COPLASDEKAPLAN

Cuesta subir, y más aún cuando esta altitud te castiga tanto los pulmones y, consiguientemente, la cabeza. Pero merece la pena por el premio de unas horas de paz en un lugar dificil de olvidar.

Lo primero que percibes es el silencio, amortiguado por el rumor lejano de la ciudad, que se extiende allá abajo acariciando colinas suaves, y decorado a veces por eventuales pajarillos, ya sean de los que tienen alas o de los que se pasan la tarde jugando a la pelota despues de salir del Colegio Tanga Tanga, centro de ayuda a la infancia y propietario del lindo mirador y restaurante donde tomar algo mientras se ve caer el sol.

Después esta el atardecer, con esa luz tan especial que da la altitud, que dibuja los contornos de las sombras mucho más violentos y definidos de lo normal, y que se va fundiendo con la esa noche teñida de lucecillas que hacen que no olvidemos la caprichosa orografía de la ciudad, en la que se ven circular luces de coches como el fluir de la sangre de un animal, visto desde este microscopio a base de arcadas y plantas que es el mirador.