de sombreros "panamá" que los pliegan y despliegan para demostrar su irrompibilidad, borrachines tomando el sol de la mañana después de una noche también bastante "soleada", o turmas de gente asomadas a un balcón mientras celebran qué se yo el qué, todos con su "chela" (litrona) en la mano y moviendo la cabeza al son de un reaggeton infernal. Vamos, que no me extraña que Don Mario acuda a este lugar a procurar su arsenal de freaks. Por lo demás, una ciudad que hace que el adjetivo "apacible" adquiera todo su significado. Como me dice Don Nosequé, "aqui nunca pasa nada". Será porque todo lo raro aqué es normal?