Una maravilla de lo que cuando era chico llamábamos "hacer puches" o, dicho en cristiano, jugar con barro. Uno se siente pequeño paseando por el Conjunto amurallado Nik An, el único de los nueve palacios que componían la ciudad-mausoleo de Chan Chan, máxima expresión de la civilización chimú, que se extiende por unos 20 kilómetros cuadrados de extensión.
Uno se siente, también, impresionado, más que por la maginitud, por el hecho de que sea un solo elemento, el barro, el constituyente de todo lo que le rodea: muros, suelos, estanques, enrejados, arcos, puertas y un sinfín de elementos arquitectónicos en los que el color ocre rojizo es la constante.