COPLASDEKAPLAN

Después de ocho horas de tren llego a Oruro, una ciudad pequeña con uno de los carnavales, la Diablada, más peculiares y conocidos de Sudámerica, y que, a pesar de eso, permanece el resto del año como una ciudad tranquila y con poco que hacer en ella, sobre todo si ya estas un poco harto de lugares candidatos a ser elegidos, todos ellos merecidamente según los bolivianos, maravillas naturales del mundo (sólo pueden ser siete, pero a su entender todas deberían estar en su país).

Como no tengo la suerte de llegar en carnaval, cruzo la ciudad desde la terminal de tren hacia la de autobuses y monto en el primero que sale hacia La Paz. Llego a la capital política de Bolivia, impresionado por la vista al pasar El Alto (aeropuerto más elevado del mundo: 4.110 metros) y aparecer ante mí esta caldera hirviente de smog, formada por barrios de casas sin lucir, que se extienden por cerros y laderas dando un aspecto increíble por la noche, cuando caminas por las calles empinadas y lo que ves en el horizonte son luces y mas luces formando un firmamento plagado de falsas estrellas.

Voy directo a Onkel Inn, un hostal para backpackers del que me han hablado bien, incluso dotado con jacuzzi (el nivel de vida del mochilero ya no es el de antes). Llego ya sufriendo las primeras consecuencias de un virus intestinal cultivado en Uyuni e incubado en ese tren donde un concierto de "Sangre Andina" me hizo dormir como un bebé.

A la entrada veo este cartel de "Cholitas Wrestling" y me explican que los domingos hay combates de lucha libre entre mujercitas indigenas, ataviadas con el traje típico y sus trencitas pero duras y aguerridas, contra hombretones que simulan ser estrellas de este deporte. Las primeras filas siempre estan llenas de gringos, principalmente israelíes, cuyos ingresos mantienen estos eventos y dan de comer a sus protagonistas. El resto paga un ticket normal y se dedica a mirar a los gringos. Me abstengo. No se si mi estómago podría soportarlo.