Si hay alguna ciudad en el mundo que haya despertado la mente inquieta de viajeros de todas las épocas, esa es Samarcanda. Desde Alejandro Magno, que quedó maravillado al verla, al escritor y embajador español de principios del siglo XV, Ruy González de Clavijo, hasta los avezados aventureros victorianos, todos soñaron algún día en alcanzar este enclave situado en pleno valle de Zarafshan. El color turquesa brilla por toda la ciudad: cúpulas y azulejos retan al cielo con su color.El corazón de la ciudad la plaza del Registán. En esta plaza resplandecen tres de las obras más majestuosas del islam: las medresas. La más antigua es la medresa de Ulughbek. Frente a ella se halla la medresa Sher Dor, decorada con dos rugientes leones que desafían la prohibición del islam de representar seres vivos. Finalmente, la medresa Tilla-Kari, con sus azulejos y tranquilo patio, te deslumbrará por su perfecta simplicidad.Al norte del Registán está la mezquita de Bibi-Khanym, la más gigantesca obra del emir Tamerlán, quien llevó al límite las técnicas de construcción y fue la joya más preciada de su extenso imperio. El bazar que se esconde tras la mezquita de Bibi-Khanym es un gran espectáculo en vivo; disfruta de esta torre de Babel donde se citan todas las razas de Asia Central: tayikos, uzbekos, turkmenos, kirguizes, kazakos, afganos... El bazar es el lugar perfecto para conocer a los uzbekos y dejarse llevar por su encantadora forma de ser … y si eres valiente, para hacer tus negocios.