In Antigua there is a system of secondhand books that with some luck makes possible to find good books for cheap prices. The tourists leave their old books and can exchange or buy others with a discount, but it is not a requirement to be able to buy. I visit bookshops, none is dedicated exclusively to sell books, also they are restaurants are coffee shops as Reds or the Rainbow Café, where after the purchase they give me a cup of coffee with milk, that I drink while I turn the pages of my anthology with short stories of all the times.
After the literary tour, I start walking waiting for the day to mark my route. I find the first ruins in my way. I enter, the ticket indicates that I am in San Jerónimo's covent that was destroyed by the earthquakes of 1779. At the center there is an enormous fountain, characteristic of colonial constructions, surrounded with semi destroyed walls. Some of them even were torn into pieces intentionally to use them as material for other constructions, when this building seemed to have completed its life cycle. From a school created by the mercedarios, it became the Royal Customs and then a stable for horses. Now it is a silent and wide space. I do not see tourists, in general they are less compared with other years according to what I was told by a local merchant. The stable ruin visitors or couples in love, young men who want to sleep a nap or looking for a space to read and to study in peace.
I notice that in the back part of San Jerónimo's ruins there are a few offices, they are the facilities of a small television channel, something that the mercedarios did not have how to imagine and I either.
I go to La Merced, the first church that the mercedarios constructed in the city, as it name says it was built in honor to Nuestra Señora de la Merced. Though it survived the earthquakes, it has passed for periods of permanent reconstruction from the 16th century up to today.
Its fountain is the bigger in Antigua. In this evening a bit cold, its peeled angels observe silently the guests of a marriage party that is celebrated in one of the rooms of the building.
I rise to the second level and the silence absorbs me, I see flowers and roofs and the city and children who play to hide ans seek and a family, everything in a slept space where the time does not advance, where the children can play eternally, where the love of the couple who kisses in the fountain will last forever, a place where the calmness is not a state of mind but a necessary substance like oxygen.
I walk around the place. I look down and a group of workers are extracting from the past the figures that every year shape the procession of Holy Week, during Good Friday and Palm Sunday. A roman chariot and sterile beings who sleep, sleep with La Merced, to wake up two times a year and then return to hide as the children who play in front of me. To hide in the calmness.
I apply therapy of shock, and go out in direction to the market. I pass through the whereabouts of buses, named Chicken Buses, machines full of colors and stickers. They are the principal public transportation to go out of Antigua to City of Guatemala, though for it is necessary to be brave, they jump as roller coasters and sometimes you have to be ready to share seat with a hen.
I approach to the first stands: clothes, pirate movies, electrical articles. Every time I get more inside the market, while the ripple of the voices sound mixed with the christian inspiration pop songs and the constant invitations of the sellers to buy their products. There is one that gets my attention, the man offers a tablet that serves for the nerves, the varicose veins and even to slow the menstrual period. Women cross with baskets over her heads. In the fruits and vegetables sector I do not see tourists. The smell is intense, makes puncture the nose a bit, a woman amasses tortillas applauding the mass to a constant pace and I get to the end, where some merchants offer products on the floor. Between remains of vegetables, they chat. They neither shout their products nor give many attention to the visitors. The place has the sad air of exclusion. The red flowers that a woman offers on a blanket makes it furthermore sad. It leaves me with the ideal spirit to take a rest.
I go to the Cinema Lounge, which instead of armchairs has tables to eat and drink during the movie. There is a wide billboard of backward premieres that are rotating during the week. I will see Definitively, Maybe, a romantic comedy in which a man explains to his daughter how he met her mother, just when they are divorcing. Many feelings for a day of long trek, not maybe, it is time to rest definitively.
Spanish:
Calma
En Antigua hay un sistema de libros usados que con algo de suerte hace posible encontrar a buen precio obras que valen la pena. Los turistas dejan sus libros viejos y pueden intercambiarlos o comprar otros más baratos, pero no es requisito para poder comprar. Visito librerías, ninguna está dedicada exclusivamente a vender libros, también son restaurantes como Reds o el Rainbow Café, donde luego de la compra me regalan una taza de café con leche, que tomo mientras hojeo mi recopilación con grandes cuentos de todos los tiempos. Tras el recorrido literario, salgo a caminar esperando que el día marque mi ruta. Encuentro las primeras ruinas en mi camino. Entro, el ticket me indica que me encuentro en el covento de San Jerónimo que fue destruido por los terremotos de 1779. Al centro hay una fuente enorme, propia de las construcciones coloniales, rodeada de murallas semi destruidas. Algunas incluso fueron despedazadas intencionalmente para utilizar su material en otras construcciones, cuando este edificio parecía haber completados su ciclo de vida. Desde un colegio creado por los mercedarios, pasó a ser la Real Aduana y luego un establo de caballos. Ahora es un espacio silencioso y amplio. No veo turistas, en general son muchos menos los que hay en la ciudad, comparado con otros años según lo que me contó un comerciante local. Las ruinas tienen entre sus visitantes estables a parejas de enamorados, jóvenes que desean dormir una siesta o buscan un espacio para leer y estudiar tranquilos. Noto que en la parte trasera de las ruinas de San Jerónimo hay unas oficinas, son las instalaciones de un pequeño canal de televisión, algo que los mercedarios no tenían cómo imaginar y yo tampoco. Voy a La Merced, la primera iglesia que construyeron los mercedarios en la ciudad, como dice su nombre, en honor a Nuestra Señora de las Merced. Aunque sobrevivió a los terremotos, ha pasado por periodos de permanente reconstrucción desde el siglo XVI hasta hoy.Su fuente es la más grande que hay en Antigua. Sus Ángeles descascarados en esta tarde un poco fría, observan en silencio a los invitados de una fiesta de matrimonio que se está celebrando en una de las salas del edificio. Subo al segundo nivel y el silencio me absorbe, veo flores y techos y la ciudad y niños que juegan a las escondidas y una familia de visitantes, todo en un espacio dormido donde el tiempo no avanza, donde los niños pueden jugar eternamente, donde el amor de la pareja que se besa en la fuente dura para siempre, un lugar donde la calma no es un estado de animo sino que una sustancia necesaria como el oxigeno. Doy una vuelta. miro hacia abajo y un grupo de trabajadores sacan desde el pasado las figuras que cada año conforman la procesión de Semana Santa, durante Viernes Santo y Domingo de Ramos. Un carro romano y seres estériles que duermen, duermen con La Merced, para despertar dos veces al año, para volver a esconderse como los niños que juegan frente a mí. Esconderse en la calma. Aplico terapia de shock, salgo y me dirijo al mercado. Paso por el paradero de autobuses, denominados Chicken Buses, maquinas llenas de colores y calcomanías. Son el grueso del transporte público y permiten salir de Antigua a Ciudad de Guatemala, aunque para eso hay que armarse de valor, saltan como montaña rusa y a veces hay que estar dispuesto a compartir asiento con una gallina. Me acerco a los primeros locales que encuentro, hay ropa, películas piratas, artículos eléctricos. Cada vez voy adentrándome más en el mercado, mientras suena de fondo el murmullo de las voces mezclados con las canciones pop de inspiración cristiana y las constantes invitaciones de los vendedores a comprar sus productos. Me llama la atención el grito de un hombre que ofrece una pastilla que sirve para los nervios, las varices e incluso para atrasar el período menstrual. Entremedio se cruzan mujeres con cestas sobre su cabeza. En el sector de frutas y verduras del mercado no veo turistas. El olor es intenso, hace picar un poco la nariz, una mujer amasa tortillas aplaudiendo la masa a un ritmo constante y llego al final, donde algunos mercaderes ofrecen sus productos en el suelo. Entre restos de vegetales, conversan entre ellos. No vocean sus productos ni prestan mucha atención a los visitantes. El lugar tiene ese aíre triste de la exclusión. Las flores rojas que ofrece una mujer sobre una manta lo hace aún más triste. Eso me deja con el ánimo ideal para tomar un descanso. Voy al Cine Lounge, que en lugar de butacas tiene mesas para comer y beber durante la película. Hay una amplia cartelera de estrenos atrasados que van rotando durante la semana. Veré Definitivamente, Tal Vez, una comedia romántica en la que un hombre le explica a su hija cómo conoció a su madre, justo cuando se están divorciando. Muchos sentimientos para un día de larga caminata, nada de tal vez, es hora de irse a descansar definitivamente.