Desde el centro del mundo, los volcanes con nieves perpetuas nos vigilan. Uno de los más altos entre ellos, el Cotopaxi, despierta para vigilar a la ciudad de Latacunga abriéndose paso entre las nubes.
La ciudad azul está callada. Sus habitantes duermen en el ritmo cotidiano de la vida. Van a sus trabajos, comen, caminan... Pero el Cuello de la Luna -como lo llamaban los indígenas- les sigue los pasos. Se prepara para el día en que romperá la rutina...
Poco a poco, el cielo azul se transforma en el fuego del atardecer. Entonces quiere asomarse la luna atraída por los últimos rayos del sol, que comienza a esconderse. Las nubes de fuego anuncian que un día la ciudad despertará con el rugido de la tierra.
El reloj marca la hora de la cena y como luciérnagas, las casas resaltan entre el paisaje oscuro. Y sus habitantes olvidan que este volcán, dios de los indígenas, prepara su regreso.
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