Desierto de la Tatacoa, !Hay que regresar¡
COLOMBIA | Tuesday, 13 May 2014 | Views [253] | Scholarship Entry
Subí hasta la altura del ojo y observé al fondo: un paisaje gris de hendiduras rocosas cuya superficie arenosa se antojaba resbaladiza y áspera. Bajé del ojo salvaguardado por una sombrilla y anotando unas ideas para esta crónica. Después de un tiempo llegamos a la zona de los Hoyos, cuyo color grisáceo es producto de la mezcla del agua, el viento y la escasa vegetación del lugar. Caminé por entre escalones construidos con madera y listones dispuestos horizontalmente que daban la sensación de escaleras colgantes. Subimos por una cárcava y comenzamos a atravesar el puente, del otro lado un pozo gris de agua aclimatada se nos ofrecía como un antojado descanso. Es una construcción en forma de tanque rectangular, dispuesta en una pequeña planicie, apenas suficiente para sentarse y hundir los pies,
— Es lo mejor para relajarse y bajar la temperatura, señaló Pedro mientras se limpiaba el sudor de la frente con una pañoleta estampada con la foto del desierto.
— ¡Yo me voy metiendo de una a esta vaina! Exclamó Orlando, un compañero mientras se quitaba los zapatos y las medias y las acomodaba para no tropezar con los montones de ropa de otros turistas que emergían y se hundían lentamente en el tanque.
— ¿Y usted no se apunta a una nadada…?
— No. Le contesté señalándole con la mirada que el tanque estaba lleno de gente. Aunque sí me refresqué con tan solo hundir los pies unos minutos. Como una especie de alquimia térmica.
***
Después de media hora recargué energías. Nuestro guía nos invitó a la última estación de la Tatacoa: la laguna de La Venta. Desde una cárcava alta la vimos en tensa calma, el viento la sacudía en oleadas suaves y constantes. El suelo arenoso parecía extender su superficie y los pequeños espolones minerales se ofrecían como un sol petrificado en hileras. En época de invierno se pueden observar los fósiles de especies que habitaron hace millones de años, y que para los aficionados a estos temas se convierte en un frenesí estacional. Sin embargo, Pedro nos comentó que hasta hace unos años el municipio y la gobernación tomaron medidas para proteger estos fósiles de aventureros japoneses y americanos que años atrás devastaron la zona para venderlos en el mercado negro, o enriquecer la colección de sus museos naturales.
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