Qué incas ni que niños muertos!!!
PERU | Monday, 18 May 2009 | Views [667] | Comments [1]
Lambayeque, pequeña ciudad unos kilómetros al norte de Chiclayo, a parte de ser el principal punto de producción de los "kingkones", unos dulces típicos "monstruosamente" ricos que podréis encontrar por todas partes, el el lugar donde visitar dos interesantísimos museos arqueológicos. Yo tuve la suerte de hacerlo "por la patilla" por ser el 18 de mayo el "Día Internacional del Museo" (ahí es nah!!!).
El primero de ellos, y del que tenéis detalles en una galería que he abierto exclusivamente para él, es el Museo de Arqueología Brüning, llamado así por Hans Heinrich Brüning Brookstedt, un loco que, llegado a estas tierras como ingeniero técnico para trabajar en una plantación de azúcar. Nada más entrar en contacto con esta tierra y sus habitantes Brüning se enamoró de ella, de sus tradiciones y de su historia. El resultado es este interesantísimo (como podéis ver) museo, donde no sólo se constata la riqueza del arte Moche en cuanto a cerámica o joyería (altamente recomendable, Don Leo Salinas), sino también sus las excelentes cualidades de fotógrafo de su fundador.
Del segundo, el Museo de los Tesoros de Sipán, más interesante si cabe, lamentablemente no tengo fotos, ya que estaba prohibido ingresar en el con cualquier instrumento electrónico. Aún así, os puedo decir que para mí ha sido uno de los hallazgos más importantes de este viaje. Obsevar la riqueza y finura en el trabajo de esta cultura, así como ver hasta que punto se veneraba a sus señores feudales (tenido como dioses) o a sus grandes sacerdotes (dotados de gran poder político) es, cuanto menos, sobrecogedor. Y para acabar con un toque de humor, os diré que este lugar haría las delicias de cualquier gitano, porque todo adorno, aparejo protector o intrumento de señal de poder, está hecho a golpe de oro macizo, por lo que me alegro de que los codiciosos españoles de la época (espero que ninguno se encuentre entre mis antepasados, como he jurado y perjurado durante toda mi estancia en Perú), no lo hallaran en su incansable búsqueda de este metal para sufragar los costosos y caprichosos gastos de nuestra corona en aquella época. Gracias a eso podemos disfrutarlos ahora en este muy bien organizado museo, y no yacen fundidos en cualquier crucifijo o altar mayor de una iglesia de Huelva, por ejemplo (y que no se enfaden los de Huelva).
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