Menos misticismo, por favor! (II)
PERU | Tuesday, 5 May 2009 | Views [539] | Comments [1]
Al final eran unos 1.800 los peldaños de subida hasta la muy controlada entrada a Machu Picchu (120 soles el boleto, unos 30 euros, hace que sea interesante que no se cuele nadie, no?). Los subo en unos 40 minutos, antes de lo que esperaba, y decido entrar sin esperar a mis amigos para conseguir dentro un segundo pase que da acceso al Wayna Picchu, el monte que véis al fondo de la foto, a las primeras 400 personas en solicitarlo (al final subire solo hasta la mitad pensando principalmente en la reacción explosiva que pueden tener la bajada y un vértigo que, aunque a veces consigo combatir, sigue impidiéndome a veces llegar a donde quisiera).
En lo primero que me fijo no es en el espectáculo natural que el lugar me ofrece, sino en el show mediático-místico que los guías intentan transmitir al turistilla de a pie. Que si quiero que sintáis la energía, que si el significado mágico de la forma de las montañas, que si esta piedra (una roca puesta al descubierto por la caida de un muro y antes oculta por completo) reproduce el paisaje y sus montañas a perfecta escala, que si los incas tenían ascensores, y mas blablablas que me provocaban una risa que intenté ocultar en todo momento por respeto a los pagantes. Ya en serio, me parece increible que se desvirtúe de esta manera un lugar que ya de por sí sólo, sin civilizaciones grandiosas ni cosmologías con conservantes y colorantes, representa uno de los escenario mas bellos y certeramente elegidos por el hombre para el simple hecho de eso, de vivir. No intentemos imaginar grandes ceremonias, sacrificios ni desfiles militares. Pensemos simplemente en lo que era vivir, sembrar patatas, salir a buscar a los niños para comer, recoger el ganado o besar a tu novia en un lugar privilegiado como este.
Las cualidades arquitectónicas del lugar también son para quitarse el sombrero, y no paro de acordarme de mi amigo-hermano Platy y nuestras conversaciones sobre piedras mientras contemplo esta maravilla de la técnica, más aún (y aunque no lo pueds creer amigo) teniendo en cuenta que no conocian el hierro y mucho menos el acero. Tan sólo usaban cobre y arena y agua en el trabajo de la piedra. Eso nos da idea del tesón (y seguramente muchas veces la presión de un castigo seguro) con el que debieron trabajar.
La pureza de líneas y una simplicidad a veces finlandesa (gracias señor Alvar Aalto por existir) se repite en la mayoria de los edificios religioso y civiles. El deterioro de algunas partes a veces es bueno para descubrir increibles y trabajosos métodos de ensamblaje, casi machihembrado, de los sillares, algunos de ellos de un tamaño que cuesta trabajo imaginar desplazandolos de un lugar a otro, y menos con estas pendientes. Por contraste, otras geometrías, las de los bancales de las zonas agrícolas, desahogarían un poco con plantas (se supone en aquella época) tanta profusión de lineas y frialdad de materiales.
Dejo de divagar y tumbo a mi otro yo pedantillo en la hierba para una siesta necesaria con el rumor de los pajaros y la lejanía de los demás, que he conseguido tras un arduo trabajo de observación en un punto ciego de los bancales más lejanos. Al despertar me esperan unos bocatas cuidadosamente preparados la noche antes (los precios de la cafetería son tambien tipo "machupichu") y leo un poquito mas de "Lituma en los andes" antes de que mis amigos magiares me encuentren de nuevo y decidamos emprender la bajada, conscientes de haber completado una de las cuentas pendientes que toda persona deberia tener en su vida: visitar Machu Picchu. Pero esa es ya otra historia...
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