El Transiberiano
53 horas de tren separan Ekaterinburgo de Irkutsk. En el tren, que tiene unos veinte vagones, hay tres clases: Primera, que consiste en un camarote con puerta para dos personas con banyo privado; segunda, camarote para cuatro personas con puerta; y tercera, vagon diafano con 54 camas. Por supuesto, ibamos en tercera.
En el fondo tiene sus cosas buenas aparte del precio. El que haya mas gente alrededor en cierta manera te protege, pues si de 54 personas hay alguno con malas intenciones, tendria que ejercer ante todos los demas. Hay qye decir que puede sonar mal, pero en el fondo esta muy limpio, es comodo y se viaja muy bien. Los rusos todo lo han hecho sacrificando lo estetico por lo funcional, les ha dado mala prensa y buenas estructuras.
El viaje se hace ameno, van pasando babushkas (abuelas en ruso) vendiendo comida y calcetines de lana, en cada parada te puedes bajar un rato a comprar dulces, fruta o nueces... ademas en el propio tren la gente casi siempre tiene interes en charlar con los dos espanyolitos. Conocimos a un policia, a una pareja de gordos, a un ucraniano y a tres jovencitos mecanicos. Hasta aqui todo estupendo.
Pero entonces, no se si por el incesante traqueteo, o por algo que comi tuve mi primer problema estomacal. Pase las ulimas 24 horas del transiberiano rezando porque se acabara, semi delirando y visitando el cuarto de banyo (que no es de marmol precisamente, y que SIEMPRE tiene la ventana abierta aunque estes cruzando Siberia a -5 grados). Conclusion del optimista: Lo malo de viajar es bueno en retrospectiva.