COPLASDEKAPLAN

Abandono Machu Picchu y salgo despedrando escaleras abajo. El camino es largo en el retorno a la hidroeléctrica y no quiero que se me haga demasiado tarde. Tengo que llegar a Santa María al menos antes de las siete de la tarde. A esa hora los transportistas que traen a la gente que viene a hacer mountain bike regresan de vacío a Cuzco y se puede conseguir un buen precio de regreso por un transporte más cómodo y rápido.

Oshy y Kinga me siguen y llegan a la central unos 15 minutos despues. Conseguimos un transporte nada más llegar hacia Santa Teresa, pero allí nos quedamos atrapados casi una hora y viendo que se hace de noche al final decidimos pagar ocho soles cada uno por un taxi a Santa María. Por el camino grabo un poco con la camara la travesía por los inmensos barrancos sobre los que deambulamos. Quiero tener una prueba palpable para cuando se me olvide como era aquello.

Llegamos justo a tiempo de encontrar uno de estos transportistas. Al principio se hace el listo y nos pide 25 soles a cada uno. La pinta de gringos de mis amigos juega esta vez en nuestra contra. Al final lo tarde que es y el hecho de que me dirija a él en un español más que correcto consiguen rebajar la tarifa a la mitad, teniendo en cuenta que sólo viajaremos hasta Ollantaytambo, donde mis amigos tienen su equipaje, para hacer noche allí y salir de mañana hacia Cusco (el Barça juega a las 13:45 contra Chelsea y no quiero perdérmelo)

La aventura de conocer Machu Picchu ha sido muy enriquecedora, no sólo por el lugar en sí, sino por el cómo hay que llegar hasta allí si quieres ahorrarte un buen dinero. Es increíble que un lugar que genera tanto dinero, y que es un referente dentro de los atractivos turísticos de este país, esté tan mal comunicado de las rutas principales del turismo. También resulta esperanzador que todavía nos den lugar a la aventura a unos pocos para los que es un insulto ser tratados sólo teniendo en cuenta el lugar donde venimos, olvidando que tenemos diferente concepto de vivir, de viajar, del que tienen todas esas personas vestidas de safari con cámaras digitales de 3.000 euros. Me duermo en un instante porque estoy rendido, y ni los agresivos muelles de este hostal de 15 soles pueden impedirlo.