Hippies y beatas
BOLIVIA | Tuesday, 21 April 2009 | Views [636] | Comments [1]
Todo el mundo me había dicho que Copacabana tantas cosas que para mí Copacabana prometia. La suponía como un lugar lleno de freaks amantes de los lugares fuera de lo normal. Bien es cierto que estos lugares se acaban llenando de místicos, pero esta pequeña ciudad a orilla del lago más alto del mundo ha llegado al extremo de unir lo irreconciliable.
Junto a una multitud de jipis, la mayoria argentinos y artesanos, que no paran de ofrecer su mercancia como si de "chicles, pipas, caramelos" se tratase, junto al santuario mas conocido de Bolivia y a donde peregrinan miles de personas cada año para pedir prevendas sanitarias y económicas, conviven un millar de tiendas de artesania andina, tan iguales todas que acaban por aburrir, otras tantas tiendas de virgencitas de Copacabana, imagino que la mayoria de ella fabricadas en China, y un sinfín de casas de cambio que aceptan tipod de divisa difíciles de creer (dólar australiano, yen, dólar canadiense y hasta monedas de Sudáfrica, Nueva Zelanda y el no va más: las desaparecidas liras italianas. Ver para creer.
Trato de huir de todo esta "las vegas" barata y me dirijo rapidamente a la playa para ver ponerse el sol, como es de ley, ignorando con una amplia sonrisa a cuantos artesanos, cambiadólares, argentinas guapas que creen saber que quiero cenar pizza y vendedores de tours por el lago se cruzan en mi camino.
La visión de la playa a esta hora de la tarde es evocadora. Te hace pensar en tantas cosas (¿será la puesta de sol tipo "dios existe" de los catecismos de pastas naranjas que tengo grabados a fuego en mi memorabilia?). Trato de borrar de un plumazo el catecismo (1ª Pregunta: ¿Eres cristiano? Sí, soy cristiano por la gracia de Dios) pensando en esa maravillosa película de Luchino Visconti en la que un Dirk Bogarde un bastante gay contempla el horizonte plano del agua sentado en su tumbona mientras los alegres jovencitos entran y salen del agua. Yo, en su lugar, contemplo patos de plástico supermegakitch que decoran las infinitas barcas a pedales que descansan a orillas del agua: temporada baja.
El romanticismo desaparece en forma de colada necesaria y marcho a mi hostal a lavar calcetines sucios y otras lindezas, pensando en salir corriendo mañana por la mañana hacia la Isla del Sol, y esperando que esta ilumine más mi viaje, después de los oscuros y turísticos nubarrones que me trajo "la alegre" Copacabana.
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