COPLASDEKAPLAN

Nada más llegar a Puerto Eten me dirijo directamente a esa estación de tren que dice en mi guía que fue declarada monumento histórico nacional por el gobierno peruano. La encuentro en un estado lamentable, auque a veces esto vaya en beneficio de la estética. La tarde está clara y esta cayendo el sol. La luz es impresionante y favorece el efecto de contraste entre el cielo y los rojos intenso con que el tiempo y el descuido patinaron las viejas maquinarias abandonadas a su suerte en viejos barracones no menos olvidados.

Es ahí donde me encuentro a Abel y a Nixon, que nada tienen que ver con el hermano bueno y el presidente malo. Están acompañados por Pierina, para la que no tengo chiste malo, que es un poquito mayor que ellos y está obsesionada con los "hombres malos" que secuestran niños, cosa que intenta que no se me olvide en ningun momento y, por si acaso, me apercibe de que el papá de Abel es policia, por si alguna idea descabellada se ha pasado por mi cabeza. Ellos juegan a posar para mi cámara y no le hacen ni caso. Si por ellos fuera estaría toda la tarde tomándoles fotos, aunque al final se aburren porque les digo que ya se acabó el carrete. Me despido de ellos y los veo hacerse chiquitos, corriento calle arriba en busca de alguna suculenta merienda quizá.

Mientras espero la combi muevo el pie al son de "Cuando la tarde languidece y renacen las sombras...", melodia que me vien al pelo y me hace pensar que estoy en el momento justo en el lugar adecuado, y que unos compadres bastante borrachos tocan una y otra vez tras la reja de un jardincillo cercano. El tiempo corre tan despacio en esta parte del mundo que hasta el sol se demora en zambullirse en el Pacífico para acabar de oir su canción. Yo le diría al chofer (aquí es palabra aguda, sin acento) que se esperase un poquito, pero ya sabéis como son estas cosas...