El sábado nos despertó una tormentilla que nos hizo retrasar la partida de Palermo a Agrigento. Cerrar la tienda con humedad tiene sus riesgos. Lo consideramos una suerte (yo especialmente) porque se nos había quedado corta la visita a Palermo, y teníamos pendiente el museo arqueológico, el mejor fuera de Grecia según la guía.Una vez decididos, no volvió a llover (¿). Fuimos en coche a la cuidad, aparcamos en las cercanías del puerto, y nos dirigimos al museo, que estaba cerrado (ohhhh!). Así que aprovechamos para callejear por el mercatto de la vucciria, comer en la antica focacceria de san francesco (una especie de self service de especialidades italianas, como el bocadillo de pulmón y bazo con ricota y queso rallado) y nos fuimos a la playa de Mondelo, la preferida de los palermitanos. Aun contentos por salir con el coche intacto, Palermo nos ha encantado con su vitalidad y contrastes.