The Pacaya Volcano is still active. The hot lava burns the shoes, a wrong movement can provoke tragic consequences and I am going to visit it today. Volcanoes are like a story, the beginning tries to attract, is where it has more stops, the guide tries to explain everything. If it becomes very difficult to enter an area there are horses offered as “natural taxis” to facilitate the tour. Though the nature turns out to be fascinating, the trek in raise is not easy. Having come to the half is possible to support a pace, the landscape is nice, but not completely spectacular, nevertheless it announces the arrival of an amazing end, in addition it is in this point where you can’t go back. To finally be near to the climax, there is the volcano, we tread over the lava.
The heat is becoming increasingly stifling, the breathing is impeded, the soles burn down and it is necessary to move in order that they do not warm up too much and there is the burning lava in front of me, every tourist takes a picture with it. The guide gives me a stick to introduce and perceive how it burns in the lava while I feel that I boil and cannot breathe and takes me a picture with my asphyxiation face that makes me feel an adventurer.
An adventurer who is in his last day of trip and who closes it as any good ending, as the end of the visit to the volcano, a slowest trek to return, which allows to check everything observed before, without the anxiety or the initial curiosity, but with the possibility of inserting it in a context, of processing it and trying to obtain a conclusion after everything.
Spanish:
Volcán
El Volcán Pacaya sigue activo. La lava caliente entibia los zapatos, un mal movimiento puede provocar consecuencias trágicas y yo lo voy a visitar hoy. Los volcanes son como las historias, el comienzo busca atraer, es donde hay más paradas, la guía intenta explicarlo todo, si se hace muy difícil entrar en terreno hay caballos ofrecidos como “taxis naturales” para facilitar el recorrido. Aunque la naturaleza resulta fascinante la caminata en subida no es fácil. Al llegar a la mitad es posible mantener un ritmo, el paisaje es bonito, pero no del todo espectacular, sin embargo anuncia la llegada de un final asombroso, además es ese punto en el que no se puede dar marcha atrás. Para finalmente acercarse al clímax, ahí está el volcán, pisamos sobre la lava. El calor se va haciendo cada vez más sofocante, se dificulta la respiración, las suelas se entibian y hay que moverse para que no se calienten más de la cuenta. Y ahí está la lava frente a mi, hirviendo, cada turista se saca una foto junto a ella, la guía me pasa un palo para que lo introduzca y perciba cómo se quema mientras siento que yo hiervo y no puedo respirar y me saca una foto con cara de asfixia que me hace sentir aventurero. Un aventurero que está en su último día de viaje y que lo cierra como todo buen desenlace, como el fin de la visita al volcán, una caminata de vuelta más pausada, que permite revisar todo lo observado previamente sin la ansiedad ni la curiosidad inicial, sino que con la posibilidad de insertarlo en un contexto, de procesarlo y de tratar de obtener una conclusión después de todo.