El mundo es un pañuelo. Rose es brasileña pero vive en Japón. El año pasado estuvo de vacaciones en Tailandia y se hizo amiga de un vendedor ambulante turco. Viajábamos Rose y yo en el tranvía desde el aeropuerto hacia el centro. Nos acabábamos de conocer. Ella me preguntó por dónde se cogía el trasbordo para el centro histórico. No tenía alojamiento y me acompañaba a mi hostal por ver si quedaban plazas. Al pasar por el gran bazar, mi nueva amiga gritó señalando por la ventana: ¡no me lo puedo creer! ¡Mi amigo de Tailandia!
Usule viste con ropas flojas estilo hippie y su tenderete es una cajita de madera con cuatro escalones donde se exhiben ranas de madera de colores vivos. Todas ellas emiten un sonido parecido al croar de una rana cuando son frotadas con un palito dentado.
- - ¿Me recuerdas? Soy Rose. Nos conocimos en Tailandia. -
- - Sí. ¿Qué tal? - Respondió Usule en un tono de Dalai Lama con gran paz interior.
Usule y Rose divagaron sobre los conocidos en común y algún detalle del viaje de Rose por Tailandia. Usule propuso tomar un café con ella, sin especificar el momento y dando a entender que podía contar con él si necesitaba ayuda.
Mientras estuvimos con Usule ningún cliente se interesó en las ranitas. A ratos, el chico hacía croar una rana frotándola con un palito y se quedaba mirándola con expresión absorta.
Tomamos respectivos helados de nata con Baklava (típico pastelillo turco relleno de pistacho) aplastado y salimos en busca de mi albergue, que debía estar cerca. Lo encontramos fácilmente con las explicaciones en inglés, español y hasta en japonés de los maitres de restaurantes al acecho del turista.
Nos recibió con muy malos humos un tipo inmenso con chupa de cuero y barbas de Moisés . Rose recibió de él la buena noticia de que había sitio para ella. A la hora de pagar propuse abonar sólo la primera noche, de las cuatro que tenía reservadas por internet.
- Deberías leer las instrucciones de la reserva. ¡Se paga todo a la llegada!-
Tenía razón y yo lo sabía. Lo dice la letra pequeña de la web de reservas hostelword.com. Aunque siempre me han consentido pagar día a día. Para mí, supone tener una garantía ante cualquier problema. Pero el motero no parecía dispuesto a negociar. Y sabía que los otros albergues de la zona estaban llenos. Para no claudicar tan fácilmente, solicité ver las habitaciones y las duchas: todo estaba OK, así que pagué las cuatro noches, a cambio de un recibo.
Cenamos Rose y yo en un restaurante cerca de la mezquita azul. Me contó el motivo de su visita a Turquía: hacer un reportaje de Estambul para una revista. De regreso al albergue, hice una foto a la Mezquita Azul iluminada de noche. Una familia turca muy numerosa posó entusiasmada para mí. Uno de los hijos, un chaval de unos doce años me dijo que se llamaba Sultanahmet, igual que el Sultán que ordenó construir la mezquita. Entonces le creí; después recordé su sonrisa guasona y me reí. Como turista soy fácil de impresionar.
